10. Estrella #1

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Desde que era pequeña he creído fielmente en que las estrellas son la creación más bonita que existe. Brillan más que nada y siempre están alumbrando a los demás con su luz.

Siempre pensé que eran eternas, que brillaban por toda la eternidad. Pero estas son como nosotros los humanos, tienen un final. Las estrellas también pueden morir, su muerte es un suceso importante. A este se le llama supernova, es el mayor estallido qué existe en el universo. Es algo tan hermoso.

Desde pequeña soñé con ser una estrella, al fin y al cabo nos parecemos ¿no? O bueno, eso dice mi abuela todos los día que lloro por mi aspecto. Con el paso de los años fui cambiando mi perspectiva, sigo queriendo ser una estrella, pero ahora quiero ser esa supernova. Quiero que al morir me convierta en un suceso impresionante y en algo muy hermoso.

El dolor en mi brazo me trajo de nuevo a la realidad. Karine alzó su mirada al ver que me moví por el dolor.

—Disculpa Mara.

—No te preocupes, ya está.

Me sonrió.

La aguja duele en mi piel, el líquido arde al entrar en mí. Sé que con los minutos dejará de doler pero aún así estos pocos minutos me duelen un resto. Cerré los ojos un instante para evitar mostrar mi dolor.

—Debes tener cuidado al momento de introducir la aguja, no todas las pieles son iguales ni mucho menos las venas —explicó Karine a Laura, la amiga de Mathew.

—Entendido. Pero ¿Si les duele mucho?

—Buscamos alternativas, por ejemplo, las venas de Amara son muy sensibles así que con ella usamos agujas para niños. Son más delicadas y suaves.

—¿Y así no te duele tanto? —Me preguntó sorprendida.

Negué.

—Duele lo normal. Pero no persiste como con las otras.

Me sonrió.

—Estoy segura que te acostumbrarás pronto a todo esto.

Alzo su mano haciendo un gesto como restando importancia. Reí.

—Yo me acostumbro, lo que me preocupa es mi amigo. Él no podrá tan fácil.

—¿No?

Negó.

—Debo irme —informó Karine—. Quédate con ella por favor Lau.

—Con gusto.

Se sentó donde estaba Karine y la segunda salió de la sala de quimioterapia.

—¿Por qué crees que tu amigo no se acostumbrará fácil?

Suspiró.

—Cuando era pequeño su madre falleció, él no lo recuerda bien, pero presenció toda su muerte. Estábamos escondidos para saber como estaba su madre y ella lo descubrió con su mirada. Le sonrió, su última sonrisa fue para su hijo. Y segundos después su mirada se quedó vaga, murió. Su mente borro todo esos recuerdos.

—Cómo protección.

Asintió.

—Así que por muchos años no entra a un hospital. Ahora lo ve normal, no es una gran fobia, puede entrar a ellos fácilmente. Pero el ver a la gente correr en ellos estar nerviosos u otra cosa es lo que le altera.

—Tal vez podamos evitar que esté en esas áreas.

—Lo haremos.

Bajo su mirada un instante a mi brazo. Tal vez para chequear qué todo fuera bien. Pero sé leer a las personas y estoy segura que quiere decirme algo.

—¿Quieres hablar de algo?

Alzo su mirada y asintió.

—Yo vi toda la escena ayer.

Cerré los ojos por la vergüenza.

—Fue muy vergonzoso.

—No, fue como de película. Yo sentí que ya se besaban por la tensión qué había.

Reí.

—¿Qué pasó después?

—La chica se fue. No sin antes pasar presumiendo sus zapatos de diseñador.

—¿Eran de diseñador?

Asintió.

—Tres temporadas pasadas pero sí.

Reí.

—¿Son novio? Tú y el enfermero.

Negué.

—No, pero ayer lo nuestro paso a otra etapa. Espero pronto sea para un noviazgo.

Soltó un gritó de felicidad. Todas las personas a nuestro alrededor la vieron con rareza. Ella los ignoro deliberadamente. Reímos juntas un poco más y continuamos con el tratamiento

Me duele el cuerpo. Demasiado.

Es normal después de la quimioterapia. Muy normal. Y puedo decir que ya me he acostumbrado a tanto dolor. Pero hay que verle el lado positivo a cada cosa, siempre que tengo tratamiento puedo ver a mis amigos.

Lo curioso es que siempre me toca con los mismo, con Thomas o con Karine, es demasiado raro cuando me atiende otro enfermero. Pero bueno, casi nunca le presto atención a todo eso. Cerré mis ojos un instante para descansar y en cuestión de segundos me quedé completamente dormida.

No sé cuanto tiempo pasé dormida, pero una voz suave y cálida me despertó llamándome por mi nombre.

—Hola Amara.

Abrí mis ojos lentamente para encontrarme con el rostro de Tomy frente a mí

Le sonreí.

—Hola Tomy.

Apretó sus labios mientras reía.

—Nunca te he dicho que me encanta como suena mi nombre en tus labios ¿verdad? Suena tan hermoso y único.

—¿Acaso has venido hasta mi habitación a esta hora solo pata decirme ello?

Mire el reloj en la mesita, dos treinta de la mañana.

—No, he venido porque es la hora en que más oscuro está el hospital. La vamos a necesitar.

—¿Y para qué necesitatiamos oscuridad?

—Mira arriba Mara.

Alcé mi mirada de inmediato. No puede ser.

En ese momento me olvide de como respirar. Mi techo, está repleto de estrellas fosforescente, algunas forman galaxias y otras están solas. Mi habitación está completamente alumbrada por ellas. ¿Cómo no lo note antes?

—¿Las has puesto mientras dormía?

—No, las puse mientras estabas en quimioterapia, pero tuve que esperar hasta ahorita para mostrártelas.

—¿Por qué lo has hecho?

Sonrió.

—¿Acaso no lo sabes? No hay corazón que te ame más que el mío.

Suspiré.

Si no muero por el cáncer moriré de amor por este hombre.

—Siempre te han gustado las estrellas, no puedo bajarte una pero si traerlas a tu habitación.

Las lágrimas salieron de mis ojos isn avisar.

–Gracias Tomy.

Me sonrió.

—Te quiero mucho, Mara. Hazme un enorme favor y no lo olvides.

Esa fue la primera vez que Thomas me regaló las estrellas. Durante mi vida me regalo bastante de ellas.

1. Fuiste capaz de conocer cada uno de mis gustos. Conocías hasta lo que yo no sabía que me gustaba.

Mi último latido #2 [ Trilogía latidos ] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora