16 - Protección en práctica

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A veces basta con que una persona crea en ti para cambiar tu vida para siempre. A veces basta con que una persona no crea en ti para destruirla ~Alice Feeney.
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—Sí sigues mirándome de esa forma no podré concentrarme —dijo James levantando la vista.

El menor se encontraba recostado en la sala de la vieja mansión donde estuvo la última vez, ahora sabía que era de Tom. Leía un libro, mientras Voldemort, en su forma más relajada, observaba la escena.

—Eres un deleite para mis ojos —respondió Tom como si nada, como si esas palabras no hicieran que James se sintiera más enamorado.

—Aumentas mi ego, Tom.

—El mío se aumenta al tenerte a mi lado —James se levantó hasta acercar sus labios a los de su pareja, en un beso suave y sin mayores intenciones—. Me haces pensar en lo extraño que es esto... lo fácil que es estar contigo. Nunca pensé que podría sentir algo así —agregó Tom.

—No creí que fuera tan romántico Lord Voldemort —Tom sonrió, una sonrisa que iluminaba sus rasgos, una sonrisa que James quería seguir viendo el resto de su vida.

James sin poder evitarlo besó nuevamente a Voldemort, un gesto que aún sorprendía al mago oscuro, pero al que se había acostumbrado y que incluso esperaba.

—Romántico... —Voldemort probó la palabra en su lengua como si fuera un hechizo nuevo—. No dejes que nadie se entere que has utilizado esa palabra.

—No se preocupe señor tenebroso, no destruiré su imagen —James rió—, los titulares en el profeta no pueden decir que Lord Voldemort se ha enamorado

—James... —Lo que fuera a decir el menor lo silencio con un beso.

Sus labios se encontraron con una intensidad que reflejaba no sólo deseo, sino también complicidad y amor. Voldemort se dejó llevar por el momento, dejando atrás cualquier pensamiento.

El beso se prolongó, envolviéndolos en una burbuja donde solo existían ellos dos. James rompió el contacto lentamente, sus ojos brillando con ternura mientras acariciaba el rostro pálido de Voldemort.

—Tom, quiero preguntar algo —mencionó James queriendo hablar de las cosas que rondaban por su cabeza, sus preocupaciones actuales.

—Lo que quieras.

—Es sobre los horrocruxes —inmediatamente Tom se tenso, pero igual le hizo un gesto a James para que continuara—. ¿Cuántos tienes?

—He creado cuatro hasta ahora: un diario, un anillo que perteneció a Salazar Slytherin, la diadema de Rowena Ravenclaw y la copa de Helga Hufflepuff.

— ¿Los objetos originales? —Tom sonrió un tanto orgulloso de sus elecciones.

—Sí, quisiera hacerme con la espada de Gryffindor, pero está en poder de Dumbledore —dijo con cierto deje de amargura.

—Bueno es sorprendente que ya tengas 3 objetos que pertenecieron a los fundadores de Hogwarts.

—En realidad 4, tengo un guardapelo que también fue debSalazar Slytherin.

— ¿Planeas hacer un horrocrux también?

—En su momento.

—No quiero que me digas donde los tienes, solo que estén en un lugar seguro donde nadie nunca los encuentre —pidió James tomando sus manos.

—Por supuesto, aunque... —Voldemort apretó las manos de James—. La diadema que fue el último horrocrux que hice aún no la he escondido, planeo hacerlo delante de las narices de Dumbledore.

El amor de la SerpienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora