Hace unos años Suzanne Simard, investigadora de ecología forestal de la Universidad en Columbia Británica (Canadá) descubrió que los árboles de la misma especie de cualquier bosque se comunican a través de las raíces y la micorriza entre sí, y no solamente enviándose moléculas de elementos básicos y necesarios, sino también intercambiando información para reaccionar ante plagas o peligros.
Incluso descubrió que los árboles más viejos del bosque cuidan de los más jóvenes para que estos se desarrollen adecuadamente, enviándoles, a través de la micorriza, moléculas de elementos de los que carecen. Curiosamente esta noticia no ha tenido ninguna repercusión ni los medios se han hecho eco de ella. Supongo que no interesa porque en cierto modo replantea uno de los principios básicos de la teoría de la evolución, como es la competencia entre los seres por la supervivencia. Resulta que la naturaleza no es tan salvaje como nos han dicho, y que los árboles, los hongos y los seres de un ecosistema se comunican entre sí y colaboran en lugar de competir.
Supongo que no interesa darnos cuenta de que el resto de seres vivos del planeta, bien sean árboles, plantas o animales, tienen consciencia... Es más fácil creernos dueños de todo, seguir con nuestras comodidades, nuestras vidas programadas, comprando, jugando a videojuegos o viendo la televisión para no pensar, para no despertar, para no darnos cuenta de que no somos los dueños del mundo, de que no somos el centro del universo, ni siquiera de este planeta. Sólo somos una especie más y la Tierra es nuestro hogar y también nuestra madre. No nos pertenece, somos nosotros los que pertenecemos a la Tierra. No tenemos derecho a exterminar otras especies, a acabar con los hábitats de cientos de especies de animales, condenándolos así a una extinción sin remedio. No tenemos derecho a acabar con bosques y selvas para urbanizar, o para fabricar papel o madera. Esto no es nuestro, nadie nos ha dado permiso para hacer lo que hacemos, para contaminar la atmósfera, los mares, los ríos... Somos la especie más evolucionada del planeta y deberíamos ser la más consciente, ni siquiera necesitamos cuidar del planeta, lo ha hecho solo durante millones de años, mucho antes de que los homo sapiens apareciesen sobre la faz de la Tierra. Lo único que teníamos que hacer era no estropearlo, y ni siquiera somos capaces de hacer eso, todo por la codicia, por el interés, por la falta de consciencia.
A lo largo de la Historia ni siquiera hemos sabido respetar a nuestros hermanos de especie, y el hombre blanco se ha dedicado a matar, esclavizar y en ocasiones casi exterminar a personas de su misma especie porque eran de una raza diferente, con otro modo de pensar y otra cultura.
Por suerte hubo otras razas humanas que veían las cosas de modo distinto, pero el hombre blanco no las respetó y casi acabó con ellas por soberbia, por no saber escuchar y por no saber dónde está realmente Dios.
Nos hemos convertido en una plaga para el mundo y nuestro planeta es un organismo vivo que tratará de defenderse de la especie que pone en peligro su existencia.
Debemos considerarnos iguales, comprender que todos somos lo mismo. Todos somos Dios.
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El despertar: en búsqueda de la sabiduría
RandomEn el tejido complejo de nuestra existencia, nos vemos inmersos en un mundo saturado de temores, ignorancia, egoísmo y aflicciones. Un escenario donde la oscuridad, el rencor y la ira parecen enraizar en el corazón humano y en la sociedad misma. Mi...