20 - Perdonar y planear

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Es egoísta, frío, cruel, el villano de los cuentos para niños, un montón de palabras que describen a otro Voldemort, no a este, al que convoca a sus mortífagos y ataca de frente al ministerio de magia, al que le importa poco quien muera, si las bajas van de un lado o el otro, es lo menos, este Voldemort no festeja, ni se enoja, lo único que siente este Voldemort es miedo.

Miedo, una palabra que nunca creyó utilizar, una palabra que nunca debería pasar por su cabeza, pero que últimamente hace eco, es la única con la que puede describir las semanas anteriores.

¿Por qué había reaccionado así? ¿Por qué no podía simplemente aceptar que James estaba esperando un hijo suyo? Sabía la respuesta, lo supón de inmediato y es esa sensación que hace que los latidos de su corazón se reduzcan, es nuevamente el miedo. Miedo de lo que significaría ser padre, de las responsabilidades y los cambios. Miedo de que ese bebé lo hiciera vulnerable, de que el amor que sentía por James se multiplicará y lo debilitará.

Y se odia, se odia con cada fibra de magia que viaja en su cuerpo.

Así que eso es lo que ve, aunque ataque, aunque envíe maldiciones, la única imagen en su cabeza es James, es la mirada llena de dolor en su rostro y es la forma en que sus manos protegían su vientre, como si pensará que él lo iba a atacar, que iba a desaparecer esa vida con sus propias manos.

Cuando llega a su mansión, el lugar que en secreto consiguió para su futuro con James, se derrumba, se cae su máscara y llora, es extraño, como si esas gotas que resbalan por sus mejillas no le pertenecieran.

Permanece mirando al vacío, el pensamiento de tener un hijo lo llena de una sensación de vulnerabilidad que lo asustaba más de lo que querría admitir. Siempre había sido capaz de controlar cada aspecto de su vida, de mantener todo bajo su dominio. Pero esto... esto era diferente.

James con su sonrisa altiva y su porte coqueto, cambió lo que creía saber, todo lo que esperaba de su futuro. Esa misma sonrisa que no tenía hace unas horas, había querido consolarlo, decirle que todo estaría bien. Pero en lugar de eso, las palabras que soltó fueron crueles, obligando a que tomara una decisión, rechazando la idea del bebé.

Quería volver, decirle a James que lo sentía, pero al mismo tiempo no era capaz.

Recordó su propia infancia, marcada por el abandono y la soledad. Había jurado nunca repetir esos errores, nunca ser vulnerable. Pero ahora la vida le mostraba cuanto se equivocaba. ¿Cómo puede protegerlos? No tiene respuestas. Solo cuenta con el peso de su propia incertidumbre y el profundo arrepentimiento por las palabras dichas.

Respiró hondo, tratando de calmar sus pensamientos. Tom sabía que tendría que enfrentarlo, necesitaba encontrar una forma de reparar el daño causado, de demostrarle a James que, a pesar de todo, estaba dispuesto a intentarlo y rogar que no la hubiera cagado lo suficiente y James lo perdonará.

+++

Cuando James ve a Tom no hace un intento por gritar, ni reclamar, ni mucho menos llorar, ya no, ya está cansado de que ese sea el patrón, de que a eso parezca reducirse su relación, una que nunca debió empezar, pero que lo era todo. Así que permanece recostado en su cama, envuelto en una manta como si pudiera protegerlo del mundo.

— ¿Qué haces aquí? —su voz suena cansada a sus propios oídos.

—Yo...

—No quiero escucharlo —lo interrumpe James incorporándose, permaneciendo sentado por si sus piernas fallaban—, me pediste que hiciera una elección y ya lo hice.

— ¿Qué? —Tom parece desconcertado, su expresión se endurece por un instante antes de volverse suplicante.

—Te amo, Tom, pero no puedo deshacerme de mi bebé, así que esa es mi decisión. Puedes largarte de una vez —la voz de James se quiebra al final, pero sus ojos permanecen firmes, desafiantes.

El amor de la SerpienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora