Continuación del capítulo III

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Ambos cultivadores diseñaron un plan.


Shang Qinghua dio toda la información que había podido averiguar sobre el decrépito templo al que irían en unas horas y —tras eso— obligó a Shen Qingqiu a dormir un poco.


—Tenemos unas cuantas horas libres hasta que el sol empiece a ponerse— dijo el castaño, desganado, como si no pudiera acabar de hacerle entender a Shen Qingqiu lo poderosa y peligrosa que podía ser la criatura a la que irían a asediar—Será mejor que ahorres algo de energía.


A regañadientes su compañero trasmigrado aceptó.


Estaba tentado a acurrucarse donde Luo Binghe se encontraba recostado en el pequeño catre pero —para empezar— no había mucho espacio. Además no sabía que tan malas podrían volverse las cosas si su esposo rompía los sellos y se despertaba alimentado por la misma ira de antes y descubría que estaba descansando a su lado.


Debido a eso decidió tomar un poco de paja y tela rugosa de arpillera ° para crear una cama temporal. Shang Qinghua rechazó cualquier oferta para dormir por parte del inmortal, diciéndole que se quedaría montando guardia.


Shen Qingqiu durmió con dificultad y —sin embargo— se sorprendió por ese simple hecho. Su cuerpo debía estar mucho más cansado de lo que pensaba ya que la cama improvisada que hizo le pareció lo suficientemente suave.


Su sueño fue tan ligero que al principio apenas y soñó. Pero —al final— el cansancio se impuso a la inquietud y cayó en una somnolencia más profunda —cosa que resultó ser una maldición debido a que sus ensoñaciones resultaron ser sumamente desagradables—.


Shen Qingqiu se encuentra en una prisión oscura y húmeda, encadenado a la pared y con una luz apenas perceptible entrando por la ventana , siendo esta su única compañía.


Una parte de su mente sabe que está soñando pero eso no evita que el pánico burbujee en su interior cuando se percata que no tiene piernas. 


Han sido arrancadas. 


Todavía tiene brazos —aunque los grilletes están tan apretados que se le están entumeciendo.


A pesar de ser un sueño el inmortal siente que lágrimas calientes comienzan a brotar de sus ojos por lo que cambia de táctica e intenta gritar el nombre de Luo Binghe. También intenta mover su propio cuerpo pero es inútil; está demasiado restringido, demasiado atormentado por el dolor que parece tan real, incluso en ese sueño.


El Señor de Pico tiene la cara húmeda y la voz ronca cuando pronuncia el nombre de Luo Binghe una vez más. 


Sus palabras hacen eco y rebotan en la piedra de la que está hecha el calabozo. 


El cultivador distingue  vagamente lo que hay a su alrededor y siente que su pecho se aprieta horriblemente cuando la suave luz que se filtra a través del calabozo lo cubre y revela a sus ojos lo que lleva puesto.

NOCHES DE ANHELODonde viven las historias. Descúbrelo ahora