12. Un Final No Tan Feliz

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He llegado a la conclusión que todos queremos lo que no se puede, somos fanáticos de lo prohibido. Mi escritor favorito dijo ello y desde que lo leí me enamoré de esa frase. Tal vez porque me identifico demasiado con ello. No porque el amor entre Thomas y yo no se pueda dar porque no era correspondido, es prohibido porque yo estoy a punto de morir y no puedo ilusionar a Thomas.

Me encantaría y siempre he soñado con un futuro muy bonito en el amor, enamorarme, formar una familia y ser feliz. Pero parece que lo único que lograré hacer es encontrar al amor, y con la misma rapidez con la que lo encontré lo dejaré ir. Por eso siempre temí amar a Thomas, siempre he buscado excusas para poder dejar de amarlo, pero por más que trato nunca lo logro. Thomas siempre es capaz de hacer que me enamore más de él a diario.

Una mano pasó frente a mi rostro. Parpadee volviendo a la realidad. Miré a Tomy a mi lado.

—Llamando a Mara, llamando a Mara —pronunció con una voz graciosa.

Reí.

—Amara volvió a la realidad.

Me sonrió y volvió su atención al frente. Vinimos a un parque, al central Park para ser exactos, Thomas tiró una manta en el pasto, compró unas hamburguesas y nos sentamos a comer en este lugar.

—¿Te gustó? —preguntó con una pizca de miedo en su voz.

Lo noté porque escuché como su voz tembló.

—Me encantó.

Suspiró.

—Me alegra, porque te lo juro que busqué en cada uno de tus libros favoritos y me costó re colectar momentos que te gustarían vivir.

Apreté mis labios para no sonreír. ¿Lo ven? Siempre me enamoro de él, por casa palabra que él no nota que me enamora, o esas pequeñas acciones que cambian todo.

—Amor o muerte es el picnic en el central Park, las hamburguesas no logro recordar de donde.

—La hamburguesas es porque no logré encontrar los panes que hace Agustus Waters, pero traté de imitar la situación.

—¿Por qué? ¿Me dirás que gastaras tu deseo en llevarme a conocer a mi escritor favorito?

Le di una mordida a mi hamburguesa mientras miraba a Thomas. Lo que hizo me dejó muda, asintió. Thomas asintió.

—No tan así, te quiero invitar a irnos de viaje a Ámsterdam.

Me quedé muda. No dije ni hice nada.

Ya he mencionado que mi libro favorito es Bajo la misma estrella y que siempre soñé con conocer Ámsterdam. Pero pensé que nunca podría hacerlo.

—Thomas —susurré—. Deja de jugar conmigo por favor.

—No lo hago fueguito, tú sabes que a ti nunca te miento.

—¿Qué? ¿Qué dices?

Asintió.

—Compré boletos, averigüe reservaciones de hoteles y todo está preparado. Nos vamos en tres semanas.

Las lágrimas empezaron a salir de mis ojos sin parar. La gente empezó a verme muy raro.

—Mara, preciosa, no llores por favor. La gente pensará que te terminé o algo así.

Pero eso solo me hizo llorar más.

Una chica se acercó a mi rápidamente.

—¿Estás bien?

Asentí.

—Me voy a Ámsterdam. Me voy a Ámsterdam con el hombre que amo.

La chica me sonrió como si ese también fuera su logro.

—Felicidades, a ambos.

Tony agradeció y se acercó más a mí para abrazarme. Le correspondí el abrazo de inmediato.

—Gracias Tomy, gracias. No tienes ni la más mínima idea de cuanto.

—Yo a ti Mara, yo a ti.

Me abrazó por un tiempo.

Este hombre es el amor de mi vida, lo sé, lo siento siempre que me abraza, que me da un beso, o que me dice una palabra bonita. Y estoy segura que si esto no se da me equivoqué de vida de vida no de amor.

Voy a viajar con él a Ámsterdam, ¡a Ámsterdam!

—Estás feliz ¿cierto?

Asentí como loca. Me alejé de él y lo vi. Su cabello esta un poco desordenado y esa sonrisa lo hace ver más guapo siempre.

—Me encanta esto Tomy.

—A mí también, Mara, estoy seguro que será un viaje increíble. Lo planearemos muy bien.

Debo contarle a Peter y a mi abuela. También le diré a mis padres que den la dirección de la foto que tienen colgada en su casa.

Y de un momento a otro la realidad me golpeó. Fue como si me lanzarán un balde de agua helada.


—Mis padres.

Apretó sus labios y asintió con pesar.

—Ese es el problema, tienes que someterte a unos exámenes para ver si eres apta para viajar, entonces hablamos con tus padres. Eso sí, no querrán que nos vayamos solos, así que pregunté a tus enfermeras favoritas.

—A Babi y Karine.

—Exacto, Babi no puede, tiene mucho trabajo acumulado. Y Karine...

Dejó la frase colgando en el lugar como si tuviera que adivinar.

—¿Qué dijo? ¿Qué dijo Thomas?

Sonrió.

—Que desesperada, Mara. Pero sí, dijo que tenía vacaciones acumuladas y que cuando quisiéramos podía hacerlo.

El grito que pegué se escuchó más alto que mi llanto.

—Entonces si podremos hacerlo.

Asintió sonriendo.

—Lo haremos Mara, lo haremos.

—¿Te imaginas eso? Vamos a visitar la casa de Ana Frank, o algunos otros lugares, librerías, hay que visitar librerías Tomy.

Asintió.

—Lo haremos, pero si no te terminas esa hamburguesa no vamos.

Mordí mi hamburguesa de inmediato. Ril y dio un beso a mi mejilla.

—Te quiero Mara.

—Y yo a ti Tomy.

Pasamos otro rato en el parque, comiendo y platicando de los planes de nuestro viaje. También me platicó que tendría que salir mañana y no me vería hasta la noche, pero que mi pedido de flores semanal estaría en mi cuarto.

Ese día fue perfecto. Pero como todo en la vida se arruina, mi día también se arruinó.

Mi cuerpo falló justo esa noche.

Mi último latido #2 [ Trilogía latidos ] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora