La noche estaba despejada, salí a refrescarme un poco y a reflexionar sobre lo que había pasado. Me senté en la acera fuera del bar. Me consumían mis pensamientos insólitos y detestables que carcomían mi alma por completo, todo esto era una mierda.
Soplaba un viento fuerte y frío, haciendo que me causara escalofríos, cuando chocaba con mi cara mis mechones se interponían en mi vista y mis piernas estaban helando, maldecía cada segundo por haberme puesto ese vestido azul, todas las miradas de las personas que pasaban por la calle eran dirigidas hacia a mí, me sentía tan insegura de mi cuerpo...Quería arrancármelo en pedazos, destrozarlo y destruirlo por completo para que me dejaran de mirar. Todas esas miradas siempre las detesté, por lo cual me escondía de todas las personas, cada mirada era diferente, que me hacia sentirme como un fenómeno ante ellos. Una cosa que no valía nada en este mundo. Alguna vez había escuchado que si miras los ojos de una persona sabrás la verdad, pues, en sus ojos veía como me escupían en mi cara cada defecto que tenía. Mientras miraba al suelo repetía esta frase en mi cabeza:
"Dios mío, ilumíname o elimíname."
Realmente estaba cansada de todo esto, toda la vida me había dedicado a alcanzar y cumplir los estereotipos que me ponía la gente, especialmente mi familia, que sin darme cuenta deje de ser quien era, me perdí en este mundo lleno de copias...Deje de ser única e inigualable solo por enfocarme en lo que los demás querían que sea. Sentí como una mano se posaba en mi hombro mientras se sentaba a mi lado, alce mi vista y vi aquel pelinegro a quien casi mato hace un momento.
—¿Qué haces aquí, Rafaela? —exclamó mientras fruncía su ceño. —Te traje aquí para que te diviertas no para que estés como una vieja amargada.
—Pues, esta vieja amargada casi te mata y no le siguen faltando ganas para hacerlo —dije mientras torcía los ojos.
—¿Por qué eres tan hipócrita contigo misma? —esa pregunta hizo que mi piel se erizara y su voz ronca hiciera eco en mis oídos.
No entiendo porque me hacia esta pregunta, ¿Qué le había hecho?
Pues, era una pregunta que no quería responder, aunque me pagara porque me hería por dentro.
—Porque quiero y porque puedo. —Respondí groseramente.
—Te matas diciendo y aconsejando a los demás que se quieran así mismos, que cumplan sus sueños porque nada es imposible, que son perfectos a su manera y que cada defecto de ellos es una virtud que les debe llenar de felicidad. —Dijo con un tono decepcionante y lo mire mientras mis ojos se cristalizaban.
—La sociedad a veces te obliga a desarrollarte como persona y a tener varias facetas que demuestran ser una persona infeliz, que significa ser feliz y fuerte ante los demás mientras por dentro te estas pudriendo. —Dije con una voz quebrada, al mismo tiempo que mis ojos ardían haciendo que baje la cabeza y me quedara viendo al suelo.
—Ela, no entiendo que carajo te pasa, pero no te sigas mintiendo a ti misma porque te estas destruyendo. —Escuché que susurro en mi oído al mismo tiempo que acomodaba un mechón tras de mi oreja.
Mis lagrimas empezaron a correr por mis mejillas rojas, cayendo al suelo, me sentía tan impotente y débil ante él, sus palabras tenían razón, pero, no quería admitirlo. Cogió mi mentón con su cálida mano alzando mi cabeza, haciendo que mis ojos se encontraran con lo suyos. Eran únicos y brillantes ante la luz de la luna.
—No llores —limpió mis lagrimas—, no finjas algo que no eres. Si a las demás personas no les gusta tu yo verdadero, pues, que se jodan porque de ellos no vives, esta es tu historia y tu futuro, el cual tu sola lo definirás.
Lo miré y reí, —Miren a Michele dando consejos, no pensé que fueras así.
—Pues, mira acabaste de darte cuenta otro dato interesante de mí. —Respondió sarcásticamente.
—Eres un baúl de sorpresas, —exclamé mientras me levantaba.
—¡Joder, Ela! Te lo digo enserio, pero, siempre olvido que todo lo llevas a chiste. —Gruño.
—Pues, así soy. —Susurré mientras me daba la vuelta para regresar a mi casa.
—¿Sabes, Juvertson, que iré tras de ti si te alejas?
Solo me dí la vuelta y sonreí mientras de nuevo mis lagrimas empezaron a correr. —Pues, algún día ya no iras tras de mi...
ESTÁS LEYENDO
"Una historia de..."
Romansa«Intentar definir la historia que leemos es algo difícil y fascinante a la vez, pero... ¿por qué no definirla con puntos suspensivos?» Era lo que siempre se preguntaba Alessia, una joven soñadora que anhelaba una aprobación y un abrazo sincero; quie...