Continuación del capítulo II

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Para cuando Luo Binghe se dignó a honrar finalmente a Shen Qingqiu con su presencia el erudito ya había adoptado una pose de completa tranquilidad. 


Estaba tumbado en la cama que habían compartido siempre con un delgado libro entre sus manos, mismo que pretendía leer bajo la luz de las velas.


El cultivador agradecía lo bien entrenado que estaba su rostro ya que eso le permitió no mostrarle al demonio que había empezado a sudar profusamente tan pronto como oyó sus pasos fuera de la habitación.


La biblioteca personal que poseía dentro de los aposentos —suyos y de Luo Binghe— no era tan extensa como la que tenía en Qing Jing pero seguía siendo considerable.


Shen Qingqiu consiguió hojear bastantes libros pero en ninguno de ellos encontró una solución para el problema que los aquejaba.


Justo ahora se encontraba sentado con una delgada obra de herbolaria entre sus manos —texto que había obtenido de un boticario— mientras pretendía que sus hermanos libros no habían sido colocados al azar en los estantes.


El cultivador esperó unos instantes después que se cerraron las puertas de la recámara para dejar el escrito sobre su regazo. 


A la luz de las velas la expresión tranquila y calmada de Luo Binghe parecía aún más etérea e ilegible.


Era un espejo de la misma arrogancia que portaba Shen Qingqiu todo el tiempo en el rostro; el mismo orgullo que había visto a Luo Binghe mostrar ante otros.


Sin embargo, ver cómo esa cara altiva se volvía hacia él provocó que se le retorciera el estómago.


Si debía ser sincero, Luo Binghe se veía infinitamente más genial así. 


Esa actitud le sentaba mucho mejor que el papel de doncella de corazón tierno que le gustaba interpretar delante de él. 


Inclusive se veía más rudo que Bing-ge.


¡Algo que Shen Qingqiu habría apreciado mucho más si esa altanería no estuviera dirigida hacia él!


Lentamente el inmortal se levantó de la cama y —al verlo— Luo Binghe elevó una mano, dándole una orden silenciosa que lo detuvo de seguirse irguiendo.


El demonio no se acercó a él sino que lo observó desde la distancia, como uno suele hacer cuando observa a un pájaro.


Shen Qingqiu dejó pasar otro momento de silencio entre ellos antes de hablar.


— Tus sirvientes no me dejaron salir.


Su tono de voz fue simple. No había acusación en dicha entonación, sólo una constatación de hechos.


El demonio dejó escapar un "mmm" de entre sus labios.


NOCHES DE ANHELODonde viven las historias. Descúbrelo ahora