1. Primera Vista

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El día de mi décimo cumpleaños, por primera vez en mucho tiempo, acepté que no tengo una vida normal. Que las personas que vivimos como yo lo hago, no podemos llevar una vida normal al cien por ciento.

Desde que entré a este hospital a los siete años hasta hoy, que volví a internarme para hacerme análisis, me he dado cuenta que cada folleto que hay en la sala de espera de este hospital que habla sobre el cáncer no tiene la más mínima idea de lo que es vivir con ello.

"Puedes llevar una vida normal a pesar de tener esta enfermedad". ¿En serio? Díganle esto a la Amara de ocho años que faltó a la excursión de su escuela porque un día antes de que sucediera enfermó. Estoy totalmente segura de que se hubiera puesto a llorar de lo enojada que se habría puesto.

Pero no hay nada que se pueda hacer. Cuando las personas no han vivido alguna situación critican desde su vivencia. Guau, que buena frase, debo apuntarla antes de que se me olvide. Saque de mi bolsa el diario que siempre llevo conmigo y escribí la frase.

La hora en el reloj que llevaba en la muñeca me sorprendió. Debo irme, debo ir a un tratamiento. Si llego tarde Tomy me matará. Me puse de pie rápidamente, tomé mis cosas del suelo y caminé hasta llegar a la puerta.

Detesto que el ascensor esté tan lejos de la recepción. Puede estar más cerca. Sacudí mis zapatos en la entrada.

—Hola Amara —saludó Marisa.

Una enfermera. Gracias a todos los años que llevo aquí he podido conocer a muchas personas. La verdad, me hubiera encantado conocerlos en otras circunstancias. En circunstancias muy, muy diferentes.

—Hola, te ves preciosa.

Me sonrió.

—Tú más. ¿Cuándo entraste?

—Ayer. Mis pequeños amigos llamados pulmones no se portarón bien.

Ella rió.

—Lo harán. Te lo aseguro.

Le sonreí y guiñe un ojo bromeando.

—Debo ir a un tratamiento, te veo luego.

Se despidió de mí y cada una continúo con su camino.

Una pequeña molestia en la nariz me hizo detenerme de nuevo. Bendita cánula, siempre que me la coloco me da comezón. La arregle antes de que me causará una alergia y se convirtiera en algo mayor. La voz de Babi llamó mi atención.

Babi, mi Babi. Es como una tercera madre, la segunda es mi abuela, de hecho.

—Oh, sí claro, los estábamos esperando.

Gire para ver con quién hablaba. Y en ese instante, en ese preciso instante todo empezó. Empecé a vivir una tortura. La tortura más hermosa del planeta, el amor. Vi a un chico alto, guapo. Y con él una chica rubia, hermosa también, ella parece sacada de revista. Pero no fue eso lo que me hizo mirarlos durante unos minutos. Fue el chico y esa sonrisa.

Sonreí, ay por Dios, es la primera vez que me ponga nerviosa por ver a un chico, y es que está guapísimo, no puedo mentir.

Pero no tan guapo como él. Maldición, voy a perder mi tiempo con él. Miré la hora en el relo, voy tres minutos tarde. Caminé apresuradamente y subí al elevador para llegar al segundo piso a la sala donde se hacen las quimioterapias.

Llegué cansada al lugar, saludé a algunas personas conocidas y me pare a respirar un instante, a veces olvido que no soy tan fuerte como siento.

La verdad es que siempre me ha encantado venir a está hora, no solo porque así podré descansar durante toda la tarde si no que también lo podré ver a él y será mi enfermero encargado. Y cuando hablo de él me refiero a Thomas, mi Tomy. Mi enfermero favorito y mi crush del hospital desde que tenía 15.

—Buenos días Tomy —saludé mientras me sentaba en la silla vacía frente a él.

—Buenos días fueguito.

Sonreí.

Me ha llamado así desde que me conoció, como soy peliroja y cuando me enojo suelo ser como el fuego, puedo destruir todo a mi lado. Pensándolo bien, no sé si eso es bueno o malo.

—¿Lista para la conversación más interesante de tu vida?

—Por supuesto.

Colocó la intravenosa y mi tratamiento empezó.

—Cuéntame Mara, ¿cómo va ese libro?

—Perfecto, la protagonista aceptó el amor de su mejor amigo.

—Me parece genial, ya llevaba como cuatro capítulos rechazándolo. Apuesto que aceptó su amor cuando otra chica le coqueteo.

Abrí mi boca sorprendida. Este hombre siempre lo averigua.

—¿Cómo lo sabes?

Me guiñó un ojo.

—Lo supuse.

Siempre me ha encantado contarle sobre los libros que leo, es muy curioso porque siempre logra adivinar lo que va a pasar en ellos.

Karine, una enfermera que también me ha ayudado mucho en todo el tiempo que he pasado en el hospital llegó con nosotros.

—Creo que tendré que interrumpir su preciosa charla —dijo viendo a Tomy—. Te esperan en pediatría.

Asintió.

No. No pueden llevárselo tan rápido.

—¿Nos vemos a las seis en la cafetería? —preguntó.

—Claro.

Me sonrió y se fue del lugar.

Solté un suspiro y me relajé para evitar que esto me doliera.

Karine rio llamando mi atención.

—¿Estas bien?

Asintió.

—Pero debo confesarte que la verdad no fue suposición.

La miré extrañada.

—¿Qué cosa?

—Que Thomas adivinara como aceptó la protagonista a su amigo.

—¿Entonces?

—Se leyó el libro cuando le contaste que lo estabas leyendo y así poder conversar sobre el contigo. Dijo que le encanta ver tu sonrisa de asombro cuando finge adivinar algo.

Me sonrojé. Él hizo que me sonrojara.
Siempre es así, siempre me hace quererlo cuando no puedo.

No puedo Tomy. No puedo Amarte.

Y eso me duele más que nada en el mundo.

Mi último latido #2 [ Trilogía latidos ] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora