Fin del capítulo I

693 106 8
                                    


Al principio se sintió extraño, como un acto mecánico.


Incluso cuando había sido Shen Qingqiu quien decidió tomar la iniciativa —cosa que, por sí misma, era algo bastante peculiar dado que, en condiciones normales, el cultivador siempre se burlaría de Luo Binghe, obligándolo a tomar el control—.


Su esposo siempre le ponía las manos encima con muchísimo gusto, se entusiasmaba demasiado y se le humedecían los ojos excesivamente rápido cuando lo regañaba.


El Señor de Qing Jing nunca pensó que echaría de menos las lágrimas de cocodrilo de Luo Binghe, pero estaba bien. Entre más pronto acabaran con esto más rápido tendría a su Binghe de vuelta.


Y tan sólo habría tenido que sufrir por un día.


El inmortal se desvistió primero y Luo Binghe lo observó con atención desde la distancia, sentado en el borde de la cama. 


Shen Qingqiu hizo todo lo posible por no retorcerse bajo su mirada.


Al menos los ojos del demonio se habían oscurecido a causa del deseo en cuanto se desató el cinturón que mantenía su túnica interior cerrada —lo que le indicaba que su esposo no era completamente indiferente a su cuerpo—. 


Inclusive extendió una mano hacia él una vez que se acercó a la cama.


El erudito la tomó y se dejó guiar hacia el regazo de Luo Binghe. Se sentó a horcajadas sobre él y su discípulo miró hacia abajo, tirando del borde de los finos pantalones del cultivador.


—No recuerdo quién eres— dijo el Rey demonio en un susurro bajo haciendo que sus palabras resonaran dentro de Shen Qingqiu —Pero siento que mi cuerpo lo hace.


Luo Binghe lo tocó como era debido.


Lo tocaba en los puntos adecuados —recorriendo con sus manos grandes y firmes todo su cuerpo—. Lo hacía de forma precisa, en la forma en la que al cultivador le gustaba. 


Su toque casi adormeció a Shen Qingqiu con una falsa sensación de seguridad; sensación que se vio rota por el ligero pero perpetuo ceño fruncido de su discípulo.


El Rey demoníaco permitió que su Maestro apartara sus túnicas y lo besara lentamente. El acto casi le resultó familiar —salvo por el hecho que Luo Binghe no salpicaba con suaves besos la línea de su garganta ni masajeaba en suaves círculos sus caderas—.


Su discípulo respondía tentativamente al acto, como si todavía no confiara en él.


Shen Qingqiu interrumpió el beso y se echó hacia atrás, intentando averiguar qué estaba pensando.


Sin embargo, el rostro de su loto era ilegible.


El inmortal volvió a presionar a Binghe contra el colchón haciendo que un parpadeo de hambre cruzara por la cara del más joven al ver cómo Shen Qingqiu balanceaba una pierna sobre su regazo.

NOCHES DE ANHELODonde viven las historias. Descúbrelo ahora