1939
El concierto tuvo que cancelarse y se pospuso para el año que entraba en las vidas los artistas con la fuerza inesperada de un maremoto, poniendo patas arriba todo cuanto conocían y con lo que albergaban una falsa sensación de seguridad. Los cimientos que todos habían construido alrededor de una ilusión por un exitoso futuro, se veían arrastrados por la violenta ola de la incertidumbre colectiva que reinaba en toda Europa. Los ataques antisemitas en Francia se hacían cada vez más visibles y se ponía un foco injusto y de desconfianza sobre la población judía y gitana, mientras que los ideales procedentes de la Alemania nacionalsocialista calaban en las mentes de todos y se extendían como un cáncer.
Hasta allí llegaron también los ecos de guerra desde España. Centenares de exiliados republicanos trataron de refugiarse en la capital francesa, buscando el apoyo de un pueblo que cada vez estaba más polarizado y cuya parte conservadora detestaba esta nueva presencia entre sus ciudadanos. El bando de los vencidos, de los rojos, de los pobres. Más escoria a la que alimentar y proporcionar un hogar, esos eran los sutiles mensajes que lanzaba con sus titulares la prensa parisina más derechista y recalcitrante.
A Edith, Renard y Johnny, aquella nueva tendencia de odio les había pillado más que desprevenidos, puesto que habían permanecido todo ese tiempo demasiado inmersos en sus vidas y problemas como para darse cuenta del repentino cambio de paradigma que había experimentado la sociedad. La música les había proporcionado la felicidad y el trabajo, pero también les había mantenido abstraídos de la turbación general. En cambio, para Bran no era nada nuevo, ya que el odio a los judíos también era ejercido en Gran Bretaña sin ningún tipo de disimulo. Era por todos sabido, que los judíos no podían ser bienvenidos en ninguna parte del planeta. Ni en España, ni en Rusia, ni en Bélgica ni en Inglaterra. Ni siquiera en Estados Unidos, donde había mayor número de ellos y hacia donde había ido su hermano para ganarse la vida. No podían estar a salvo en ningún sitio porque todos querían extirparles de sus núcleos sociales, familiares y laborales.
Greg era practicante, pero Bran no. Eso era lo único en común que tenía con su padre, que se declaraba ateo convencido. Sin embargo, tenía reminiscencias judías, como su segundo apellido y eso no lo podía disimular. Por eso, en el colegio tuvo problemas con otros muchachos que venían de familias protestantes y siempre levantaba sospecha y falsa indulgencia entre el profesorado. Si también se hubiera sabido que era un enfermo de la cabeza sin cura...
Por su parte, durante el primer mes del año treinta y nueve, la personalidad y el comportamiento de Renard se habían atemperado y se veía más taciturno y apático de lo normal. Algo no le estaba dejando ser como era y eso a Bran le inquietaba, pero lo que no sabía es que a Renard empezaba a atormentarle por las noches el recuerdo de aquellos meses que había permanecido por Paris, desaparecido para sus seres queridos.
Los primeros días vagó sin rumbo por Belleville intentando pedir limosna a la entrada de tiendas, en las bocas de metro, las paradas de autobús, e incluso importunando a comensales que disfrutaban de un rato de descanso en las terrazas de los bares y bistrós. Algunos lograban apiadarse de él; otros, en cambio, lo echaban a patadas de donde estuviera.
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La Romance de París
RomanceBran Ashdown, un joven violinista británico, hermano del compositor del siglo, empieza con mal pie su relación con el carismático, a la par que caótico Renard Valmy: un parisino guitarrista bohemio, cuyos traumas del pasado le condicionan a tomar m...