Doce hombres de más de sesenta años conformaban el consejo, hombres que estaban acostumbrados a tener la razón y ganar todo el tiempo, sería muy interesante saber que salía de la situación, porque yo jamás perdía y con ellos no sería la primera vez.
Los guardias custodiando la puerta eran dos jóvenes que conocía muy bien, entrené con ellos desde siempre y luego de una pequeña estupidez que hicieron fueron delegados a proteger al consejo, algo muy triste.
Me abrieron las puertas, rectos como de costumbre y con mi padre a mi derecha y Tamar desganada a mi izquierda me adentré, los hombres ancianos se levantaron y se inclinaron en señal de respeto, no permití que Tamar lo haga, y mi padre jamás lo hizo.
A veces, éramos muy rebeldes o de esa forma éramos llamados, me hacía gracia.
La bienvenida era incómoda, porque, aunque mi cuerpo estaba cubierto con un metal precioso, seguía siendo la desobediente capitana de la primera orden de los Sköll que ellos alguna vez dijeron, alguien debía poner un límite o causaría estragos en el reino.
— Majestad — pronunciaron en una sola voz, inclinándose en respeto.
Majestad, no me gustaba la palabra, solo... no.
— Hope — pronuncié, recibiendo sus miradas en mí de forma extrañada y admiré como el más odioso de todos se dispuso a contraatacar con alguna mierda, eso me dio un extraño y automático buen humor. Eso era lo que necesitaba, enfadar a todos, me hacía sentir bien.
— Es la reina ahora, para nuestra desgracia, no pierda la compostura siendo una salvaje como siempre.
— Solo Hope — repetí, acercándome al trono con detalles en oro, no me gustaba, estaba segura que podría ser solamente de oro, deberían cambiarlo — ahora mi nombre significa poder — lo miré mordaz sentándome, la verdad, es que solo estaba burlándome y al parecer funcionaba bien porque los vi rodar los ojos — yo soy poder.
O el Fenrir lo era.
El señor Vröm, consejero principal de mi tío me miró a los ojos, y luego miró a Tamar con una pequeña sonrisa. Removiéndose dejó el puesto a mi derecha libre y sostuvo la silla para que ella tome el lugar. Vi los pasos dudosos de Tamar y oí como le deseó mucha suerte antes de que tome asiento.
Sentí pena por él, entrenado su vida entera para acompañar los pasos de mi tío, no podía eliminarlo de la corte, no de esa forma, no a él que jamás juzgó mis pasos. No iba a desecharlo, no a él, pero si al anciano que no me hacía gracia.
— Lithian — nombré, al más odioso miembro de la corte. Su mirada juzgadora y cansada se posó en mí. Estaba segura rondaba ya los noventa y seis años, pero como todos los VanagandrNátur lucía mucho más joven, suponía yo era una ventaja.
Mi tío abuelo, era despreciable.
— Sabes bien que si quieres renunciar solo puedes recurrir a la muerte — sus palabras sonaron filosas y me hicieron sonreír con ganas, yo podía jugar a ello, podía responder y lo haría hasta que se reduzca a si mismo ya que no podía respetarme ni por el hecho de ser una persona, tampoco por el mero hecho de que era la nueva portadora del Fenrir.
— No puedo permitirme morir, Lithian, porque tú ya estás a un paso de la muerte y no podemos tener dos funerales en el mismo mes — mi padre y Tamar intentaron no reír — es por ello que voy a facilitarte las cosas y te pido te retires.
Su furia azotó mi cuerpo mientras la porcelana del piso se escarchaba levantándose y apoyando las manos en la larga mesa rectangular siseó.
— El Fenrir lleva más de tres generaciones eligiendo muy mal al portador y tú no eres más que un error más de sus elecciones, no puedes ser la reina, todos los posibles reyes entrenan una vida para ser escogidos, tú solo eres un montón de rosas y espinas sin control que morirá joven tal y como está descrito por el oráculo, muere ya y permite a alguien más llevar las riendas como debe ser.
Morir joven, sabía que lo haría, a veces, podía incluso sentir la sangre que manchaba mi futuro escurriendo por mi piel y ni él, ni otro asqueroso anciano repugnante podía pronunciarlo.
— Te recomiendo morir mucho antes que yo, Lithian — miré a sus ojos, el azul de su iris se intensificó, mientras que el helado cubriendo el piso y subiendo las paredes emanaba el frío que estremecía a todos, pero no a mí, jamás sentí temor y no iba a empezar con él — porque soy la reina te guste o no, y si muero antes que tu te arrastraré conmigo de la forma más cruel posible. Lo sabes, sabes el daño que puedo causar.
— ¡Tu poder no basta para proteger al reino, el Fenrir se alimenta del poder y tu no podrás con ello!
Me impulsé con fuerza, mis manos apoyadas en la mesa y mis ojos fijos en los suyos, sentí la energía abandonar mi cuerpo con fuerza al tiempo en que dentro mío la ira y la paz batallaban por tomar el control. Como si algo estuviese arrebatándome todo, una calidez abrumadora se sintió junto a mí, mientras las miradas se posaban a mi derecha y de forma descontrolada la armadura daba paso a unas ramas de rosas llenas de espinas saliendo de mis clavículas.
El dolor en mi cuerpo se intensificó, quemaba y me estremecía. Miré sobre mi hombro con el asombro dejándome sin habla.
Aquel conocido rostro pacífico, con las delicadas venas verdes deslumbrando en sus mejillas miraba al concejo, a mi padre y daba una pequeña sonrisa delicada antes de mirarme a mí, orgulloso.
— Hope — su voz transmitió paz, aquella que batallaba con mi ira, consumiendo mi energía. Aquella voz que susurraba en mi oído cuando no sabía que camino tomar — La reina más indicada para el reino que forjé — su mano se acercó a mi mejilla con delicadeza, no era tangible, pero se sentía cálido, quemando mi piel, mi propia energía quemaba mi piel — El destino de los dioses.
Asintió y tan pronto yo lo hice en respeto se deshizo como humo, las ramas de las rosas que brotaron de mis clavículas volvieron con brusquedad a mi cuerpo. Dejando a la paz tomar el lugar que reclamaba en mí. No detallé sus miradas de sorpresa, tampoco en sus palabras atropelladas.
Supuse sus palabras significaban que moriría entre los dioses, el día en que vengan por el Fenrir y lo haría con honor, moriría yo para que no lo maten a él, debía entrenar a mi sucesor, debía entrenarlos a todos.
— Quiero espías en el Fierro — ordené, sin siquiera fingir que quería una opinión —tomaremos su reino y fortaleceremos el nuestro para cuando los dioses reclamen la sangre de nuestro guardián. Lithian, dirígete a preparar tu retiro, Vröm, calma al reino.
— Tenemos un tratado — el consejero junto a mi padre me hizo fruncir el ceño. Otro anciano despreciable. ¿Por qué no había ni una sola mujer?
—¿Tratado? Ese tratado está manchado en la sangre del antiguo gobernante, ya no existe tratado, pero si armas y muerte. No me obligan a que ya no exista el consejo también.
— Te comportas como una salvaje, los duques-
— Los duques ya están siendo comunicados de lo que va a ocurrir, no pido su opinión, les comunico lo que ya estoy haciendo.
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El destino de los Dioses
Fiksi UmumHope nunca toleró la sola idea de rendirse, tampoco la idea de perder a los suyos. Cuando se convierte en portadora de uno de los monstruos más grandes del mundo empieza una lucha violenta en lo que creyó su vida y lo que será, la sangre está tallad...