"Capítulo 2"

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"La caja de zapatos"

Alessia

Me encontraba corriendo entre todas las calles vacías, el sudor recorría toda mi cara, mis mejillas superaban el color rojizo de los tomates y la temperatura del agua hirviendo. Eran los últimos días de verano y el calor estaba insoportable, en estos momentos no me favorecía para nada.

Desde pequeña me caracterice por ser una persona enclenque, era muy débil, pero por el echo de ser expuesta a rutinas de ejercicios excesivas de parte de Joshua para mi pérdida de peso, mejore en la resistencia y velocidad, pues esto era lo único que me favorecía al momento de hacer cualquier deporte. Después de correr unas cinco cuadras por fin entre a la ciudadela donde vivía, conocida como la "Ciudadela de los Juvertson", aquí vivía toda mi familia y no se me hacia raro que mientras corría todos me miraran extrañados. Llegué a la puerta de mi casa y la abrí de golpe, dejando a la vista a mi madre sentada en el sillón de la sala, en sus manos contenía una caja de zapatos vieja, observe bien a mi madre y a la caja, mis ojos se abrieron como platos al darme cuenta que era aquella que por descuidada no la volví a guardar en la mañana y quedo encima de mi cama, pero claro, no era cualquier caja de zapatos. ¡Era mi caja de zapatos!

Mientras caminaba hacia ella, ya se había tomado el tiempo de abrir la caja y coger una hoja de papel entra tantas que había, en ese momento el pánico y el terror se adueñaron de mi cuerpo, le quite la caja y la hoja de sus manos, mientras recibía un leve golpe suyo en mí cabeza.

—¡¿Qué carajo te pasa Alessia?! —gritó furiosa—. ¡Devuélveme la caja en este instante!

—¡No! —negué ante su petición.

—¡Si no me devuelves esa caja, te juro que no veras el amanecer!, ¿Qué escondes ahí?

—Nada, al fin y al cabo, no es asunto suyo. —Respondí entre dientes.

—El que nada debe, nada teme. Pero por lo visto tus secretos te hacen ver débil y te delatan ante los demás, así que dame esa caja. —Dijo demandante.

—¡Ni en sus sueños! —grité mientras subía las gradas para ir a mi cuarto—. ¡Primero debe pasar sobre mi cadáver!

Acabé de subir todas las gradas y me dirigí al fondo del pasillo, al lado derecho donde se encontraba mi guarida. Entre a mi cuarto y eché llave, puse toda la seguridad qué tenia a mano. Mi cuarto era mi guarida, es el único lugar donde puedo tener paz y no ser juzgada por todos. Me senté en la esquina de mi cuarto y puse la caja a lado mío, miré al suelo mientras escuchaba que mi madre gritaba desde el otro lado exigiendo que le habrá la puerta, solo la escuchaba mientas trataba desaparecer el cólera que me había dado. Después de unos largos minutos, la bulla al otro lado de la puerta se había extinguido, el peligro se había ido, me aseguré de que ella ya no estuviera ahí, cuando comprobé que se había retirado pude estar tranquila.

Cogí la caja que se encontraba encima de mi cama y el contenido dentro de ella lo tiré al suelo, vi como todas esas hojas de papel que en realidad eran cartas caían al suelo, eran mis tesoros más preciados que tanto había guardado durante todos estos años. Las lágrimas empezaron a recorrer mi rostro mientras recogía una de las cartas, la abrí y pude apreciar la fecha en la que la escribí, fue hace ocho años, era la primera carta que había escrito, pero parecía ayer cuando la hice, esta decía:

Toronto-Canadá, 22 de marzo del 2011

Querido Dylan

Bueno yo: Alessia Rafaela Juvertson, te amo. Sí, ya sé que ha pasado un año desde que te mudaste a Alemania, en este momento estoy en cuarto año de primaria.

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