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Liam estaba sentado en la playa, a orillas del mar, abrazado a sus piernas flexionadas, escuchando el susurro del viento. El ritmo de las olas tenía un efecto tranquilizante, y el calor que iba dorando poco a poco su piel, lo dejaba en un estado de pereza y calma que casi lo adormilaba. ¿Cuántos días habían pasado?
¿Diez, once? Había perdido la noción. Lo importante era que Zayn estaba con él. No estaba por llegar, ni por irse, ni lo iba a dejar sola durante interminables semanas, y ese convencimiento le daba una creciente seguridad.

Se sentía feliz, tanto que por momentos le daba miedo.

Cuando hacía un balance de su vida anterior, no recordaba haberse sentido así nunca. Y le asombraba que un motivo tan práctico como el que había llevado a Zayn a poner lo mejor en su matrimonio hubiese producido el cambio, y que lo hubiera hecho feliz.

Pero Liam amaba a Zayn Malik. Era normal que se sintiera feliz por compartir interminables horas con el Alfa, por que él le hiciera el amor una y otra vez, haciéndolo sentir el Omega más deseable del mundo. ¿Entonces de qué se quejaba?

Nada era perfecto. Y Liam tenía lo que siempre había deseado. Tenía a Zayn. Tenía de Zayn más de lo que cualquiera de sus amantes había tenido. Se comportaba como un marido. Empezaba a hablar de «nosotros», «nuestros», y parecía pensar en términos de una pareja. Y eso era un logro en él.

Aunque tuviese unos lazos familiares estrechos, era evidente que Zayn era una persona individualista. Y si bien era aparentemente extrovertido, guardaba en su interior un aspecto muy reservado de su carácter, que contrastaba también con la arrogancia que a veces mostraba. En cuanto a las emociones le resultaba más fácil
ser sarcástico que cándido.

Liam jugaba con la arena y se preguntaba si realmente importaba que no lo amase. Porque Zayn lo deseaba, lo deseaba siempre, en todo momento. ¿Pero alcanzaría eso? ¿Adónde iría a parar ese sentimiento con el tiempo? ¿Se aburriría Zayn? ¿Qué sería de ellos después de un año de relaciones? Ésa era una pregunta
que nadie podía contestar.

Unos pasos interrumpieron los pensamientos de Liam. Dimitri, un empleado beta de la casa, se acercaba a él, con un paquete que parecía ser el almuerzo preparado como para hacer un picnic. Lo saludó en un inglés pausado y cuidadoso, y después,
con gran ceremonia, extendió el mantel sobre la arena. Puso en él dos botellas de vino y dos vasos de cristal.

- Zayn Malik llegará de un momento a otro – le informó Dimitri.

- Gracias. Esto tiene muy buen aspecto – respondió el castaño.

Liam espió en la caja sin desenvolver y se le hizo agua la boca.

- ¿No esperará a su Alfa?

- No hace falta – respondió Liam, tratando de disimular su entusiasmo, cuando el criado dejó el sacacorchos sobre el mantel.

Era el último día que pasarían en la isla, pensó el castaño con tristeza. Al día siguiente volarían a Atenas, y conocería al resto de la familia. Ponia se había ido hacía dos días, comprendiendo que tal vez era una molestia para dos enamorados.

Zayn se aproximo al Omega con una sonrisa ancha. Llevaba un par de vaqueros gastados y transformados en pantalones cortos, y el pecho desnudo. Su aspecto era irresistible, pero la sonrisa era lo que más seducía a Liam. Por un momento pareció tener un aire juvenil y vulnerable, pero luego dejó paso
a una mirada más profunda, interrumpido por el pestañeo de color ébano, por el que cualquier Omega se hubiese rendido a sus pies.

- Te queda bien el blanco – le dijo mirando la ropa de Liam y sentándose en la arena.

- Iba de blanco el día que nos conocimos – no supo por qué se lo dijo, en realidad se le había escapado.

Un Matrimonio DiferenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora