Capítulo VIII

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Me adentré a mi habitación en un vago intento de que el Fenrir me suelte, los susurros con respecto al cambio en el color de la armadura, los susurros con respecto al hombre impresionantemente grande recorriendo los pasillos del castillo como si fuese suyo y los susurros con respecto al ataque me estaban sofocando casi tanto como la armadura, pero no opiné absolutamente nada con respecto a eso. No opiné con respecto a nada en realidad y solo me encerré en mi habitación como si fuese a darme paz, cuando cualquier sentido del encierro me causaba la piel erizada. 

Me detuve frente al espejo y me miré de pies a cabeza admirando el color del oro cubriéndome de forma admirable, en parte de mi cuello y rostro había sangre seca y mi trenza de ayer estaba hecha mierda y casi ya no sostenía nada. 

Arrugué la nariz, hastiada y tomé lo que quedaba de la trenza deshaciéndola, mi cabello dorado estaba enredado e intentando arreglarlo pasé mis dedos por mi cabeza, sintiendo cosquillas allí arriba. 

Yo no tenía cosquillas. 

Me centré en el espejo, y admiré como en mi desastre de cabello dos cositas se alzaban de forma extraña, mis manos viajaron a mi cabeza con rapidez y me estremecí ante el dolor de la brusquedad, impresionada por aquello abrí la boca y la volví a cerrar riendo. Mi risa era histérica y tan pronto tuve la mirada en mi misma en el espejo noté lo crecido de mis colmillos, me detuve y ladeé la cabeza pasando mi lengua por aquellas cosas puntiagudas y blancas.

Tenía orejas de animal y unos colmillos puntiagudos que casi me cortaban la lengua. 

¿Debería fascinarme? ¿Extrañarme o asustarme? 

Inhalé profundo, el aire ingresó a mis pulmones y cerré los ojos, las orejas eran del Fenrir, los colmillos también, aunque no deberían ser porque la magia hacía que el Fenrir sea solo una armadura y al soltar a su portador se convertía en un lobo de pelaje oscuro. ¿No iba a soltarme? 

— Suéltame Fenrir, no hay peligro, estamos a salvo. 

Mi voz sonó agotada y esperé, con los ojos cerrados, parada frente al espejo como una cría tonta. El calor en mi cuerpo aumentó, estremeciéndome, lastimándome y haciéndome centrarme en el calor, sentí la armadura soltarme, parecía encoger su tamaño, el sonido del metal divino chocando me hizo abrir los ojos y admiré como un grueso collar dorado se mantenía en mi cuello, brazaletes en mi brazo y antebrazo, aferrándose a mis tobillos cadenas doradas, colgando una cadena de mi cintura. 

El Fenrir no me soltó, solo se acopló a mi y aquello me extrañó, ¿No iba a soltarme como soltaba a mi tío? 

La puerta de mi habitación se abrió, Tamar ingresó y se detuvo abruptamente al verme, le miré, abría y cerraba la boca con sorpresa, ladeaba la cabeza y movía las manos. 

Podría preguntar si me veía tan mal, pero sabía que no era así, me veía bien, más poderosa incluso, me veía más peligrosa o bonita tal vez. 

Mi amiga señaló mi cabeza, y abrió la boca otra vez, pero no pronunció absolutamente nada. 

Mi madre se adentró a mi habitación, con una bandeja con deliciosa comida estaba en ella y solo miré como parecía absorta en su cabeza mientras me miraba. 

— Te fusionaste con el Fenrir — musitó — esto...Hope, no...

Una maldita tercera persona se unió,  Thor ladeó la cabeza, y se acercó a mí, inclinándose para mirar aquello nuevo en mi cabeza, rió y sus dedos ásperos rozaron las nuevas orejas en mi cabeza estremeciéndome. Me mantuve quieta, el aroma del Dios era fuerte, al igual que su energía y no dudé en apoyar mi mano en su ancho brazo para sentir en las yemas de mis dedos su energía, recorrió mi columna con fuerza, era eléctrico y chocante, fascinante. apoyé mis palmas totalmente, reí por como se sentía y quise pegarme un poco más. 

Levanté la mirada y noté sus ojos en mí, azules y brillantes, parecían tener pequeñas corrientes por momentos. 

— ¿Sabes gruñir? 

Fruncí el ceño y rió, haciendo que me aparte de él para centrarme, la mirada azul se mantuvo en mí y me obligué a fingir que no ocurría para mirar a mi madre. 

— ¿Por qué tengo esto?

— No lo sé, Hope — caminó hasta llegar frente a mi — tus ojos son verdes ahora — musitó pasando sus dedos por mi rostro — las ramas en tu rostro son más y se que hay muchas cosas que te preocupan, pero tienes mucho para hacer, las ordenes están aquí y debes hablar con ellos, los guardianes necesitan apoyo, te necesita todo el reino. 

Me reí por la sola idea de que eso sea real, ¿Necesitarme? Si era la niña violenta y egocéntrica que moriría joven, no era una reina, no podía serlo, era una guerrera más en el montón. 

— Solo soy Hope, mamá — murmuré, mirando a sus ojos chocolates — no una reina. 

— Eres una guerrera, y no existe mejor reina para un reino que una guerrera que no se rinde jamás, naciste para la guerra, valkiria, naciste para que hasta el Dios más fuerte se arrodille ante ti, la naturaleza está de tu lado, la tienes a ella, tienes a la serpiente del mundo y a todo un reino que hará lo que le pidas con los ojos cerrados, ahora eres el Fenrir y no necesitas haber estudiado relaciones públicas para sacar a Valëdka adelante. 

Nací para la guerra y no iba a perder. 

Asentí y dejé que Tamar me ayude con el metal de la armadura para quitar de mi el olor a sangre, dejé que me escoja uno de aquellos vestidos negros y sueltos que ella adoraba, las tiras de los hombros eran finas, el collar levemente grueso estaba en mi cuello, las pulseras y brazaletes tenían cadenas, así como las cadenas de mis tobillos, mi espada en mi espalda lucía bien, sin un solo rastro de las muertes que había causado, como si la poderosa Sjel, arma de la valkiria más poderosa y respetada por los dioses no albergara en ella el alma de toda vida que arrebató, millones, para la fecha en la que llegó a mis manos diez años atrás. 

La Hope que me miraba en el espejo era incluso más hermosa que antes, más pulcra y elegante, aunque no era mi elegancia de siempre, lo imponte y peligroso del Fenrir brillaba en mí, y me recordaba a cada paso camino a ver a mi reino, que para el día de mi muerte, la paz iba a ser real, no solo una mentira mal formulada por reyes que no querían causar pánico. 

— ¡Su majestad, la reina Hope VanagandrNátur, suprema gobernante de Valëdka!

El destino de los DiosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora