14. La Última Vez

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Entré en mi cuarto con un cansancio tan grande. Sé que caminé pero no hice más ejercicio de lo normal. Mi respiración pesa y mi cuerpo duele. No me puedo mover sin sentir que el mundo se viene sobre mí. No recuerdo como logré llegar hasta el botón al lado de mi cama para llamar a Babi. Pero antes de que ella llegara todo se volvió negro.

Mi cabeza duele y pesa, siento que me han puesto diez mil cosas sobre ella.

—Tú no tienes derecho a estar aquí. No le importas para nada a ella.

¿Esa es la voz de mi madre?

—Amara me ha pedido desde hace meses que me quedase a su lado cuando ustedes no puedan estar. Además, soy su enfermero.

¿Thomas?

—Tomy —susurré.

Oí como corrió hacia mí. Abrí lentamente mis ojos para poder verlo, sin embargo, me mareé en cuanto lo hice. Me siento super mal, siento que me han quebrado el cuerpo entero en trocitos. Tony pasó su mano por mi cabello sobando mi cabeza.

—Aquí estoy. Tus padres también. Tranquila Mara, no te esfuerces.

Traté de sentarme pero no lo logré. Mi cuerpo duele y pesa demasiado. Odio cuando esto sucede. No es la primera vez que lo siento. Lo sentí cuando todo empezó, cuando descubrieron qué tengo cáncer de pulmones muy avanzado.

—Tranquila fueguito, todo está bien. Voy a levantar el respaldo de la cama. Y vas a tratar de abrir los ojos muy lentamente, pero tendrás que esperar unos minutos para eso. ¿Si?

Asentí. Se que cuando hay un movimiento un poco rápido y tengo los ojos abiertos me mareo demasiado. La cama se inclinó hasta que yo quedé un poco más elevada. La voz de Thomas volvió a darme paz.

—Eso es, ahora abre tus ojos Mara.

Le obedecí. Las luces de la habitación y la luz que entraba por la ventana me hizo cerrar los ojos de nuevo. Me duele la cabeza, es un dolor inexplicable qué no me permite hacer nada.

—Ya haz hecho demasiado, ya puedes irte de aquí —habló papá.

Ellos nunca han querido a Thomas, no desde que invadieron mi privacidad y leyeron mis conversaciones con él y con mi abuela. Específicamente donde le decía a mi abuela que me estaba enamorando de él. Oí como Thomas suspiró, iba a darse la vuelta pero tomé su muñeca antes de que se fuera.

¿Cómo pueden creer ellos qué quiero quedarme sola con ellos? Prefiero mil veces que Thomas se quede aquí a que ellos lo estén. Si fueran mi abuela y Peter lo permitiría pero esto no. No quiero que se queden más aquí. A pesar del gran dolor de cabeza que tengo abrí los ojos.

—No te vayas —le susurré—. No te vayas Tomy.

Me sonrió. Su sonrisa es como un motor para mí es como si me dijera que yo puedo lograrlo.

—Sabes que si ellos no desean mi presencia no puedo quedarme.

Lo sé, lo sé muy bien. Mis padres son capaces de pedir un cambio de enfermero y entonces empezarían a investigar a Thomas y conociendo a Lucas Anderson, un abogado prestigioso es capaz de hacer de todo solo para lograr lo que él desea.

—No te vayas, solo espera un minuto.

Es el tiempo que me toma en recomponerme, de tantas veces que me pasa esto ya sé hasta sus horarios.

Respiré hondo cuando me sentí bien, abrí los ojos de nuevo.

—Mamá, papá —hablé lo más tranquila posible—. Thomas es mi enfermero asignado, yo lo elegí. Y les voy a pedir el enorme favor que evitemos un problema mayor entre todos y no hagamos nada para que deje de serlo.

Suspiré. Me cuesta respirar bien en estas situaciones.

—Ahora Thomas, cuéntanos ¿qué tengo?

Tomó una respiración profunda y habló, su voz tembló al hablar.

—Tus pulmones ya no quieren reaccionar. No sabemos que es lo que pasa. Te aplicamos la medicina necesaria, tus tratamientos y todo, pero se supone que después de los tratamientos no debería pasarte eso. Los acabas de tener así que estoy haciendo unos exámenes con tu sangre y te lo comentaré.

Hay cosas en la vida que nunca somos capaces de comprender. Cosas que tal vez sepamos pero por más que nos esforcemos no somos capaces de aceptar. Dicen que cuando sucede algo la mente comprende antes que el corazón. Ese es mi caso. Lo comprendí muy bien, voy a morir, pero por más que mi mente ya lo sabe mi corazón aún no es capaz de aceptarlo.

Y el corazón de Tomy tampoco lo comprende. Yo sé la respuesta a esa pregunta, la se a la perfección.

—Muchas gracias —respondió mamá ante eso.

Vi a papá esperando que hablara, pero no lo hizo. Su teléfono vibró por una llamada.

—Debo contestar, permiso.

Y sin nada más salió. Eso es a lo que estoy acostumbrada. Papá nunca está presente, mamá lo está pero ausente. Que ironía. Y aún así se atreven a venir a juzgarme a diario. Salieron ambos de la habitación y vi a Thomas.

—No es cierto —dije llamando la atención de Thomas.

—¿De qué hablas?

Me sonrió, me dio la sonrisa más fingida.

—Si sabes que tengo Thomas, di la verdad.

—Tu cuerpo dejo de aceptar la medicación Amara. No es fácil para mí aceptarlo y lo sabes, los exámenes si son ciertos.

Una lágrimas empezaron a salir de mis ojos. Cubrí mi rostro con mis manos y empecé a llorar. No es fácil para mí, no lo es. Nunca lo ha sido. Fue muy difícil para mí aceptar que estaba enferma y ahora debo aceptar que moriré.

—Hazme un favor Mara, no te alejes de mí. Permíteme quedarme a tu lado en este proceso. No te voy a abandonar, lo juro.

—No quiero hacerte daño.

—No me dañas. Permíteme ser el hombro en el que puedas recostarte, permíteme ser el pañuelo qué limpie tus lágrimas y lo que te haga reír. Permíteme ser tu todo y nada a la vez.

Su mirada se quedó fija en mí. Su mano sobre la mía me dio apoyo y esperanza. Y ahí me di cuenta de todo.

—Thomas.

—Mara.

—Yo.. Creo que te amo.

Sonrió.

—Yo también te amo preciosa.

Pero a veces el amor no es suficiente para algunos.

Mi último latido #2 [ Trilogía latidos ] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora