FIN

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La primavera siempre había sido una época que disfrutaban por las cosas que traía consigo: mañanas frescas que se fundían en días cálidos en los que pájaros cantores gorjeaban y el sol brillaba sobre el agua. Las praderas recuperaban su verde vibrante y las copas de los bosques volvían a ser exuberantes.


Viajar también era mucho más fácil debido a la ausencia de los duros vientos invernales que te azotaban la cara.


Shen Qingqiu le tenía un gran cariño, sobre todo en momentos como este.


El cultivador se encontraba sentado en la entrada de una pequeña cabaña de bambú observando el suave fluir del río mientras las aguas reflejaban el sol. El sabor de la tarta de gelatina de osmanto que había comido hacía poco seguía todavía fragante en su lengua y ya era lo suficientemente tarde como para permitirse usar uno de sus favoritos —y más ornamentados— abanicos.


El débil olor a madera de agar que salía del quemador de incienso de latón mientras el suave tañido de la música llenaba el aire complementaba la atmósfera perfectamente.


El Señor de Pico dirigía una mirada furtiva de vez en cuando a su compañero y observaba cómo sus hábiles dedos se deslizaban y jalaban las cuerdas de seda. La canción que emanaba de ellas era dulce y estaba siendo tocada en un tono bajo.


Uno de los favoritos de Shen Qingqiu.


Luo Binghe tocaban el guqin con suma concentración, con el rostro sereno y el cabello cayendo sobre su cara —emulando una cortina oscura— enmarcándolo. Aquella vista era mucho más hermosa de mirar que el río. No obstante el inmortal sólo pudo observar a su marido durante un tiempo antes de tener que apartar sus ojos de él en un intento de ocultar la mirada excesivamente dulce que su rostro adquirió sin querer.


La cabaña era pequeña —pero hogareña— y se ubicaba profundamente dentro de las montañas que volvían a cobrar vida lentamente con el cambio de las estaciones.


Dicho lugar estaba muy lejos de su otra cabaña —la que su esposo había construido con esmero— y estaba también a una distancia considerable de la montaña Cang Qiong.


Era nueva en el sentido más amplio. Había estado abandonada y lucía decrépita cuando Luo Binghe la encontró originalmente —además de estar asediada por un fantasma bastante malicioso—.


Al Emperador celestial le llevó unos minutos erradicar al fantasma y unos días limpiar la casa, todo ello a espaldas de su Shizun.


Una vez que concluyó de arreglarla tímidamente lo había invitado a conocerla —una noche después que volvió de atender asuntos oficiales— preguntándole si quería irse de viaje por unos cuantos días.


Desde el incidente que habían tenido con la criatura del Abismo Shen Qingqiu había pasado las primeras dos semanas siendo más cuidadoso con el tiempo que le quitaba a Luo Binghe. No olvidaba que su loto tenía sus propias responsabilidades —mismas que había descuidado por darle preferencia a su relación y a las cuales, de ahora en adelante, tendría que prestar más atención debido a que su corte imperial se había reducido considerablemente—.

NOCHES DE ANHELODonde viven las historias. Descúbrelo ahora