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"Eres una inútil en el bosque, debiste haber nacido en los clanes oceánicos".

"¿Cómo puedes ser hija del clan Kekunan y ser tan poco adaptable en el bosque?".

"Se supone que tenías que cazarlo, no aullentarlo".

"¡Lo intento! ¡En verdad lo intento!" Exclamé con desesperación ante todas las burlas y palabras duras que me daban mis compañeros de caza.

"Pues no lo parece, me sorprende que Tsahìk no te haya echado ya del clan".

"Creo que lo mejor es que te vayas".

Me llamo Na'ok, miembro del clan Kekunan; soy huérfana, no sé quiénes fueron mis padres y por eso fui criada por todos en la aldea; aunque muchos dicen que mis padres fueron a luchar en la guerra contra las personas del cielo, mi madre regresó muy herida; duró varios años en estado delicado hasta que murió poco después de que yo naciera; y sí, ella pudo encontrar otro compañero con el que me tuvo, pero... La Gran Madre al parecer no tenía los mejores planes para ellos así que mi padre fue asesinado en una cacería. A los 10 años conseguí mi propio Ikran, después de todo mi pueblo se especializa en volar con ellos; éramos ella y yo contra el mundo, el bosque nunca fue lo mío, no era lo suficiente ágil como para moverme por la plantas como los otros Na'vi de la aldea lo hacían y todos se aseguraban de hacerme saber lo inútil que me veía caminando o moviéndome entre las plantas. Al vivir cerca del mar logré adaptarme aún más a él, mi conexión con el agua fue tan grande que decidí que ese sería mi nuevo hogar y guía. No tenía muchos amigos porque todos me trataban como un bicho raro; sólo tenía a mi Ikran en todas esas noches de soledad.

"Ya no pertenecemos aquí, Miät" le dije a mi Ikran en cuanto la monté, estaba decidida a irme del clan y buscar un nuevo hogar; donde sí pudiera sentirme en casa; dejaría atrás mi antigua vida para formar otra lejos del lugar que me vio nacer y crecer durante años. Miré la aldea desde el rocoso acantilado por última vez antes de suspirar y negar varias veces para espantar esa loca idea de que sería mejor quedarme. "¡Vamos!" Y fue así como dejé el bosque, tardé tres días enteros en salir de ese ambiente, pasé por los desiertos de mi bello mundo; Miät nunca me dejó sola cuando llegábamos a descansar en los árboles después de estar volando por dos días. "Sólo un poco más" le susurré antes de volver a montarla el día siguente para seguir con nuestra aventura; sólo le oraba a la Gran Madre que el clan al que llegara me aceptara.

Tras varias horas de vuelo por fin llegamos a las playas de Pandora, todo era tan hermoso; mis ojos iban y venían por todos lados al ver lo hermoso que era el color del agua y todo alrededor.

"Ya casi llegamos" dije en voz alta al ver la orilla de una de las tantas islas, no sabía exactamente a qué clan había llegado pero les suplicaría por refugio. Miät aterrizó en la orilla arenosa, todos los miembros del clan ya me esperaban rodeando nos. "Oel ngati kameie" saludé a todos hasta que vi a los líderes llegar. "Olo'eyktan, Tsahìk; Oel ngati kameie" saludé a ambos.

"Hija del clan Kekunan ¿qué haz venido a hacer aquí? Tan lejos de tu hogar, de tu ambiente y de tu gente" la Tsahìk dijo en forma de regaño examinandome de pies a cabeza como si fuera un bicho raro cosa que no me importó ya que todos me veían así; estaba más que acostumbraba. En eso recordé los nombres de ambos lo que me alegró ya que no soy muy buena memorizando algunas cosas.

"Tsahìk Ronal, he venido aquí a pedirles Uturu".

"¿Uturu? Mira tu cuerpo, tienes brazos delgados, cola fina y piernas débiles; serás lenta e inútil en el agua" dijo interrumpiendo me.

"Sé que mi cuerpo no es apto para el mar pero mi pueblo también vive cerca del agua, se cazar en ella con mi Ikran; no soy inútil" expliqué con tranquilidad, todos me veían con extrañeza y curiosidad.

Una Nueva EstrellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora