"Capítulo 3"

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"¡Oh mierda, me enamore del suelo!"

Días después

Alessia

Desde ese día mi madre empezó a revisar mi cuarto diariamente, sin saltarse ningún cajón, se había vuelto fastidioso debido a que cuando llegaba de la preparatoria todo estaba desordenado y empezaban sus gritos enfermizos. Este suceso se había agregado a mi rutina diaria, se había convertido en un ciclo que no iba a tener un final hasta que yo le contara lo que había en aquella caja.

Mi rutina era levantarme de la cama, desayunar, ir a la preparatoria, volver, arreglar mi cuarto, hacer mis tareas y dormir. Claro, no faltaban las peleas con mi madre y Joshua, malditos metiches. Mi papá la mayoría del tiempo estaba ausente, él viajaba seguidamente para tratar de expandir su negocio. Aquel hombre pasivo y amoroso, era la serenidad de nuestra familia llena de caos y problemas, los cuales eran provocados por las peleas entre su esposa, Joshua y yo.

Me levanté a las cinco de la mañana el lunes, alisté mis libros para las clases y el uniforme deportivo del año pasado del equipo de fútbol, hoy se iban a realizar las prácticas para formar la selección deportiva de mujeres, sin mentir era buena en el futbol por mi destreza y experiencia, aunque a veces mis reflejos fallaban.

Llegue a la preparatoria con Joshua, él estaba más feliz que nunca. Tenía esa sonrisa escasa que pocas veces veías, era más de satisfacción, torturar a los jóvenes era su pasión, aunque este día iba hacer una excepción, solo por ella. Entre al salón encontrándome con mis amigos y con ese bicho de Cole. Lo acepto, no soy de una persona que disculpa fácilmente. Escuche como me llamaron para sentarme a lado de ellos, pero los ignore trazando mi rumbo a las primeras bancas a lado de la licenciada April. Las horas pasaron, más lentas y aburridas eran las clases, uno como estudiante a veces quiere salir corriendo o escupirles en la cara a los profesores todo lo que tenemos guardado, pero no, no podemos por miedo. Aun así, llego el momento más esperado, era el de las prácticas, recogí mi mochila y salí corriendo como una niña pequeña, cosas así me emocionaban porque era una de las pocas veces donde recibía un alago de Joshua, uno que a la vez era tan extraño, pero confortable. Me dirigí a los vestidores, me coloqué el uniforme lo más rápido que pude y salí al campus, estaba lista para patear traseros.

Comencé a realizar el calentamiento, mientras sentía las miradas de las demás chicas sobre mi cuerpo, me comían con la mirada mientras susurraban detrás de mí. Mis mejillas estaban tan coloradas por la vergüenza, mis pensamientos suicidas y mis inseguridades se apoderaban de todo mi ser, empecé a dudar de mi otra vez. Mientras tenía ganas de morir escuche los gritos de mi hermano Joshua.

—¡Trae tu trasero para acá, Rafaela! —Ordenó.

Mierda, pequeño idiota.

Es mi hermano, pero me trata como cualquiera de los otros estudiantes, ni un maldito beneficio me regala. Claro, con ser su hermana es demasiado. Obedecí su orden y me posicioné dentro del campus, Raizel empezó a separarnos a las veinte chicas en dos equipos. Yo estaba en el equipo uno, junto a otras chicas que no había visto ni en pintura. Mientras mi hermano nos explicaba las reglas básicas del fútbol, Raizel nos dio diez chalecos amarillos para diferenciar a nuestro equipo.

En pocos minutos sonó el silbato y el partido comenzó, fui la persona que empezó sacando la pelota; pateé pasándola a aquella chica rubia, pecosa y sonriente de mi lado derecho para que ella continuara, y así sucesivamente seguíamos dando pases y esquivando al equipo contrario. Aunque, cada vez que una de nosotras obtenía la pelota entre dos nos acorralaban empujándonos haciendo que tropezáramos. Por esas acciones provocaron que cinco de nosotras cayéramos y fue cuando Joshua lanzo su tercera amenaza al equipo contrario.

"Una historia de..."Donde viven las historias. Descúbrelo ahora