17 - Antes del cambio

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Cuando la mentira se parece tanto a la verdad, ¿Quién puede creer en la felicidad? ~Mary Shelley.
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Dicen que el amor es ciego, pero nadie te advierte de lo profundamente doloroso que puede ser cuando finalmente ves la verdad. Dicen que el tiempo lo cura todo, pero no mencionan cómo cada minuto se siente como una eternidad cuando tu corazón está roto. Así que Sirius Black se encontraba recostado contra la cama de una habitación que con tantos años ya consideraba suya. No era la casa de sus padres, sino la casa de su familia por elección.

El whisky de fuego aún no conseguía nublar sus pensamientos; su mente estaba en un torbellino después de la confrontación con Severus. Por lo que escuchar los golpes en la puerta fue un pequeño susto, se quedó en silencio, sin ganas de hablar con nadie, incluso cuando supo que era James.

—Canuto, por favor —pidió James desde el otro lado—, no me moveré hasta hablar contigo.

Soltando un suspiro cansado, Sirius se dispuso a tomar lo que le quedaba del trago, y luego retiró el hechizo que impedía que entraran a la habitación. James pasó de inmediato, dando una mirada hacia Sirius, al whisky a un lado y cerrando la puerta tras sí.

— ¿Qué ha pasado? —preguntó James.

Sirius lo miró, a su amigo, a su hermano, al hombre en cuyo rostro se reflejaba preocupación.

—Hablé con Severus, al menos tuvo la decencia de no negar nada, él... —su última palabra se cortó.

James frunció el ceño, no había salido nada bien, era lo obvio de la situación y lo esperado. Se tiró al suelo, sentándose frente a su amigo.

—Lo siento tanto, Canuto, siento que es todo mi culpa —Sirius quiso mandarlo a la mierda por ello; una parte de su cabeza culpaba a James de todo, pero la otra, la sensata, solo lo hacía sentir culpable del pensamiento.

—No es tu culpa imbécil —dijo Sirius con una sonrisa que no llegó a sus ojos—, ambos nos enamoramos de quien no debíamos. Me alegra que por lo menos para ti las cosas salieran bien.

Lo decía de verdad, aunque la amargura en su voz contará lo contrario. James incapaz de mantener la distancia abrazó a su amigo.

—Escucharlo directamente de Severus... duele más de lo que imaginaba. Me siento como un idiota por haber confiado en él, aun cuando me advirtieron que no lo hiciera.

—No eres un idiota, Sirius. Esto tampoco es tu culpa. Snape tomó sus propias decisiones, y tú simplemente le diste tu confianza —dijo James con empatía, volviendo a quedar frente a Sirius.

—Una confianza que no sirvió de nada. Severus dijo que nunca le contó a Voldemort nada importante, pero me importa poco, el punto es que lo hizo.

—La información que obtuvo Severus no fue solo por ti.

— ¿De qué hablas? —Esa afirmación lo tomó por sorpresa, pero no hizo nada para disminuir su molestia.

—Tenía amenazado a Peter.

A Sirius le costaron varios segundos comprender la información, y otros tantos para sentirse el doble de mal, pues ahora el comportamiento extraño de su amigo cobraba sentido.

— ¿Has hablado con Peter? —le preguntó a James.

—No, esperaba que lo hiciéramos juntos y habláramos también con Remus, él no tiene idea de nada de lo que ha sucedido —se lamentó James.

—No creo que Remus esté de acuerdo con ir en contra de Dumbledore, no después de lo que el director hizo por él.

—Es todo tan complicado. Hablaremos con Peter primero —sugirió James—. No quiero parecer que defiendo a Snape, sabes que no me cae nada bien, pero Peter tiene parte de la culpa.

El amor de la SerpienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora