Capitulo 09.

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El dolor en su mano había aumentado en esos minutos en silencio, ya había tomado una decisión pero eso no quitaba el tema de que aún tenía miedo por lo que iba a pasar.

Soltó un gemido al sentir las manos del contrario bajo su camisa, acariciando su pecho y espalda, para que después la misma fuera quitada sin que se diera cuenta. Todo iba bastante rápido.

La cálida boca del rubio empezó a besar todo su pecho, ocasionando varios escalofríos extrañamente excitantes para el demonio.

— Mi... Milo.... Tu mano...

Ante el pequeño susurro de Camus el mencionado levantó la vista y tomó su mano marcada entre la suya, quitando todo dolor de ella.

Después de eso unió sus labios con los contrarios, formando lo que fue un beso suave que luego se hizo profundo, aprovechando la oportunidad de un jadeo para poder explorar su cavidad bucal.

Las manos del pelirrojo se dirigieron al rostro de Milo, lo alejó lentamente de él mientras intentaba tomar aire. Una mirada de diversión era lo único que obtuvo como respuesta.

— Estas yendo demasiado rápido, Milo...

— Simplemente es inevitable, he querido tomarte desde hace años. —Respondió Milo admirando el rostro sonrojado del demonio.

— ¿Ocupabas alcohol para hacerlo?

Y como si aquellas palabras lo molestaran se zafó con brusquedad del agarre de Camus y se dirigió a sus hombros, mordiendo con poca fuerza.

Eso ocasionó un gemido entrecortado del demonio, quien desvió la mirada con pequeñas lágrimas en sus ojos.

Podría tener una gran amistad con el rubio, pero no negaba que esa amistad lo lastimaba. O al menos en esta ocasión, donde tuvo que aceptar algo que claramente no quería por su bien.

— Tú más que nadie sabe que mantengo mis cinco sentidos con el alcohol, solamente me dejo llevar un poco. —Mencionó el rubio sin interés alguno por la marca que le había echo, pues le haría otra si quisiera.

— ¿Puedes ser rápido? Quiero que esto ya acabe...

Al escucharlo Milo inclinó la cabeza con curiosidad para que luego se le dibujara una sonrisa en rostro, ignorando totalmente el miedo en Camus.

El demonio sólo quería que eso acabara, quería que todo fuese una mentira y que Milo reaccionara.

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Kardia había llegado a su casa totalmente cansado, mucha información recibida y los pensamientos le estaban causando dolor de cabeza.

Fue directamente a su cuarto y se acostó en la cama, pensando en que podría dormir para olvidar todo.

Estaba a punto de cerrar los ojos cuando su teléfono empezó a sonar, y después de maldecir un poco lo sacó de su bolsillo. Se la pensó en contestar, pues no tenía información alguna sobre ese contacto.

Al rendirse contestó y puso en altavoz, pues hasta respirar le daba dolor de cabeza.

— ¿Quién habla? —Apenas pronunció aquello y tuvo que tapar su rostro para evitar bostezar.

— ¿Kardia Antares? Solo llamaba para preguntar sobre la entrevista de secretario.

Kardia dio un pequeño salto por esas palabras, tomó asiento adecuadamente en la cama y puso atención a la llamada.

— Si, soy Kardia Antares. Creí haber dicho que la entrevista para secretario sería mañana.

— En realidad no dijo nada. Ni siquiera contestó mi informe.

— ¿Qué...? —Preguntó en un susurro desconcertado, pues él estaba seguro de haber indicado algo— ¿Me podría decir su nombre?

— Dégel Sadalmelik.

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Camus se sentía bastante cansado en esos momentos, aunque no entendía el porqué, pues él mismo quería que Milo acabara rápidamente, y así lo hizo, pero nunca se imaginó que lo quisiera repetir.

Las caricias eran bruscas y cálidas, los besos se iban profundizando cada vez más, las marcas en cada cuerpo ya eran dejadas sobre cuello, hombro, muslos y abdomen.

Y claro que los gemidos y el cálido aliento de ambos no podía faltar, eran melodías para los dos, en esa unión que fue obligada pero disfrutada.

Ahora el pelirrojo se encontraba montando en Milo, quien lo tomaba de la cintura con gusto, disfrutaba bastante del ritmo que plantó el demonio.

— Nunca imaginé que serías bueno en esto Camus... —Mencionó Milo acercándose al oído contrario, y en un movimiento de distracción lo acostó, quedando como habían empezado todo.

— Es fácil seguir... Tus indicaciones...

El pecho de Camus subía y bajaba, algo que le era bastante llamativo a Milo. De tan solo escuchar como recuperaba el aire le daban ganas de interrumpirlo, y así lo volvería a escuchar.

— ¿Cuánto crees poder soportar? Tengo energía para toda la noche.

Al momento de contestar Camus fue interrumpido por los labios de Milo, después por las suaves estocadas del mismo.

Correspondió aquel beso y se abrazó de la espalda del rubio, imaginando una auto respuesta de Milo.

Y tal como lo imaginó, al separarse del beso el de ojos azules se acercó a su oído y pronunció las palabras que dejaron a Camus con un vuelco en el pecho.

— Sea cual sea tu respuesta, no tiene importancia. Nos detendremos en el momento que yo diga.

Y así fue como el placer obligatorio siguió, aunque si Camus era sincero... Si venía de Milo era algo que podía perdonar.

🍎❄.

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