Capítulo VI

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A pesar de haber dicho que iría junto a la corte no fui, lo primero que hice fue subir las escaleras encaminándome a la habitación de mi tío Usher, padre conmigo lucía nervioso y Tamar masticaba trocitos de queso en un mal hábito que tenía cuando se ponía nerviosa.

Los guardias eran muchos y se inclinaban al verme pasar de forma molesta porque eran aquellos mismos hombres y mujeres con los que aprendí a luchar con espadas de madera para no hacernos más que moretones en cada batalla, respondía cada inclinación con un asentimiento, merecían el mismo respeto que yo.

El aire se volvía pesado a medida que avanzaba y estaba segura que Elio estaba entrando en una crisis peligrosa, pero sabía que tan pronto mi tío lo pille utilizaría el calor de sus llamas para derretir todo aquello que mi primo congeló.

La escena en donde el falso rey lo apuñalaba se reinició en mi cabeza, mis manos temblaron levemente, pero me armé de valor, llegando al pasillo final. Mi tía Lucrecia estaba sentada, junto a ella Camille y West, parado junto al ventanal casi congelado estaba Elio, y todos, tan pronto me vieron se levantaron para mirarme, no supe que decir y quedé aún más muda cuando lentamente, se inclinaron, hincando su rodilla derecha en el piso, con la cabeza baja y temerosos.

Eso, dentro de todo aquel remolino dentro de mí, me hizo reír bajito. Hacían como si de verdad fuese una salvaje que les haría daño, y solo reí para no dar paso al sentimiento malo de odiar ser tratada como un peligro.

— Levántate, pídele a tu doncella que te prepare un té y toma la habitación de junto por hoy, Alura mantendrá a Usher con vida, lo sabes.

— ¿Eso crees? — Preguntó Camille algo nervioso, sus ojitos empañados en lágrimas me hicieron finalmente posicionarme en la situación.

Y tan pronto lo identifiqué lo uní junto a la risa irónica de ver a Lucrecia de Albureen arrodillada frente a una salvaje como ella solía decir. Ambos, se mantuvieron firmes en algún lugar de mi cabeza. Donde no pensara mucho en ellos.

Los guardias en la puerta de la habitación abrieron la puerta indispuestos a negarme algo y tomando la mano de mi padre sin poder sentir su calidez a causa de la armadura me adentré, dejando a Tamar allí consolando a Dash que lloraba sin consuelo en sus brazos.

— No deberías estar aquí — lo primero que identifiqué fue la voz de Alin que tenía la mano unida a la de Alura, esta última tenía los ojos cerrados y la mano libre en el pecho de mi tío postrado, con un tono pálido en la piel, similar al de un cadáver.

Dedicándole una mirada furibunda a mi prima lejana me acerqué a mi tío, la verdad era que ella no hacía mucho, era una batería humana, podía dar energía a cada humano con nuestro linaje de sangre, por eso, Alura, su gemela la tenía siempre cerca, sanar costaba energía y se complementaban. A mi no me servía de nada, yo absorbía energía de la tierra era por eso que no era su persona favorita.

— ¿Puede oírme?

Alura, sin abrir los ojos asintió, nos oía por medio de ella, lo sabía y eso le costaba energía. Mi padre con esa afirmación caminó lentamente y se sentó en la orilla de la cama con un leve deje de tristeza que solo por haber crecido pegada a él podía identificar, ponía aquella cara cada vez que recordaba que en mi destino estaba escrito que moriría joven, o alguna cosa similar.

— No debes morir, Usher — le oí decir a mi padre y estiró la mano atrapando la del rey.

Rey, ya no era rey.

Las palabras de mi padre resonaban en mi cabeza mientras le hablaba y solo podía mirar la falta de vida en él, estaba tambaleándose entre este mundo y el de los muertos, casi con un pie más allí que con nosotros, por eso el Fenrir le había dejado y sin siquiera tener preparación para reinar me había escogido, a mí, con un destino marcado.

Tal vez, el lobo me había escogido porque así debía ser, viviría solo hasta que se consolide la siguiente generación. Allí estaría el sucesor real y eso bastaba para mí.

Cuando mi padre acabó de hablarle caminé a la ventana y jugando con una hoja entre mis dedos conseguí que el árbol de flores acampanadas florezca y una llegue a mí, pidiéndole permiso la arranqué y volví junto a mi medio muerto tío dejando la flor en su mano.

—Tienes hasta que la flor se marchite, tío Usher — musité — si tardas más que eso, es porque fuiste un mal rey.

Rozando con la punta de mis dedos la flor me retiré, sin decir nada más y los dejé allí con Alura diciéndome que era una maldita, y una flor que a pesar del tiempo que trascurra, no moriría hasta que yo lo haga.

La flor eterna de los Nátur, no era ninguna flor en específico, solo era una con la energía correcta. Aquella que nos conectaba con la serpiente del mundo. 

El destino de los DiosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora