CAPÍTULO 66/6: SENTIMIENTOS ENCONTRADOS

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FERİHA

Maldita seas Emir. Maldita Ece. Juro que yo no me esperaba esto. Luego de oír esa horrible charla que Ece tenía con su amiga sentí esa fuerte decepción como aquel día en que me fugué de aquí. Tengo que ser sincera conmigo misma… la verdad, desde el día del incidente en el club cuando Emir me cuidó y se preocupó por mí sentí ese fuego adentro de mí, la sensación que me gritaba desde lo profundo... esas ganas de decirle todo lo que lo amo y todo lo que lo he extrañado estos últimos tres años. Sus besos, sus abrazos, su actitud protectora… me faltan palabras para poder describir cuanto extrañaba estar junto a él. Juro por Dios que tenía pensado retirar mis cosas e ir a hablar con Emir, romper con mi terquedad y orgullo y poder pararme frente a él para poder preguntarle el porqué de su decisión, de aquella decisión de elegir su trabajo en lugar de elegirme a mí. Quiero decir, preguntarle qué hice mal, en qué me equivoqué, si yo dije algo o hice algo con anterioridad que lo haya hecho cambiar de parecer… juro que lo habría hecho, pero después de oír todo esto, sé que todo es una farsa. Claro, qué iba a esperar de Emir Sarrafoğlu y su famosa reputación. Yo solo fui aquella mujer más en su vida, en su cabeza y en su cama, otro trofeo más a su colección de damas. Claro, él no podía ver a un trofeo suyo estando en brazos de otro porque manchaba esa reputación dorada de él. Hande diciéndome cómo Emir se deprimía por mí, Gülsüm contándome la misma historia, el pobre Emir sufriendo durante más de un año por ti. Qué falsedad, él estaba “sufriendo” bastante junto a Ece. No estaba equivocada aquel día que dialogué con Hande acerca de los miedos que me provocaba la cercanía de Ece a Emir, ambos son tal para cual. Solo viven el momento y no les interesa para nada lo demás. Ellos están por encima de todo junto a su buena reputación.

Salí corriendo de su casa mientras iba soltando lágrimas en el camino. Sin dar un portazo, corrí directo a mi auto y manejé sin rumbo por la ciudad. Nadie puede verme así de débil y descorazonada como lo estoy ahora. Trataba de llamar a mamá, que era la única con la que podría hablar pero no contestaba mis llamadas. Maldigo cada llamada sin contestar de ella, pero sin darme cuenta manejé tanto que llegué hasta mi antiguo barrio. No podía imaginar que el camino que hice me llevaría hasta ese lugar en donde viví, donde crecía, me escondía, lloraba y a veces sonreía. Es bastante extraño que las casualidades de la vida te hagan llegar a tal punto. Sin pensarlo dos veces, me bajé para contemplar la cuadra. Estaba tan tranquila como siempre, sin tanto gentío. Pude visualizar el auto de la señora Tülin, que al parecer había llegado de Francia, como Cansu me había comentado días antes. Miré para atrás y vi el parque donde todo comenzó, donde nos besamos por primera vez, donde creí que él de verdad podía enamorarse de la mentirosa hija de un hombre pobre. Empecé a caminar sin meditar ningún paso hasta que llegué al edificio. Todo lucía tan simple y extraño a la vez. Las escaleras que llevaban a mi antiguo hogar en descenso, mientras que las otras que también me llevaban a mi antiguo “hogar” en ascenso. Todo es bastante curioso viéndolo en esta perspectiva. Fui pobre, ascendí, logré lo que pocos como yo lograban según Seher. Pero aún así todo sigue igual, excepto la sensación de ira que cargué todo el tiempo lejos de Turquía.

 Pero aún así todo sigue igual, excepto la sensación de ira que cargué todo el tiempo lejos de Turquía

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EL SECRETO DE FERİHA 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora