Capitulo 03.

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Los momentos vividos entre humano y demonio eran bastantes que se podían hacer más de dos libros enumerando cada uno de ellos.

La persona que estaba apoyada en el marco bajo de una ventana lo sabía perfectamente, pues ahora mismo recordaba algunos.

El primer dia en aquella casa de ese niño de rubios cabellos fue uno de los que nunca pensaba olvidar.

Pues en cuanto las cosas se tranquilizaron el de ojos azules arrastró al pelirrojo dentro de la casa, para luego llevarlo a la sala y colocarlo enfrente de sus padres y un chico de no más de catorce años.

— ¡Les presento a Camus! —Exclamó aquel niño emocionado, señalando con ambas manos al mencionado.

Ganó miradas de confusión por los tres restantes, haciéndolo fruncir el ceño.

— No se encuentra nadie ahí, Milo. —Mencionó un hombre castaño, mirando con preocupación a su hijo.

El menor observó al demonio que estaba a su lado, confundido.

— ¿No pueden verte? —Preguntó al aire para los demás, pero él ganó un asentimiento de cabeza.

— No pueden verme, ni oírme. —Dijo el pelirrojo, mirándolo sereno— Es una regla de los tratos, nadie tiene que saber que existo y que estoy a tu servicio.

El de rubios cabellos se quedó en silencio, analizando esas palabras. Poco después de un silencio incomodo y miradas preocupadas miró a sus padres y hermano, sonriendo.

— ¿No te has golpeado al venir, pequeño? —Le preguntó su padre de gran parecido, viéndolo preocupado.

— No. —Contestó sonriendo más— Camus es real pero ustedes no lo pueden ver porque es mío.

Al terminar de hablar se cruzó de brazos, sonriendo triunfante ante la mirada de confusión de su familia y la fulminante del demonio.

— Era mejor que dijeras que era alguna broma, Milo.

El mencionado simplemente sonrió aún más por las palabras del pelirrojo, haciéndolo chasquear la lengua.

— Oh... ¿Bien? Mi hermano se volvió loco. —Mencionó el de cabellera azulada, sonriendo.

— ¡Cállate Kardia! ¡No estoy loco!

Antes de que los mayores pudieran intervenir Milo tomó a su amigo de la mano y ambos salieron de ese lugar, dejando a la familia confundidos.

Ellos dieron la creencia de que aquel amigo del menor solo era producto de su imaginación.

Sin embargo, el paso del tiempo les hizo entender que no fue así.

Y así, los días, meses y años pasaron, algo que no fue notado por ninguno de los dos chicos, pues de no conocerse nada aprendieron a conocerse todo.

Ambos conocieron los miedos del contrario, las facetas escondidas y incluso los mayores secretos.

Tener a ese demonio en casa hasta mudarse fue algo bastante emocionante para Milo, quien había aprendido a manejar cada regla del trato, la marca del perdón y el trato de ser visto con superioridad por parte del pelirrojo.

En cambio aquel demonio de ojos rojos y tes pálida se acostumbró a ser tratado con aquella familiaridad cariñosa del rubio, y aunque tenía una personalidad indiferente era entendido.

Ya no sentía estar atado a ese trato a causa de impulsos curiosos, ahora lo cuidaba y temia que un mal movimiento lo rompiera.

Seguía siendo un demonio menor, pues al ser alejado desde niño solo tenía las pocas enseñanzas de hechizos básicos, pero eso era lo de menos.

Aunque aún tenía algo que le era preocupante... Aquel bosque de sueños perdidos, y esa persona misteriosa que temia recordar eran algo que lo tenían viviendo en duda y miedo. Le gustaba llamarlos recuerdos borrosos, pensamientos temidos.

Sus recuerdos y pensamientos se vieron interrumpidos por el sonido de una puerta abrirse y cerrarse junto una melodía que conocía bastante bien.

No se movió de aquel lugar que le era tranquilo, siguió viendo el cielo oscurecer y los carros pasar.

Al sentir una mirada a sus espaldas abrió la boca para hablar, pero le interrumpieron.

— Viendo la ventana otra vez ¿Eh?

🍎❄.

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