12. Constelaciones

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¿Sabes esos momentos en los que sientes que se para el mundo? Como que el tiempo no pasa. No se escucha más que a los grillos y el sonido del viento chocar contra las hojas de los arboles a mi alrededor mientras trato de buscar las constelaciones que se me hacen conocidas en el cielo.

Pero toda paz termina. Y la mía llega a su fin cuando recibo un mensaje que interrumpe el silencio en el que estaba. Es un mensaje de Dani. Miro la hora antes que su mensaje y son ya las nueve y media de la noche. También recibí un mensaje de mi padre.

Dani:
«Aun te apetece quedar para armar la canción?»

Yo:
«Pensé que habías quedado»

Dani:
«Me sentía mal por dejarte plantada :)»

¿Eh?

»Estoy pasando por el ayuntamiento, voy a tu casa?

Yo:
«No no no, estoy en la campa. Donde la ultima vez»

Se acaba de desconectar. Me siento y me apoyo en el árbol que tengo detrás antes de abrir la conversación con mi padre.

Papa:
«Cuando vuelva vamos a hablar.»

Así, sin más.

Un poco más de amor y le da un ataque.

Levanto la cabeza del móvil cuanto escucho una carcajada delante mío. Cuando levanto la mirada, se cruza con los ojos grises de cierto chico y veo que es él el que se esta riendo. De mí.

Levanto una ceja antes de preguntar: —¿De que te ríes?

—T-tien —joder, ni una frase puede terminar el tonto este.

—T-tengo... —me burlo.

Hace un intento fallido de controlar su risa cuando se sienta a mi lado y me saca algo ¿del pelo?

—Tenias una hoja enganchada a el pelo —y se vuelve a reír.

Dios que vergüenza. Cojo la hoja con una mano y la aplasto para luego agachar la cabeza en un fallido intento de esconder mis mejillas coloridas.

Seguramente tenga unos pelos de loca, después de haber pasado la mitad de la tarde tumbada en el suelo. Si es que solo a mi se me ocurre no mirarme ni para ver si estaba "decente".

Levanto la mirada cuando siento un brazo alrededor de mis hombros y una mano posada en mi mejilla.

—Eyy, me reía de broma. Estas genial —cuando me sonríe no puedo evitar sonreírle de vuelta. Después de unos minutos, o segundos, en realidad no se, mirándonos suelto un suspiro y digo:

—En fin. Hablando del trabajo, he estado haciendo unos arreglos, pero tienes que probarlo con la guitarra. ¿No la has traído?

Me vuelve a levantar una ceja y luego señala con el pulgar a donde, como no, esta la guitarra.

—A ver, enséñame —. Mueve su mano hacia mi para que le de las partituras y me quedo mirándolo durante el tiempo que está revisando la hoja.

Lleva puestos unos pantalones negros y una camisa crema que tiene remangada por los codos. Con la mirada hacia abajo, casi no puedo diferenciar sus pecas y sus ojos parecen mucho mas oscuros. Se muerde el labio mientras frunce el ceño. Puede que me quede mirando su boca más tiempo del debido.

Levanta la mirada y me pilla mirándole fijamente y yo solo puedo sonreír ante la sonrisa que me lanza antes de coger la guitarra y ponerla en su regazo.

—Los arreglos están muy bien. ¿Lo probamos? —asiento— ¿Te sabes ya la letra? —también asiento.

Estamos más o menos una hora repitiendo la canción y aportando sugerencias, hasta que nos perdemos en una conversación sobre experiencias pasadas encima de un escenario.

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