Epílogo

57 5 0
                                    

23 de diciembre

No mantuvimos el contacto.

En parte fue culpa mía. Bueno, fue mi culpa del todo. Él lo intentó, miradas, saludos y sonrisas que eran imposibles de pasar desapercibidas, al fin y al cabo, seguíamos estando juntos en clase.

Pero a mí se me hacía imposible. ¿Cobarde por mi parte? Sí, tenía miedo de arrepentirme e intentar volver a él. Y no quiero eso.

No me justifico ni voy a hacerlo. Sé que a Dani le dolía al principio mi indiferencia, al igual que ya he notado que ahora no le importa.

Y esta bien. Yo trato de arreglarme y él sigue con su vida.

Lo vi hablar miles de veces con Sidney, (¿la recordáis? Es la del tour de su primer día), y un día me llegó el rumor de que estaban juntos. Oficialmente. Ya me lo esperaba, tampoco me pilló como una sorpresa, y por mal que suene, yo tenía más problemas de los que preocuparme que de su vida amorosa.

Además, la decisión de alejarnos fue mía. Eso es algo de lo que es difícil olvidarse.

Pero lo vi con ella y no sentí celos ni me sentí inferior. Me sentí feliz, feliz porque lo que sentimos en su momento fue mutuo, feliz por él, que había pasado pagina. Porque alma gemela no es sinónimo de el amor de tu vida.

Y Dani obviamente no ha sido el mío.

Participó en el concurso de música con ella. Yo avisé de que no podría participar y pensé que él no lo haría tampoco si no era conmigo, pero las cosas no acabaron como yo creía. Ellos dos ganaron. Tienen mucha química, así que es otra cosa que tampoco me sorprendió. Últimamente nada lo hace.

Supongo que compartirán el premio, al menos Dani no creo que lo desaproveche.

Él sí tiene futuro con esto.

Puedo decir que no me arrepiento para nada de haberlo conocido. Bien dicen que no es el tiempo que conoces a una persona si no la forma en la que lo haces. Él conoció a mi yo por completo y quiero creer que yo a él también. Las sonrisas y risas que me ha sacado no las voy a olvidar nunca, pero sigo creyendo que la situación no daba a más de lo que ya tuvimos.

Un día decidí ir a el árbol en el que pasamos la mayoría del tiempo. Creo que ya puede ser bautizado como nuestro. Fue la primera y última vez que volvería allí sin él y me fijé en una marca que antes no estaba.

En la parte baja del tronco, de cara a el pequeño pueblo, estaban las letras N y D, nuestras iniciales, y di por hecho que era algo que había escrito él. Tiene una letra pésima.

Las cosas en casa no mejoraron, no parezco ser del agrado de mi padre, y no creo que vaya a serlo en un tiempo.

Dudé en si contarle que una de las personas que más odiaba; la madre de Dani, estaba en el pueblo y se nos había burlado en la cara. Al final sí lo hice, no tenía nada que perder y me había fijado en que Dani y su hermana ya no vivían con ella, así que tampoco les afectaría nada.

Mi padre no lo tomó a bien, me dijo que era una mentirosa y fracasada. Me ha llamado, o más bien gritado, de varias maneras desde ese día. Insultos de los cuales la mayoría ni me acuerdo, me apagaba en el momento en el que entraba por esa puerta sabiendo lo que se me venía.

Quizá alejarse de esa casa no sea tan malo después de todo.

Este último mes antes de subirme al autobús del internado ha sido una auténtica basura, o una auténtica maravilla. Depende de cómo lo mires.

Intenté arreglarme a mí misma en el momento en el que me di cuenta de que nadie más lo haría por mí. Lo pienso y me parece casi imposible.

Arreglé las cosas con Claudia, pero no han vuelto a ser lo que eran. Gracias a ella he asistido a más fiestas y he conocido a más personas en este último mes que en toda mi vida.

Por mucha vergüenza que me cause admitirlo, beber y salir sí sirve como alivio. Pero solo durante un tiempo, el subidón dura muy pocas horas y después mi mierda de día se juntaba con un la enorme resaca que nunca falta después de una noche de fiesta. Pero era suficiente, supongo.

Cada fin de semana salía, me emborrachaba con mi antigua mejor amiga. Hablaba con chicos y chicas que sabía que no recordaría al día siguiente. Conocí una faceta que no sabía que tenía, o quizá es que simplemente la cree yo en base a lo que había pasado los últimos meses, como una coraza.

El caso es... que hice cosas de las que no me siento del todo orgullosa, no porque estuviera mal; una adolescente soltera puede permitirse liarse y acostarse con cualquier chico o chica que le apetezca. El problema está en que busqué cariño en gente momentánea, era consciente de que no me lo darían, pero quería sentir algo, cualquier cosa, que no fuera el vacío que me acompaña siempre desde hace tiempo.

Pero no puedes buscar sentimientos en alguien cuyo nombre ni conoces.

Dejé la música y me centré en el deporte y los estudios. Igual así papá se sentiría orgulloso, pensé, no tendría por qué darse cuenta del resto de cosas que pasaban por mi vida. No le importó, pero la esperanza yo no la perdía.

Ahora sí que la he perdido.

La semana pasada participé en mi último campeonato de surf. Quedé primera. Me dejo la felicidad y el buen recuerdo que eso significa para mí. Para cuando vuelva a hundirme y necesite levantarme.

Y creo que eso es todo...

Ahora estoy en el asiento del autobús que nos lleva a mí y otras quince personas a el internado donde tendré que terminar el curso y medio que me queda antes de ir a la universidad.

No sé cuáles son sus razones para estar aquí, pero sé cuales son las mías.

Aguantar el tiempo que estaré allí. Superar estos últimos meses, la destrucción de mi familia y de mí misma... Y volver a ser la Nora de antes.

La que despidió a su familia, leía para evadirse y cantaba para salvarse. Con sueños, metas y una sonrisa en la cara.

Sé que puedo, llevará tiempo, pero confío en mí.

En que lo acabaré consiguiendo.

Quizá No Tan Distintos ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora