17. El anillo

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Cuando me despierto lo primero en lo que me fijo es en la luz de la luna que se cuela a través de la ventana. Cuando levanto la mirada hacia Dani, él sigue profundamente dormido con su cabeza apoyada en mi tripa. Tengo una camiseta de la equipación de baloncesto de su antiguo instituto que me llega hasta la mitad de los muslos.

Enredo mis manos en su pelo y empiezo a trazar todas sus facciones con mi dedo. Empiezo por sus cejas, su nariz, mandíbula, barbilla hasta llegar a sus labios. Sonrío ante la vista. Tiene su boca entreabierta y ahora que no se ve lo alto que es ni lo fuerte que esta solo parece un niño.

Un niño que me encanta.

Me rugen las tripas y es cuando recuerdo que anoche no cené y comí bastante poco porque sino no iba a llegar al auditorio a tiempo. Me debato entre levantarme y buscar la cocina o quedarme aquí a esperar a que sea de día, pero cuando veo en el reloj de la mesita que todavía quedan cuatro horas para el amanecer, decido levantarme.

Aparto cuidadosamente a Dani para no despertarlo y me dirijo a la puerta que da a el largo pasillo. Recuerdo el camino que hicimos para llegar aquí, así que lo sigo hasta llegar a el piso de abajo. De frente a la puerta de entrada hay otra puerta y al abrirla me encuentro con un gran salón. La puerta a su izquierda da a un baño y a su izquierda a un comedor. Eso significa que tiene que haber una cocina cerca, ¿no?

Cuando pruebo con la siguiente puerta, me encuentro con unas escaleras que dan a un piso más abajo. Dios, esta parece la típica escena en las películas de miedo en las que la rubia tonta muere.

Menos mal que no eres rubia.

Ni tonta.

Hay una luz que viene de abajo así que bajo las escaleras y me acerco cada vez más a ella. Igual tengo suerte y es el personal o algo.

O igual te encuentras a la señora Potts preparando el desayuno.

Ojalá.

Cuando bajo el último tramo de escaleras, me encuentro, gracias a quien sea que esté ahí arriba, la cocina. Una gran cocina sin ningún tipo de decoración especial. Todo en tonos grises, sobre todo ahora que me fijo que la luz que entra viene de unas pequeñas ventanas colocadas arriba, a lo largo de toda la cocina.

Me acerco a un cuenco lleno de frutas colocado sobre una encimera, y después de alcanzar una manzana, me siento en el taburete que tiene justo al frente. De espaldas a la entrada. No creo que les moleste que haya cogido una manzana.

Voy ya por la mitad cuando escucho un suspiro a mis espaldas y una voz que dice:

—Dana, ¿ya te has traído a otra chica? Me parece perfecto que vayas con ese royo pero enser-

La mujer con unos ojos idénticos a los de Dani se queda paralizada cuando me voy la vuelta para poder mirarla. Yo también. Siento una extraña familiaridad en ella cuando la miro, y está claro que ella me ha reconocido de algo.

Y por fin caigo.

Mi estado pasa de desconcertada a aterrada en menos de dos segundos. Y es que no me puedo creer que no me haya dado cuenta antes, esa forma de erguirse que tiene Dani, de utilizar el sarcasmo, los ojos; esos ojos que son idénticos a los suyos, y por último; el anillo.

El jodido anillo.

Dani Revira

Me despierto por culpa de las ruidosas pisadas que se acercan a la puerta de mi habitación. Busco a tientas el cuerpo de Nora pero cuando no lo encuentro me levanto rápidamente. Me dirijo a salir de mi cuarto e ir a buscarla cuando la puerta se abre.

Definitivamente no me esperaba encontrarme lo que veo. A una chica que solo muestra miedo y tristeza. ¿Que coño ha pasado?

—Dani, el anillo —extiende su mano hacia mí y por muy asustada que parezca, su voz es firme.

—¿Mi anillo? ¿Que-

—¡Que me des el puto anillo, joder! Dios, ¿que coño hago aquí? —esto ultimo lo murmura al mismo tiempo que la veo recoger sus cosas a oscuras— ¿Que me creía? ¿Que todo estaba bien?

—Nora, ¿te ayudo con algo? ¿Que ha pasado?

—¡¿Que qué ha pasado?! ¡Joder, Dani! ¡Pasa que todo esto me supera! ¡Me habías dicho que tu madre era psicóloga!

¿Mi madre?

—¿Que tiene que ver mi madre aquí?

Ahora ella esta llorando: —Tu no tienes ni idea, ¿no? —me mira a los ojos y busca algo en ellos, pero se ve que no lo encuentra, porque baja la mirada al tiempo que sacude la cabeza. Toma aire y después de un rato buscando sus cosas, ya las tiene todas— Lo siento, no es culpa tuya, supongo. Pero... justo hoy no puedo lidiar con esto, ni mañana, ni-

—Ey —hablo en voz baja y poso mis manos en sus hombros para acercarla a mí—, mira, no sé que ha pasado, pero podemos solucionarlo, ¿no?

Levanta la cabeza y su mirada choca con la mía, veo sus ojos llenarse de lágrimas. Y llora como anoche, sus hombros se sacuden y ella sacude la cabeza, como si no se pudiera creer lo que sea en lo que esta pensando.

Se que la razón por la que me llamó es porque se peleó con su padre. No se que tan fuerte habrá sido la pelea, pero supongo que lo suficiente como para que me la encontrara en las condiciones en las que estaba.

Me duele. Me duele y no por mí, sino por ella. No se merece tanto daño ni todo lo que le ha pasado. Es de esas personas que intentará hacerte sentir bien aun estando en la mierda.

De ella me llamó la atención que no se comportaba como el resto, me atraía su forma de actuar. A veces parecía una persona valiente y sarcástica, pero cuando la miraba en clases sin que se diera cuenta o en los recreos, su fachada parecía caer por unos segundos y solía tener la mirada perdida, como si estuviera pensando en todo y a la mismo tiempo en nada.

Tampoco tuve en cuenta en un principio, que esa atracción, esa curiosidad hacia ella, se podría convertir en cariño, y luego pasar a el amor. Porque sí, quiero a esta chica, y obviamente deseo lo mejor para ella.

Pierdo mi hilo de pensamientos cuando le siento sacudir los hombros, intentando apartarme. La suelto y le miro intentando volver a descifrar qué es lo que le pasa.

—El anillo, por favor —me vuelve a pedir, ahora más tranquila.

—¿Que pasa con él?

Me mira unos segundos y luego responde algo que me deja descolocado:

—Que no es tuyo Dani, es nuestro.

***

:)

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