Capítulo XI

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Al comedor diario le habían agregado tres mesas más del tamaño de la primera, todo lucía ordenado y listo, y solo estaba parada en la puerta, esperando y admirando el trabajo hecho por los trabajadores del castillo.

Si fuese una trabajadora más, mi jornada acabaría tras la cena y si era de las que vivía fuera del castillo volvería a una pintoresca casa en algún lugar de la ciudad, probablemente con mis padres o sola en un lugar solo mío. Tal vez, podría incluso tener algún pretendiente. 

Pero no lo era y estaba atada a la corona me guste o no y era lo mismo que iba a hacerle a mis primos, atarlos e impedir que de forma alguna decidan sin más que hacer y alejarse del castillo como si nada, eso no era posible y lamentaba mucho que así sea.

Lo lamentaba por ellos.

Por mi.

La mano firme de mi parte se posó en mi hombro, no necesitaba girarme para mirarlo y saber que era él, lo conocía, su energía y la de mi madre eran similares, fácil de reconocer aunque esté nublada en cada sentido posible, como aquella bruma en mi cabeza.

La noche estaba cayendo y Usher no despertaba.

¿Cuánto más le tomaría? Le había prohibido morir, mi padre lo había hecho y me causaba asco siquiera imaginar que lo haga, no toleraba perder, de ninguna manera.

— Lo estás haciendo bien.

— Los estoy condenando a todos.

La mano de mi padre se movió y me tomó por el mentón para que le mire, me sonrió, sus ojos azules brillaron mientras apartaba con la mano libre mechones rebeldes de mi cabello y acercándose posó un pequeño beso en mi frente.

— No condenas a nadie Hope, seguirán siendo ellos, pero si...— se detuvo, tragando duro por lo que significaba, arrugó la nariz y siguió — ellos seguirán siendo ellos, con aquellos caprichos y amigos por doquier, pero con una responsabilidad, yo estuve en su lugar y se que lo harás incluso mejor que mi padre y sus hermanos.

Entrenarlos, esperar paciente y si tenía suerte alcanzar a ver a mi sucesor.

— ¿Y si no me da el tiempo? Iremos por los Fierro y podemos neutralizar a cualquiera a nuestro alrededor, pero Thor está aquí, ¿Debo esperar a que Odín toque a la puerta y reclame todo aquello que cree que no le parece en Midgard? 

— ¿Crees que Thor sea el principio del Ragnarok? 

— Podría —  murmuré y admiré la fila que atravesó las puertas, seis de mis primos hicieron aquella reverencia ridícula y se acercaron a una de las mesas, esperando a que tome asiento así como esperaban a Usher.

— Hablaré con tu madre, sabrá ella que quiere Thor en Midgard. 

Por la puerta aparecieron los capitanes de orden, Tamar iba colgada de Tarek y sonreía encantada por algo que decía, era una rarita a veces.

— De acuerdo.

— Hope — Finral asíntió en modo de saludo y se detuvo un momento frente a mi padre en modo de respeto — creo que cuando ordenaste que estemos en el castillo olvidaste que tengo un esposo y dos hijos.

— ¿Estás dudando de mi memoria, capitana? ¿Acaso quieres morir?

Finral inhaló profundo, impaciente. 

— Solicito permiso para irme a casa y arropar a mis hijos — sus ojos brillantes se posaron en mi padre, esperando que él si se lo conceda.

Yo intervení, posando la mano en el hombro de mi padre para mirar a Finral a los ojos.

El destino de los DiosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora