Absorta en mis pensamientos disfruté del atardecer en un delicado tono naranja que me solía poner a pensar, me relajaba tanto que muchas veces pasaba viendo el cielo hasta que alguien me regañaba. Probablemente Tamar lo hubiese pintado, hacía mucho eso mientras yo practicaba en la sala de armas, sin embargo, no he visto a mi mejor amiga en tantas horas que por un momento calculo que se ha ido. Si lo hace no podría culparla, ninguna doncella podría soportarme como ella, su paciencia era tanta que en caso de que muriese antes que yo, pediría al rey la hagan santa.
Dudaba mucho que el tío Usher me diga que no.
Una presencia junto a mi me alertó, pero no lo suficiente para apartar la mirada, pronto el aroma de mi madre, tan único en el mundo me hizo centrarme en mi audición, ignorando los susurros del viento.
Mi padre dijo que primero se enamoró de su aroma, en medio de la multitud en el centro de la ciudad más grande del reino de Valëdka, días después la vio, acomodando plantas en un pequeño vivero en una esquina, afirma haber conocido a la mujer más preciosa del mundo.
Ella le sonrío y le vendió una maseta de una pequeña flor que aún cubría el ala norte del castillo, todo el lado perteneciente a la segunda línea real, adornada con preciosas flores rosadas y que algunas veces lucían rojas.
— La tierra está alerta — expresé a mi madre y pude ver solo una pequeña parte del sol a punto de desaparecer — puedo sentirlo en mi piel.
El sol desapareció dejando escasos matices que desaparecieron poco a poco, cuando ocurrió giré la cabeza encontrándome con el perfil de mi madre, pacífica como siempre.
— ¿Crees que sea algo muy malo? — cuando me miró supe muy bien a lo que se refería.
Miré el exterior por el ventanal y recorrí con la mirada la rama del árbol más cercano, la rama se extendió adentrándose delicadamente hasta llegar a mí, la punta me rozó el cuello y sus verdes hojas suaves se sintieron como una caricia de paz.
La tierra, de alguna u otra manera era mucho más precisa que un oráculo, pero los que conocíamos su lengua éramos tan pocos que en realidad solo soy yo. Y a veces, absorber todo lo que ofrecía era demasiado, dolor, paz, amor y guerra, que la tierra transmitía a través de los años, ofreciéndome como conocimiento.
— No será malo para mí — susurré y eso bastó para devolverle la sonrisa.
— Habrá algo en el reino, las abanderas triangulares están en los postes de luz.
Las banderas triangulares... eso era algo malo, extranjeros, otros reinos metiéndose al nuestro con tropas y armamento. Tal vez no debía ser tan reacia a aceptar a los extranjeros, aún más sabiendo que mi madre lo era, pero me era inevitable, aún más siendo una guardiana del reino, mi prioridad era la protección de Valëdka, no las relaciones públicas.
— Hablaré con el tío Usher — zanjé levantándome, al hacerlo tomé mi espada y le ofrecí la mano a mi madre. Con una pequeña sonrisa la tomó y caminamos juntas por el salón de armas hasta el pasillo.
— Luego de la cena, Hope — ordenó casi disgustada — no creemos conflicto con personas demás en la mesa.
Conflicto, yo no creé el conflicto, fue el mismo rey. Yo solo era una espectadora de la irrevocable idiotez humana.
Mi padre se sentaba en una de las puntas como General de los Sköll, a su derecha estaba yo, sentada comiendo feliz, a su izquierda mi madre hacia muecas al oír a la reina quejarse de la vajilla de plata y no de oro.
Ridícula, así había nombrado yo a la reina Lucrecia tan pronto empecé a razonar en la vida.
— Si me disculpas, querida — el tío Usher tomó su mano y ella se detuvo molesta. Yo seguí metiéndome sopa de verduras con pan a la boca — tengo algo muy importante que compartirles – en cuanto sus ojos grisáceos se posaron en el primo Elio supe que sería una aberración tan grande que podría escupir, por lo que me giré un poco dejando a Camille en mi frente, mi primo del medio ni siquiera lo notó — Elio tuvo una idea realmente buena, es hora de acabar la guerra, recibiremos al rey del Fierro mañana al mediodía — me miró con fijeza por un momento — y recalco es una reunión en busca de la paz.
Me tembló el ojo primero, y un golpe desde dentro de mi pecho me hizo expulsar lo que me había metido de sopa en la boca ensuciando de manera asquerosa a Camille que chilló con tanta fuerza que los guardias abrieron las puertas, preparados para lo peor.
Un silencio espeso como la sopa surcó el comedor, podía sentir las pesadas miradas de todos en mí mientras mi cerebro se esforzaba en procesa la última frase de mi tío.
Cuando ordené sus palabras en mi cabeza me giré, analizando su rostro bastante juvenil para sus cuarenta y tantos años. No lucía bromista, no tenía el delator hoyuelo delatándole, pero eso no me detuvo y solté una carcajada a la que mi padre se unió mientras madre le extendía una servilleta a mi empapado primo.
— ¡Te estás volviendo buenísimo, Usher! — Mi padre soltó en medio de las carcajadas, mis demás primos también reían.
Pero un golpe que hizo temblar la mesa nos detuvo. Fijé la mirada en mi tío Usher otra vez.
— Les ordeno respeten mis palabras, mi nombre y mi cargo.
Posé la mirada en mi padre, que levantó las cejas con interés, mi respeto no estaba en el rey, estaba en mi padre y en la forma en que solo él sabía quién merecía nuestro respeto. Suponía yo, que al casarse cono una antigua guerrera ella le había enseñado muchas cosas, mi madre era muy sabia y él también. Se complementaban, mientras él quería golpear al rey y su hermano menor, mi madre solo esperaba, paciente a tener que evitar una catástrofe.
— ¿Es cierto? – pregunté, Elio tenía la mirada altanera, y una pequeña sonrisa que se asemejaba a la superioridad.
Para alguien que no podía defenderse ni con conocimientos ni con armas, esa mirada no estaba permitida.
— Es cierto – acotó el rey con ese tono demandante, fijándose en mi con el ceño fruncido, pude sentir mi corazón saltarse un latido, sin embargo, le sonreí con la misma soberbia que su esposa dice odiar en mí – Y te ordeno, Soldado, respetes a mi hijo que, aunque seas mi sobrina, él tiene más voz que tú.
La mesa tembló, mi padre se levantó arrastrando su silla y golpeando la mesa con las manos en un reniego a su orden.
— En tu vida le ordenes algo a mi hija, que no tendré piedad de ti.
Me levanté al mismo tiempo que mi madre, ella sonrió y apoyó la mano en el hombro de mi padre — Deja al rey recapacitar — sonó calmada, pero aquel tono que puntualizaba que él rey había perdido la cabeza estaba allí — lo hablarán en la mañana.
— No hablaremos nada – zanjó el rey con brusquedad, y su tonito a mi madre me hizo empuñar mi espada apoyada en mi silla, un movimiento helado y veloz detrás de mí me alertó de que el Fenrir estaba listo para atacar, atacarme a mi por empuñar mi espada, un arma de una valkiria, por eso el Fenrir que siempre rondaba el castillo me tenía en la mira todo el tiempo – la decisión está tomada, prepara la guardia, General.
Mi padre rio, pero más allá de eso pude ver las hojas moverse de forma violenta.
La tierra de Valëdka rechazaba al Fierro. Siempre fue así, una cena no iba a cambiarlo.
Alguien iba a morir. Lo confirmé cuando West me miró y luego a su padre.
Ya tenía un fragmento delfuturo.
Uno con sangre, y por un momento, temí que el líquido carmesí me pudiese pertenecer.
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El destino de los Dioses
Aktuelle LiteraturHope nunca toleró la sola idea de rendirse, tampoco la idea de perder a los suyos. Cuando se convierte en portadora de uno de los monstruos más grandes del mundo empieza una lucha violenta en lo que creyó su vida y lo que será, la sangre está tallad...