Capitulo 04.

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El hombre de largos cabellos rojos se giró a esa voz aún estando en su silla, asintió con lentitud, ganando una sonrisa por el rubio dueño de su alma, algo literal.

Sus ojos carmesí viajaron a cada movimiento del contrario, quien dejó la mochila y bolsas que cargaba en una mesa de estudio.

Después le lanzó una mirada tranquila al pelirrojo antes de entrar a una habitación.

— Ven aquí, Camus. —Llamó el rubio desde la habitación, donde se escuchaba que movía algunas cosas.

El mencionado asintió nuevamente y entró a la habitación, sentándose enfrente de un tocador de colores plateados. Bajó la mirada tan pronto como el rubio se acercó a él con una caja en manos.

— No deberías de comprar más adornos, Milo. —Mencionó casi en un susurro, apretando las manos sobre su regazo.

Las manos del rubio pasaron por los cabellos pelirrojos hasta llegar a esos grises oscuros en su cabeza, trazando desde la punta hasta la parte del tronco.

— Últimamente los escondes mucho, es por eso que las pocas veces que los veo los decoro. —Dijo Milo sonriendo y pasando varios lazos por la cabeza del demonio.

— Mis cuernos no son árbol navideño...

— Lo sé, lo sé... —Suspira— Han crecido bastante en trece años.

— El tiempo es rápido.

Milo asintió para luego amarrar el ultimo lazo sobre uno de los cuernos, dando un ultimo vistazo a su obra. Después miró el espejo, notando que Camus no levantaba la mirada.

— Sigues teniendo esos recuerdos borrosos ¿Cierto?

— Si, pero la mayoría solo es esa voz diciéndome que no me aleje de él.

— Ya veo...

Milo de reojo observó la pequeña mesa arrinconada en esa habitación, las cosas en ella le llamaron la atención, como el vaso con poca cantidad de agua, la jarra llena del mismo liquido y un libro abierto en una página en especial.

Una sonrisa triste pasó por su rostro a la vez que tomaba al contrario de los hombros. 

— Camus... ¿Las marcas empeoraron?

El demonio asintió por tercera vez en ese dia, al sentir una mano bajo su mentón levantó la mirada, observando al de ojos azules por el espejo.

Una mueca de preocupación apareció en el rostro de Milo, y sin pensarlo dos veces se arrodilló alado de Camus, moviendo su silla donde el contrario para mirarlo de frente.

— Empeoran cada dia que usas tus hechizos.

Trazó con lentitud aquellas negras marcas parecidas a rasguños que estaban en el rostro del pelirrojo. Pasando desde su mejilla izquierda, ojo y mitad de la frente. Parecida a una media mascara.

— También las tengo en mi brazo. Al practicar me di cuenta de ello.

— No me gusta eso, dejarás de usar tus hechizos. ¿Está bien? 

— ¡N-No! Milo, no...

Camus cerró los ojos con fuerza al sentir el ardor en su mano, y el rubio después de unos segundos la agarró entre la suya marcada, tratando de calmarlo.

— Camus. —Dijo con voz firme— No me gusta que sientas este ardor, o que las marcas sigan apareciendo. Es por eso que está prohibido usar tus hechizos. ¿Entendido?

El demonio simplemente guardó silencio, asintiendo.

— Si, lo siento. No volveré a negar una orden.

— No lo sientas, solo es una preocupación por ti.

Al sentir que Milo ya no estaba el pelirrojo se giró al espejo y observó por unos segundos las decoraciones en sus cuernos, pasando una mano por ellos.

Una pequeña risa lo hizo sobre saltar, al girarse al dueño de ella logró mirar al rubio desde la puerta. Sacudió la cabeza desapareciendo sus cuernos y se cruzó de brazos, volteando al espejo.

— Camus...

— ¿Si?

— ¿Te gustaría salir? Ya pasó bastante tiempo desde que salimos juntos.

Camus negó con la cabeza de manera inmediata, para luego apoyar la misma en el tocador. Milo se acercó a él, preocupado.

— ¿Qué pasa? Antes te emocionaba salir conmigo. —Preguntó pasando una mano por el hombro contrario.

— Las cosas dejaron de ganar interés alguno en mi.

— ¿Qué...? ¿Porqué dices eso?

— Es simple. No pertenezco aquí.

🍎❄.

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