18 - Despedidas y llegadas

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A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto y, de pronto, toda nuestra vida se concentra en un solo instante. ~Oscar Wilde.
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Una estación daba paso a la siguiente, y esto más que reflejar el transcurrir de los meses, reflejaba el cambio en el mundo mágico, en las personas, en las acciones de los dos bandos. En el aire las tensiones aumentaban, los enfrentamientos seguían su curso, James Potter en cada ocasión era un desafío para Voldemort, tres veces en menos de un mes se habían visto obligados a duelos públicos. Pero sin forma de pararlo, el tiempo seguía su curso, imperturbable, girando como las manecillas de un reloj, una cuenta regresiva o un inicio de algo importante.

— ¿Te encuentras bien, James? —preguntó Lily que caminaba junto al chico.

La habitación se estaba convirtiendo en borrones confusos, así que James se detuvo, apoyándose en la pared a su lado.

—Sí, solo estoy agotado —respondió James, omitiendo el hecho que no era la primera vez en esa semana que el mundo parecía ir al revés a causa de mareos.

— ¿Estás seguro? —insistió nuevamente ella, sin creer del todo las palabras de su amigo, el chico que parecía a punto de caer al suelo—, te ves pálido, es mejor si vamos al San Mungo.

—No es nada Lily, después de una noche de descanso se me pasará —James le dio una sonrisa, un intento de calmar a Lily, pero sin conseguirlo.

Esa tarde como era últimamente costumbre se hallaban en un encuentro de preparación para la guerra, un día en la orden del fénix y otro rodeados de mortífagos. La casa de esa ocasión era de los Longbottom, Augusta preparaba bebidas mientras se quejaba de los actos de Voldemort y de su cobardía, por otra parte los miembros activos de la orden iba de un lado al otro de su casa envueltos en diferentes planes.

Antes que Lily tuviera oportunidad de replicar Sirius entró en la habitación, su rostro mostraba signos de inquietud, y cuando su mirada encontró la de James una lágrima bajó por su mejilla.

— ¿Qué sucede Sirius? —la voz de James fue un susurro cargado de preocupación.

En pasos apresurados James eliminó la distancia, diferentes escenarios se formaban en su cabeza, cada uno más aterrador que el anterior, y los segundos que Sirius tardaba en hablar le daban forma a un nudo en su pecho, uno que pronto le iba a impedir respirar.

—Una lechuza apareció en el patio, es de San Mungo —inició Sirius—, tus padres están internados.

La noticia le pegó fuerte, pues en la mañana todo parecía normal, desayunaron juntos, sin ninguna señal de enfermedad, así que solo quedaba la opción de un ataque.

— ¿Por qué? ¿Qué les pasó? ¿Es grave? —preguntó Lily, pues James era incapaz de hablar.

—Solo dice que solicitan la presencia de James, que es urgente.

Sin perder más tiempo, los tres se dirigieron al patio donde aparecieron en un callejón del mundo mágico, antes de recorrer la distancia que los separaba de la clínica. Al llegar una sanadora les explicó que el matrimonio Potter se había contagiado con una enfermedad mágica, a causa de que los síntomas no eran visibles lo mantuvieron en secreto hasta que tuvieron la necesidad de buscar ayuda médica.

—Es poco probable que sobrevivan —les dijo la sanadora, haciendo que James se quedara sin aire, sin ganas de existir—, es mejor si estás con ellos, por si necesitas despedirte.

Con la sensación de que cada paso lo acercaba a la muerte, James caminó hacia la habitación donde estaban sus padres. Su corazón se apretó al verlos postrados en las camas, debilitados pero aún conscientes, las lágrimas sin poder contenerse comenzaron a brotar de sus ojos.

El amor de la SerpienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora