quatre

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Apenas Lee Minho supo las condiciones en las que habían dejado al Príncipe Jisung mientras él se mantenía inconsciente, supo que debía encargarse personalmente de su trato. 

¿Cómo a la gente de Greyfell se les había ocurrido dejarlo en el calabozo?

Un Príncipe en ese sucio, lúgubre, húmedo e incómodo calabozo. Quizás, ¿no era sólo Lee Know el loco en ese Reino? ¿Tal vez todos lo estaban?

Como sea, esa no era su responsabilidad. 

Ahora tenía en su poder todos los recursos para cambiar la primera impresión del Segundo Príncipe de Hanrakeon, y vaya que ocuparía todas las cartas en su mano. 

Una suite de invitados, con una preciosa vista a la ciudad. 

Cinco comidas al día, incluyendo colaciones. 

Espacio de recreación con libros tanto académicos como novelísticos, sumando un escritorio con todo lo que un príncipe podría necesitar. 

O sea, prácticamente hizo un réplica de la mismísima habitación de Lee Know


Pero no, eso no bastaba. 

Minho debía ir más allá si quería tener una buena relación con el Príncipe de Hanrakeon. 

Aun así, había un detalle que lo detenía. 

Jisung Kang Hanrakeon fue, en la novela original, el segundo concubino de Lee Know

¿No se supone que él mismo había reducido a cenizas el país vecino? La respuesta es ¡sí! Así que no sólo inició la Guerra contra Hanrakeon, sino que retuvo a uno de sus príncipes sin darle oportunidad de ver a sus familiares por última vez. 

La pregunta ahora es, ¿Jisung odiaba a Lee Know?

Irónicamente, no, Jisung no lo odiaba. Y ahí entra el detalle que incomoda a Lee Minho. 

Jisung desarrolló una dependencia bastante tóxica hacia Lee Know, justificando todos sus actos y aferrándose peligrosamente a él, como si fuese lo único que le quedaba. 

La relación entre Lee Know y el Príncipe de Hanrakeon era enfermiza, no sólo por la dependencia de Jisung, sino porque el mismo Lee Know amaba el sentimiento de posesión y control que tenía sobre él. 

Lo rebajó, humilló e incluso hizo arder en llamas su Reino natal, y aun así Jisung se aferró a sus pies, rogando por un poco de compasión.

No obstante, únicamente él podía hacer sentir miserable a Jisung, no se lo permitía a nadie más. De alguna manera, Jisung pasó a ser su pertenencia más preciada

Lee Minho debe admitir que realmente amó el desarrollo de esa relación. 

La decadencia, la toxicidad, los pocos momentos donde ambos parecían ser amantes sólo para que Lee Know lo torturara...

No lo niega, ni por un segundo. Sí le gustó esa parte perversa, "el rol del segundo concubino de Lee Know".

¡Pero ahí estaba su problema, señoritas! 

Lo que habían mostrado de Jisung en la novela, era que desde un inicio su autoestima no era muy buena, lo que hizo más plausible la creación de su dependencia emocional. 

¿Qué significaba?

¡Que ahora debía ser el doble de cauteloso para que esa relación no se produjera! 

Al menos creía tener un punto a favor. 

Lee Know era extremadamente dominante, no sólo en su vida diaria, sino que en la cama también. Y por cómo vio a Jisung en el juicio... Pues activo-activo, no era. 

Minho suspiró. 

Un novio menos y un amigo más, ¿no?

Claramente, él tampoco era dominante en la cama. 

Siempre que se mantuviera al margen, debía estar bien, ¿no?

Serían capaces de formar una amistad políticamente orientada sin problemas...


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Minho a veces podía pecar de optimista. 

No contaba con el hecho de que incluso en los Reinos vecinos tuviesen miedo de su temperamento, y su natural expresión villanesca tampoco ayudaba mucho. 

Apenas entró por primera vez a la habitación que designó a Jisung Kang Hanrakeon en su estadía como prisionero político, lo único que vio fue un bulto arrinconado en la cabecera de la cama king size.

Es como una ardilla. 

Sin disimular su temor, Jisung no salió de su "refugio" en ningún momento, pudiendo únicamente intercambiar un par de palabras. 

Minho decidió que lo mejor sería iniciar de a poco, preguntándole cómo se sentía y si le gustaba la comida. 

Debía hacerle entender que importaba allí, que no planeaba hacerle algo malo y mostrar su hospitalidad por encima de la mala reputación que cargaba. 



Luego de un par de días, Jisung por fin hizo una pregunta por iniciativa propia. 

— ¿No vas a matarme y mandar mi cabeza donde mi padre como una señal del comienzo de la Guerra...?

Por supuesto que no se esperaba un escenario tan específico

—Si hubiese querido matarte, lo hubiese hecho en aquel juicio, Príncipe Jisung. 

Minho pelaba unas mandarinas sentado en el escritorio, con una tranquilidad bastante lejana a lo que esa pregunta ocasionó en su interior. 

—Buen punto...

— ¿Qué te hace pensar que te mataré? 

—Pues... Eres la Lycoris Radiata... El Príncipe con la más larga lista de logros militares en la historia de Greyfell... Además que tu reputación... ¡Ah!

Jisung tapó sus labios con ambas manos, como si hubiese dicho algo que no debía. 

Minho sonrió, pensando en lo imprudente que el chiquillo era, aún en su situación.

—No te preocupes, te entiendo —consintió, ofreciendo la fruta pelada al contrario. 

El peliazul lo miró con cautela, como si no hubiese visto que, efectivamente, no le puso nada raro a la mandarina.

—Sé que puede ser difícil confiar en mi, pero créeme cuando te digo esto, Príncipe Jisung —acercándose a paso lento, Lee puso la mandarina entre las manos de él, manteniendo el contacto— No tengo ni la más mínima intención de hacerte daño a ti, ni a tu pueblo. 

Un par de segundos más tarde, las barreras del Príncipe de Hanrakeon cayeron, junto a un mar de lágrimas que con orgullo tuvo que retener. 


Lee Minho no pudo evitar suspirar. 

Después de todo, sigue siendo un niño, ¿no?




Jamás pensó que el consolarlo en aquel momento, fuese a tener tan grandes repercusiones. 

Sobreviviendo como el villano › 𝐋𝐞𝐞 𝐊𝐧𝐨𝐰 𝐡𝐚𝐫𝐞𝐦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora