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El Omega subió los escalones de la enorme casa aferrado a sus cosas como si buscase protección en algo.

«El esposo infiel», pensó con tristeza.

Pero él no era esposo de Zayn en realidad, se recordó, como lo había dicho Paul. Tendría que haberle pedido su libertad mucho tiempo atrás. Pero su padre se hubiese puesto fuera de sí, y se hubiera sentido terriblemente decepcionado.

Liam se había pasado los primeros diecisiete años de su vida complaciendo a su padre, Max. Y hacía cinco años, por consejo suyo, se había casado con Zayn, y ése había sido el error más grande de su vida. Zayn Malik le había quitado la libertad, y no le había dado nada a cambio. Pero todo eso era historia pasada, se recordó a sí
mismo. Hacía apenas dos meses que su padre había muerto, a causa de la enfermedad coronaria que había dañado su salud durante años.

- El señor Malik lo está esperando en la sala – le informó Petros, el mayordomo.

El Omega se puso más nervioso aún. Como norma general, él no veía a Zayn hasta la hora de cenar, por lo que sospechó que algo no iba bien.

El Alfa estaba de pie, cerca de la chimenea recubierta de mármol. Era un Alfa alto, que irradiaba una presencia extremadamente masculina. Alguna vez había
sentido que su corazón se estremecía al mirarlo, que se le aflojaban las piernas, y que le costaba pronunciar cualquier palabra frente a él. Ahora en cambio, Liam lo veía como si entre ellos hubiera una mampara de cristal. Había aprendido a
distanciarse de él, como primera medida.

Zayn Malik, el legendario magnate griego, poseedor de un gran poder y una gran fortuna. Tenía una elegancia natural que aumentaba con el exquisito
gusto en la elección de la ropa: zapatos de piel acabados a mano, o un fabuloso traje en tela de mohair y seda. Era un Alfa por el que cualquier Omega se moriría, había pensado Liam con la ingenuidad y excitación de los diecisiete años.

Y Zayn en efecto, era un atractivo Alfa, seductor por donde se lo mirase. Un pelo grueso color ébano, la piel morena, los ojos dorados. Y lo sabía, le gustaba que así fuera, y se valía de ello cuando le venía bien. Una vez, aunque Liam casi no lo recordaba, él había sido el blanco de esa energía sexual que irradiaba.

Pero luego todo había cambiado.

El Omega entró en la sala. La tensión flotaba en el ambiente. Los profundos ojos de Zayn lo miraron detenidamente. Luego
frunció el ceño y le dijo,

—No tenemos mucho tiempo, así que voy a ser muy breve y  directo. Nos vamos a París.

—¿A París? – preguntó Liam como un eco, más que sorprendido.

Pero Zayn ya había abierto la puerta, y le decía impaciente:
- Vamos.

- ¿Quieres que vaya contigo a París? ¿Yo? ¿Ahora mismo?

- Sí.

- ¿Pero por qué?

- Un asunto relacionado con la herencia de tu padre.

Liam estaba más que sorprendido, ya que no se imaginaba que pudiera haber
algo pendiente con relación a la herencia de su padre. A pesar de que Zayn no se había molestado en ir al funeral de su padre, había asumido con arrogancia la responsabilidad de dar instrucciones a sus abogados
para liquidar sus propiedades.

Mientras Liam lloraba la muerte de su padre, sumido en la gran pérdida que significaba para él, e incapaz de ocuparse en ese momento de cuestiones materiales, Zayn había vendido todos los bienes que tenía su padre, absolutamente todos.
Su hermosa casa, sus inversiones, sus exquisitos muebles y efectos personales habían sido convertidos en dinero en efectivo siguiendo las instrucciones de Zayn. No le había dejado al Omega ni un solo recuerdo. Su padre, Max Payne,
podría no haber existido, si sus bienes hubieran tenido que testificar sus sesenta y tantos años de vida en la tierra.

Un Matrimonio DiferenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora