III

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Me removi entre aquellas gruesas mantas mientras veía por aquella ventana como los copos de nieve caían de manera lenta, un suave suspiro escapó de mi boca y me senté llevando mis piernas a mi pecho sintiendo lo silenciosa que estaba mi casa.

Me quedé en silencio, escuchando mi propia respiración al igual que había un poco de fuego que me calentaba, llevo mis manos a mi cabello tirando de este con brusquedad sintiendo un sollozo salir de mis labios.

Miro hacia donde estaba en fuego, notando como este casi estaba por consumirse y me levanté, tomando mis botas y colocandomelas, tomé aquella capa colocándola sobre mi cuerpo y salí de forma rápida.

Ignoré totalmente que era luna llena, ví como estaba se tintaba apenas y me abrazo, tomando aquella hacha entre mis manos. Agradecí de que Elliot me hubiese enseñado a manejarla, suspiro de forma lenta sentándome sobre la nieve.

—No deberías de salir tan así. - Habló un anciano que reconocí de inmediato, mientras cargaba un saco sobre su espalda y se mantenía encorvado.—Hay Luna sangrienta todo este mes, incluso un padre vino a nuestra ayuda. El lobo quiere algo y no va a parar hasta tenerlo.

Lo escuché en silencio.

—Deberías ir con el leñador, el te protege como si se tratase de su vida ¿no?

Recordé todas esas veces que mi novio me dijo que haría cualquier cosa para mantenerme a salvo y bien, no le importaba si su vida estuviera bajo la mia.

—Está ocupado. - Musité, y no menti— tiene que cortar leña para vender en lo que dura el invierno, no se si vuelva hoy o mañana - Jugueté con mis dedos.

Miré el cielo, sintiendo pequeños copos de nueve caer en mi rostro y me despedí caminando más, deseando muchas cosas y mordi mis labios.

Dudé si ir o no se la cabaña de Elliot, me sentía más seguro de alguna forma en ese lugar, suspiro cayendo sobre ella nieve al tropezar con una rama, me quejo un poco y limpio mi rostro.

Sentí una mirada sobre mi y pasé saliva de forma lenta, notando como había ropa desgarrada lo lejos, una que me resultó familiar.

Entrecerre mis ojos y noté un par de ojos color miel, tan brillantes y aterradores sobre mi. Era ese enorme lobo negro.

Tropecé y gateando para después levantarme y correr, escuchando un estruendoso aullido sintiendo como un cuerpo más grande me embiste hasta caer de nuevo al suelo.

Siempre puedes escapar, pero eso de va ir agotando. - Escuché en un fuerte rugido, sintiendo como sus patas enormes presionan mi pecho y parte de mi cuello.

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