Capítulo 18.

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Si su hermano faltaba un día al trabajo era algo de alto riesgo, estaba completamente preocupado marcando una y otra vez al número del mayor, pero que no contestara era algo que lo alteraba más.

Se movía de un lado a otro en su oficina, esperaba cinco minutos y luego marcaba otra vez.

No recibía respuesta.

Optó por llamar al número del secretario de su hermano, pero no sabía si él se había presentado, y tampoco quería ser una molestia para él. Así que colgó la llamada antes de ser  notada por la otra línea.

Soltó un gran suspiro y se sentó en su lugar, dándose cuenta que estaba bastante preocupado por su hermano que había hecho a un lado a la presencia que tenía en su oficina.

Camus se encontraba mirando todo de un lado a otro, parecía bastante emocionado por ver todo lo de esa oficina.

Milo cayó en cuenta por esas muestras de emoción y curiosidad por parte del mayor que nunca lo había llevado a su oficina, el pelirrojo siempre lo esperaba en casa desde que empezó a trabajar.

Solo eran las salidas nocturnas que hacían al demonio apreciar Grecia sin estar viendo por una ventana.

Había decidido no dejar solo a Camus en casa por la presencia del día anterior, temía de que si el de ojos rojizos la llegara a sentir de nuevo que saliera de casa por llegar hasta a ella. Y eso sería algo demasiado malo.

Camus se quitó el chaleco blanco que llevaba con él y lo colgó en la base, quedando solo con un traje de oficina que le quedaba bastante bien.

Desde una edad pequeña Milo notó la forma de vestir de Camus, usaba ropa de telas suaves y elegantes, además de que el demonio siempre le daba toques especiales a cada prenda que usara.

El pelirrojo realmente era como un personaje delicado y elegante de esos que describen en los libros, uno que a simple vista da mucha intriga, pero al conocerlo lo único que se desea es tenerlo a tu lado y no perderlo nunca.

O así es como hacía sentir el demonio al rubio.

— Milo...

El llamado de Camus lo hizo salir con un sobre salto de sus pensamientos, al reaccionar se dio cuenta de que el mayor estaba sentado enfrente de él, mirándolo atento.

— ¿Pasa algo Camus? —preguntó una vez puesto su atención solo en él, brindando una sonrisa.

— ¿Por qué estás tan preocupado? Puedo sentir tu aura un poco alterada, Milo.

Las palabras del demonio lo hicieron sonreír un poco más, Camus siempre lo escuchaba cada vez que sentía su aura diferente a la normal, y sabía lo mucho que se esforzaba con su energía para sentirla y definir la emoción que manejaba en esos momentos.

Ojalá él también pudiera sentir las emociones de su demonio...

— Supongo que si recuerdas a Kardia, ¿No, Camus?.

— Kardia es tu hermano mayor, quién te llamó loco cuándo me presentaste a tus padres y a él de niños.

— Me alegra mucho que recuerdes a Kardia... Pero no tenías que repetir eso Cam...

Al terminar de hablar Milo recordó ese momento que mencionó el demonio, sonriendo. Y no era el único, una pequeña sonrisa se dibujaba en la boca de Camus.

¿Cuántas veces lo veía sonreír? Eran variadas las ocasiones, pero las sentía muy pocas.

— Tu sonrisa es hermosa, Camus... Siempre ha sido hermosa.

Mon Beau Démon. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora