Me tiritaban las piernas, tenía el corazón en la boca, unos minutos más y lo escupiría en la cara de Mikey.
- Calmate Gerard... Todo va a salir bien. - dijo acomodandome la corbata por quinta vez, eso no me tranquilizaba en lo más mínimo.
- ¿Y si dice que no? - pregunté apoyándome en la pared, de pronto, me sentí como en una nave espacial, encerrado, agobiado y sobretodo, muerto de miedo.
- Frank te ama, no dirá que no, no seas estúpido. - respondió riendo, mientras sacaba la rosa del vaso con agua y recortaba su punta y hojas.
- ¿Tienes los anillos? Joder...Creo que me voy a morir ahora mismo. - mascullé bebiendo del vaso de agua donde se encontraba la flor. Mikey no borraba la sonrisa de idiota de su cara, mientras se acercaba para colocar la rosa en el bolsillo de mi traje blanco.
- Los tengo, los tengo... Deja de agobiarte. - dijo dando unas tristes palmaditas en mi espalda. Respiré hondo, lentamente, sintiendo cada partícula de oxígeno recorrerme desde dentro, hasta llenar mis pulmones para que yo por voluntad los vacíe de nuevo.
- ¿No nos podemos saltar esta parte? Yo con el viaje de casados a Cuba ya me conformo... - susurré llenando una copa de Whisky a escondidas de Mikey, parado detrás del sofá y disimulando de mala manera.
- Venga campeón, no será para tanto. - rió viendo como tragaba el chupito del líquido escocés.
- Creo que voy a vomitar... - dije tocándome el estómago con las manos.
- No hagas drama, vamos va, que ya es hora. - finalizó tomando mi brazo y llevándome hasta el jardín del enorme local que habíamos alquilado para la ceremonia.
Afuera, toda la multitud se congregaba sentada en sus sillas correspondientes. Un camino con alfombra de terciopelo rojo se extendía hasta donde el arco, decorado con rosas blancas. Al otro extremo el hombre que oficiaría nuestra unión, parado justo detrás de Frank.
Nos íbamos acercando con Mikey, sintiendo todas las miradas de familia y amigos clavadas en nosotros. Miré a mi prometido, llevaba un traje negro hecho a medida, con la camisa blanca y una seductora corbata negra, haciendo juego con su pelo. Llegamos hasta allí cuando la música terminó, susurré un tímido "hola" en el oído del menor y dejé un beso en su mejilla, oliendo la exquisita colonia que llevaba encima. El hombre procedió a iniciar la ceremonia, no escuché ni una palabra, para ser sinceros. Frank me miraba, yo le miraba a él. Sus ojos reflejaban felicidad, amor, satisfacción...
Yo juraría que estaba igual, completamente emocionado, nervioso, pero enamorado a la vez.- Demos paso a los votos matrimoniales... - sonrió el hombre extendiendo ambas manos hacia nosotros. Tragué saliva mientras Mikey sacaba los anillos y yo volvía a repetirme en la cabeza el discurso que había preparado.
- Gerard... - escuché al hombre de traje decir mi nombre y sabía que debía empezar. Asentí viéndolo de reojo antes de devolver mi mirada a su dueño, a Frank. Aclaré mi garganta, repasando todos los presentes, luego miré a Mikey y finalmente me decidí a hablar, cruzando mirada con el bajito pelinegro.
- Frank... - el mencionado asintió con una leve sonrisa -... Años, es el tiempo que he pasado pensando en la persona con la que compartiría mi vida, he imaginado todo tipo de perfiles, toda clase de actitudes... Pero en algún momento, fuiste tú quien se adueñó de mis pensamientos. Entonces comprendí algo... Comprendí que no quiero despertarme y contemplar otros ojos más que los tuyos, que no quiero volver a casa y recibir beso si no proviene de tus labios, que no quiero sentir, si no es para sentirte cerca. Ambos sabemos que toda esta ceremonia es solo un hecho, un hecho que me enamora a cada segundo más de ti. Un hecho como cuando cruzas la calle sin mirar, o como cuando cantas en la ducha, otro hecho más en el que demuestro que soy incondicional hacía a ti. Has alumbrado mi vida con magia, hechizos que solo tú y yo seremos capaces de entender.
Por eso yo... - cogí el anillo, seguido de la mano de Frank para colocarlo allí. -...me entrego hoy a ti, Frank. Para sostenerte cuando caigas y cuidarte cuando enfermes. Para quererte y adorarte, en cada segundo, en cada lugar. Para protegerte con la vida y regalarte mi corazón todas las noches. Y para amarte, incluso en los días de tormenta, cuando no lo merezca, hasta que duela, hasta que mi corazón se detenga, mi alma seguirá anhelándote, hasta el fin de su eterna existencia, hasta que la última estrella del cielo se apagué. - Terminé acabado de colocar el anillo en su dedo. Ahora los ojos del menor brillaban aún más, hundidos en lágrimas. Di las gracias por haber sido el primero y no tener que hablar ahora, porque tenía un nudo en la garganta que a penas me dejaba filtrar aire.- Frank... - dijo el hombre señalando que era su turno. El pelinegro asintió tomando mi mano, la calma que sentí en dicho instante creo que no se puede describir con palabras.
- Gerard... - comenzó en un suspiró, una sonrisa apareció en el rostro de ambos. -... Hay un poema que ambos conocemos, uno que leíste en una de nuestras primeras noches, en aquél sofá que fue tuyo y hoy es nuestro. Ese poema siempre ha habitado en cada fibra de mí, recordándote, con la misma pasión de siempre. Y mientras me alejaba de ti por las noches, esperando a encontrarte mañana, lo recitaba en voz alta sin detenerme, para que a la siguiente noche, me detuvieras tu con tus labios:
Tú vives siempre en tus actos.
Con la punta de tus dedos
pulsas el mundo, le arrancas
auroras, triunfos, colores,
alegrías: es tu música.La vida es lo que tú tocas.
De tus ojos, sólo de ellos,
sale la luz que te guía
los pasos. Andas por lo que ves.
Nada más.Y si una duda te hace
señas a diez mil kilómetros,
lo dejas todo, te arrojas
sobre proas, sobre alas,
estás ya allí; con los besos,
con los dientes la desgarras:
ya no es duda.Tú nunca puedes dudar.
Porque has vuelto los misterios
del revés. Y tus enigmas,
lo que nunca entenderás,
son esas cosas tan claras:
la arena donde te tiendes,
la marcha de tu reloj
y el tierno cuerpo rosado
que te encuentras en tu espejo
cada día al despertar,
y es el tuyo. Los prodigios
que están descifrados ya.Y nunca te equivocaste,
más que una vez, una noche
que te encaprichó una sombra
-la única que te ha gustado-.
Una sombra parecía.
Y la quisiste abrazar.
Y era yo...Gerard... - puso lentamente el anillo en mi dedo. -...me entrego a ti en todo lo que soy y lo que poseo, me entrego en cada pensamiento, en todos mis sentidos, en alma y cuerpo, dejando claro, que mi corazón ya te pertenece desde hace mucho. Y juro amarte, cuidarte, velar por ti, recordarte... En cada suspiro, en cada parpadeo, más allá de la vida, y no Gerard, la eternidad no tiene sentido, si no es para vivirla contando largos años contigo. - besó mi mano para separarse después. El hombre volvió a susurrar algo antes de declararnos matrimonio finalmente.
Y daba igual todo.
Las mejillas mojadas.
Los aplausos.
Las respiraciones nerviosas.
Porque su mano estaba en mi mano.
Y sus labios se prendian en las llamas del amor junto a los míos, en una eternidad que no nos pertenecía, pero con una vida que para siempre ya sería nuestra.
Una vida lista para saborearla, para recorrerla igual que nuestras manos cuando recorren el cuerpo del otro.
Viajamos en invisibles nubes, siempre paralelas, siempre atentas a la felicidad vecina.
Los ojos de Frank nunca los olvidaré, el tacto de sus manos, su aroma...
Su presencia por siempre cercana a la mía, su corazón siempre latiendo junto al mío, a destiempo sí, pero ese, es nuestro gatuno y perfecto caos común...Fin.
Nota: pasaos por mi nuevo fic: 69 noches con Gerard Way
^^
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My Kittie Frankie -frerard-
Fanfic#TercerFic Hace mucho tiempo y debido a sus malas acciones, sobre un joven de apenas 20 años cayó una maldición. En una de sus peores noches, Frank es salvado por un misterioso chico llamado Gerard. Hecho que hará, que mutuamente cambien sus vidas...