Capítulo III

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Admiré los anillos dorados en mis dedos, mis puños con algunas cicatrices y mis uñas que Tamar pintaba en colores oscuros, como el negro que tenía combinando con mi uniforme y para mi desgracia combinaba con el negro de las uñas de Tarek bebiendo café en una esquina con el ceño fruncido escuchando a un grupo de guardias hablar sin parar. 

Esperábamos a mi padre y la verdad es que probablemente estaba en algún lugar molestando a mi madre en lugar de iniciar con sus responsabilidades. Dejándonos parados en el salón ordinario como idiotas a que aparezca finalmente, quejándose de lo rápido que pasaba el tiempo. 

— ¿Puedo irme a cualquier lugar lejos de aquí? 

La miré bajando la cabeza y alcé la ceja con burla. 

— ¡¿Qué?! ¡¿Cómo que no quieres estar con Tarek?!

El gran salón se quedó en silencio, Tamar me miró con los ojos bien abiertos y oí a su novio casi sin voz decir un "Q-ue" haciendo que mi amiga le mire. 

— ¡No es cierto! Sabes lo odiosa que es — Tamar pasó junto a mí, mirándome mal y caminó hacia el capitán de la segunda orden para murmurarle cosas. 

Me reí y supe que todos querían hacerlo pero no debían porque el idiota era un capitán. 

Me apoyé en la pared y vi las puertas abrirse, mis padres aparecieron y me formé casi sin ganas junto a los demás, mi madre sonrió al verme y reparó en mi cabello por un momento, rogaba no lo note, pero lo había hecho.  Llevaba la misma trenza de ayer. 

— Se que están preocupados, pero somos un ejercito listo para cruzar el Valhalla y volver de ser necesario — mi padre habló, posando sus ojos claros en mi madre por un momento, ella se soltó de su agarre sin notar su mirada y abrió el mapa en la mesa redonda del centro del salón — no tenemos nada que temer, pero quiero a la tercera orden cubriendo fronteras, la segunda ya desplazó en la noche guardias por la ciudad y la primara rodeará el castillo y estará por el interior vigilando a su gente. La cuarta orden protegiendo la frontera tomará un descanso en la mañana, pasaron la noche en cada entrada del reino. 

Deskian, Tarek, un cansado Finral y yo cuadramos hombros asintiendo. 

— Si, general. 

— De ser necesario luchar recurriremos a esto — mi madre demostró puntos en el mapa — conocen el protocolo, pero en lugar de rebuscar entre las rocas hasta encontrar hasta al último VanagandrNátur, llevarán a los ciudadanos a los fuertes más cercanos, de darse la posibilidad, el fuego del rey y el hierro que generan los enemigos pueden causar estragos de forma irreparable. 

— Si, General — pronunciamos todos esta vez, mi madre nos miró, arrugando la nariz porque volvimos a llamarla de esa forma. 

Era una estratega excelente y aunque no fue nombrada por la corona, apoyaba cada pequeña cosa que hacíamos, encargándose de que no cometamos errores. Para el reino, seguía siendo la florista que se casó con un general. 

A punto de que Deskian diga algo  las puertas se abrieron y enfoqué la mirada en el rey Usher, seguido de su primogénito y tan genio Elio que tenia una corona muy similar a la de su padre. 

— Creo haber sido claro con que no necesitabas hacer esto, hermano — mi tío Usher miró a mi padre, yo me crucé de brazos viendo como todos se cuadraban de hombros — confía en mí. Somos un reino pacífico y esto nos dará la paz faltante. 

— Por supuesto que si, con un poco de té y panecillos podemos acabar una enemistad de un milenio — ladeé la cabeza con la sonrisa bailándome en los labios — ¿Quieres que invite a los dioses a beber té para que el Fenrir vuelva a Asgard? 

Como de costumbre, mi padre no me regañó, mi madre mucho menos y el rey, junto al idiota de Elio me miraron con fijeza. 

— Es demasiado probable que tu boca te haga llegar a ese destino sangriento, te lo pediré una sola vez porque te quiero, compórtate Hope. 

Me impulsé con las palmas de mis manos para llegar a tiempo a mis padres, en el movimiento vi al Fenrir aparecer y tan pronto el gélido de Elio azotó mi piel llevé mi mano a mi espalda, tomando mi espada con fuerza para ponerme entre mi padre y mi tío. Balancee la espada y le puse frente a mi, su punta llegaba a la armadura por su inmensidad y la energía que trasmitía el Fenrir me hizo temblar el pulso. 

— Dices buscar la paz, pero no existe paz sin el caos — solté, la energía del Fernir chocando con mi espada — no es posible la paz que buscas sin una guerra y una guerra está llena de muertos. 

— Estás convirtiéndote en esa mujer, majestad — siseó mi padre, la energía de todos tensos dio un puntazo en mi columna — y el Fenrir no va a permitir que te mate, pero tu reino va a quedar desprotegido si abres la boca una vez más. 

— Las decisiones de tu hijo está dividiendo a su familia, majestad — añadió mi madre — ¿Vale tanto esta visita?

El rey miró a mi madre, la miró mucho, por mucho tiempo, que sentí como ella tomó la mano de mi padre y él le rodeó la cintura pegándola a él, su otra mano llegó a mi hombro, haciéndome bajar la espada y pararme junto a ellos. Mis cejas se fruncieron cuando bajó la mirada a la cintura de mi madre rodeada por el brazo de mi padre, Usher apretó la mandíbula y me miró, incapaz de mirar a su hermano menor. 

— Cruzarán la frontera en cuarenta minutos  — expresó — no quiero a la primera orden por todos lados, de preferencia no quiero verlos. 

Levanté la mano y la cerré en un puño, justo antes de que parte de la primera orden responda a esas palabras. 

— Mi orden cumplirá la función que le juró al reino, nuestro deber es con Valëdka, no con su rey. 

— Pueden retirarse, soldados — mi padre indicó y contestamos un "Si majestad" aunque no me fui, hasta que mis padres empezaron a caminar hacia la salida. 

El destino de los DiosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora