Continuación del capítulo III

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Ambos montaron sus espadas y se adentraron en la espesura de la noche. Shen Qingqiu se aferraba a un Luo Binghe todavía inconsciente; con un brazo lo rodeaba con fuerza mientras levantaba los dedos índice y medio de la mano contraria frente a él.


Tras haberse alejado unos cuantos li* del Palacio Shang Qinghua le sugirió a Shen Qingqiu que se atara a Luo Binghe —quien al principio se negó pero que, tras haber recorrido una mínima distancia, ya sudaba profusamente—.


Su principal razón para no aceptar se había debido a que pensaba que la idea del escritor era estúpida. Sin embargo, casi dejó caer a Luo Binghe por lo que ambos aterrizaron un momento en tierra firme para poder así atar una cuerda alrededor de su cintura y la del demonio.


Shang Qinghua entonces los condujo a un prado oscuro y tranquilo que se encontraba rodeado por la parte delantera por una pequeña cerca y que en la parte posterior tenía una pequeña casa de campo que se erguía a un lado y cuyo cobertizo estaba en ruinas.


Desde el lugar en donde se encontraba Shen Qingqiu pudo observar que —a la distancia— había una cadena montañosa que le resultó completamente desconocida.


El cultivador se bajó de su espada y Shang Qinghua lo ayudó a llevar a Luo Binghe al interior de la vivienda. Una vez dentro se percataron que la estancia estaba polvorienta y que sólo tenía una habitación, una cocina —también en ruinas— y un único catre.


El erudito estaba a punto de preguntarle a su compañero dónde demonios había encontrado semejante lugar hasta que pasó sus ojos en una pared cubierta de gigantescas marcas de garras —que había sido desgarrada por esas zarpas — y decidió que era mejor no saberlo.


Ambos cultivadores recostaron a Luo Binghe en la cama y Shen Qingqiu se aseguró que el estado de su discípulo no hubiese empeorado y se dio cuenta que —aunque su esposo todavía estaba profundamente dormido— su cuerpo se encontraba un poco caliente. 


No obstante —pese a ello— la marca demoníaca en su frente no se había extendido por su cuerpo.


— Dijiste que no tenemos mucho tiempo— expresó Shen Qingqiu dirigiéndose al otro Señor de Pico presente mientras empujaba una almohada polvorienta bajo la cabeza de Luo Binghe— ¿Qué es lo que le pasa a Binghe?


— Tiene una maldición— respondió Shang Qinghua —Dicho maleficio ha bloqueado el recuerdo de las personas a quienes más ama Luo Binghe. Es por eso que no te recuerda.


— También olvidó a su madre adoptiva— confesó el erudito con voz lúgubre —Olvidó quién lo crio antes de entrar a Qing Jing.


— Sí — respondió el otro —Cuando te metes de esta manera con la mente de alguien puedes desequilibrarlo. Cuanto más tiempo pase tu marido sin recuperar sus memorias, más inestable será su mente.


Shang Qinghua rebuscó entre los pliegues de su túnica y sacó un rollo de pergamino, mismo que le entregó a Shen Qingqiu —quien lo abrió con el ceño fruncido—. 

NOCHES DE ANHELODonde viven las historias. Descúbrelo ahora