Prólogo

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Halloween de 1981

Un frío helado que calaba hasta los huesos se hacía presente, paseándose silencioso por las calles, advirtiendo el acontecimiento que tendría lugar solo unos minutos más tarde. El cielo sin estrellas es una oscuridad infinita, las sombras de los árboles se proyectan tenebrosas y las risas alejadas de los niños disfrazados no quitan la angustia.

Un temblor recorre a un hombre de pie junto a la ventana con su hijo en brazos. Ve sus ojitos cerrados y posa un beso en su frente, empieza a hablar como lo hace siempre que está nervioso, hoy es un cuento para niños, lo que no tiene idea es que no podrá hacerlo de nuevo.

En otra parte, a kilómetros de distancia, una reunión se llevaba a cabo sin imaginar que sería la última en largos años.

—... No aceptaré ninguna falla ¿Entendido? —exclamó Voldemort con ese silbido en su voz tan característico, y como siempre surgió el mismo efecto. El hombre se complació al ver a sus leales mortifagos ser recorridos por el miedo.

—Estamos listos mi señor —contestó Bellatrix quién era la única sonriente, una mujer a la que el miedo sólo le hacía cosquillas, tan siniestra como el mismo Lord Voldemort.

La misión fue dada, el grupo se dirigía a casa de los Longbottom. Si bien Voldemort no creía en lo relacionado al tema de la profecía. Es un hombre dispuesto a todo por sus objetivos.

James le hizo entrar en razón, por lo que la orden cambió de lo que fue en un principio, no atacaría a la familia sin motivo, pero el niño podría convertirse en una futura falla.

Sus pasos lo dirigen entonces a la chimenea que comunica a la casa de su familia en Godric's Hollow. Se encuentra en la mansión Malfoy, por lo que no es sorpresa toparse con Lucius y el pequeño Draco en el camino.

Lucius apunta con su varita al niño, este esquiva fácilmente los hechizos corriendo de un lado al otro mientras sigue riendo de su padre.

—Problemas con la paternidad —es el saludo de Voldemort.

El rubio menor se distrae un segundo por la presencia de Lord y su padre aprovecha para atraparlo, lo dirige flotando por la habitación hasta sus brazos, el pequeño no deja de reír.

—Nada que no se pueda solucionar —responde Lucius.

—Fue divertido ver a James y Sirius intentando atraparlos ayer, Draco y Harry son una combinación explosiva. —Lucius negó divertido ante el comentario que era muy cierto, ya lo había comprobado.

— ¡Haly! —grito Draco al escuchar el nombre de su compañero de juegos.

Un elfo apareció en la habitación anunciando la cena, y el pequeño e inteligente Draco dejó un beso en la mejilla de su padre para luego escapar de nuevo, solo que ahora Draco se interesaba por la comida.

— ¿Te quedarás a cenar? —preguntó Lucius ya conociendo la respuesta.

—James se comunicó hace un rato, faltó otra vez a cenar y probablemente me aplicará ley de hielo por una semana.

—Entonces hasta pronto —se despidió Lucius.

Fue cuestión de segundos para que algo cambiará en el rostro de Voldemort. Su semblante se transformó en una mueca.

— ¡James! —dijo el hombre posando la mano en su corazón que latía con rapidez.

Voldemort se movió apresurado hasta la chimenea, solo para descubrir que el paso estaba bloqueado. Una sensación de angustia fue tomando lugar llenando su cabeza con los peores escenarios.

— ¿Qué sucede? —preguntó Lucius preocupado por la expresión del lord.

—No lo sé —fue lo único que respondió Voldemort.

Dio la vuelta saliendo hasta el pasillo, solo queriendo llegar cuanto antes a la casa y comprobar que todo estaba bien, que no eran más que preocupaciones sin sentido.

—Tom —grito Lucius siguiéndolo. Sabía que al hombre le molestaba que lo llamaran así, y no lo fuese hecho de no ser por las circunstancias, pero también era la manera de conseguir que Voldemort lo escuchara.

—La chimenea en casa de James está cerrada —dijo ya casi afuera de la casa, eso Lucius lo había deducido ya. Pero confirmarlo sumado a la guerra en curso hizo que temiera lo peor.

—Quizás sólo está molesto porque no llegabas. —Intento, aunque era estúpido ese pensamiento.

—Ojalá tengas razón —el tono de su voz era plano, pero Lucius entendió las notas de miedo ocultas. La mirada en sus ojos también lo expresaba, Lucius nunca lo vio tan angustiado, ni aun cuando los planes no funcionaban. Entendía el sentimiento a la perfección, no había nada más importante que su familia.

—Te acompaño —exclamó firmemente.

—No es necesario, te avisaré si algo ocurre —fue todo lo que dijo Voldemort antes de desaparecer rompiendo las protecciones de la mansión.

El rubio pensó en seguirlo, estaba a punto de hacerlo pero su esposa que escuchaba la conversación lo detuvo, impidiendo que Lucius actuará.

Solo fue colocar un pie en el pueblo para que la sensación extraña en su cuerpo creciera, su corazón estaba al límite y ligeros temblores lo recorrían, sus ojos picaban queriendo llenarse de lágrimas.

Lleva su mano a la marca Tenebrosa, avisando a Severus y Sirius de lo que ocurre, pero no se queda a esperar, no cuando su familia está en peligro.

Sus esperanzas de un error se destruyen cuando siente las protecciones que rodean la casa rotas, el Fidelio sigue allí, sin servir de nada pues ya lo han cruzado.

Es su temor lo que le impide ver al hombre en las sombras y es el amor a su familia lo que le llevará a la desaparición.

Llega hasta la puerta con paso lento, por lo que parece la primera vez en su vida adulta siente miedo, es el miedo de empujar la puerta y ver su mundo destruido al otro lado, empuña su varita más fuerte y cruza. Se arrepiente al instante, deseando borrar esa imagen de sus ojos, ahora si las lágrimas consiguen formarse, de nuevo por la misma persona pero en circunstancias diferentes.

Se queda estático en el puesto mientras las lágrimas cubren sus mejillas, el cuerpo de James está en el suelo sin moverse, no quiere acercarse y confirmar que no respira, eso solo aumentaría su dolor.

El hombre que ama, con quien compartía tantos planes a futuro, a quien anhelaba a su lado como esposo, ahora recuerda el anillo en poder de Lucius y duele horrores que no se atrevió a pedirle matrimonio. Siente su corazón romperse, latigazos invisibles de dolor viajar por su piel, es la peor sensación del mundo.

Un llanto lo saca de su estupor, la otra persona importante en su vida sigue allí, ese sonido le brinda algo de tranquilidad. Debe asegurarse de que su hijo esté bien, la marca quema en su brazo, no se interesa en comprobar quién le llama, ahora no importa.

Sube las escaleras rápidamente, la puerta del cuarto de Harry está abierta y ve con claridad el cuerpo de Lily en el suelo, sus ojos abiertos y sin vida.

Luego está Harry quien llora en su cuna, ahora es rabia lo que cubre a Voldemort, ganas de asesinar a quien se atrevió a lastimar a su familia.

El pequeño mueve sus brazos queriendo decir algo, palabras que aún no aprende a decir y que sus padres nunca le enseñarán. Pero él aún no comprende que crecerá sin ellos.

Voldemort entra solo mirando a su hijo y queriendo sacarlo de allí, no sabe que no lo hará, no sabe que no lo verá en muchos años, que se perderá su infancia, que no estará a su lado y que el niño no sabrá siquiera que él es su padre.

Se da cuenta cuando ya es muy tarde, las palabras ya fueron dichas y el hechizo está a nada de impactar en su espalda, no voltea, solo se llena de la imagen de su hijo, tampoco siente miedo gracias a sus otras vidas.

Es diferente a lo que esperaba, su interior se fragmenta y su cuerpo desaparece, Lord Voldemort fue destruido y una cicatriz se formaba en la frente de Harry Potter.

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Bienvenid@s Al amor de la Serpiente.

El amor de la SerpienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora