vingt-cinq

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[AVISO: Posteo esto de nuevo porque a varia gente no se le carga el capítulo oficial.
Archivaré la broma del día de los inocentes, así que

¡Disfruten la lectura!]



Lo primero que hizo Lee Minho, fue ocupar su presupuesto como Príncipe para encargar una nueva cama.
Se rehusaba rotundamente a seguir durmiendo donde Lee Know y Targar Hyunjin se habían revolcado.

Cambiar las sábanas no era suficiente, incluso ordenó que las quemaran y que consiguieran unas nuevas, mientras él dormía en el sofá de su habitación.

Más temprano que tarde se dio cuenta de que el sofá tampoco estaba a salvo, y entonces comenzó una revolución al interior de la habitación.

Muebles, alfombras, cortinas, todo aquel accesorio que podía sacarse y reemplazarse, se hizo. Poco más y Minho se cambiaba de alcoba, pero no lo hizo.

La caoba fue sustituida, la seda roja cambió por satín azul. De manera paulatina, aquella pieza dejaba de tener el nombre de Lee Know, abriendo paso a que Lee Minho dejara su firma en ella.

Observando con orgullo el cómo en tan poco tiempo aquel lugar incómodo se volvió en uno mucho más personal, Minho sonrió.

—Esto debería ser suficiente —anunció, más para sí mismo que para otra persona, pero lo cierto es que alguien sí lo estaba escuchando.

— ¿Estás seguro de querer quedarte en esta habitación? —preguntó Jeongin, observando al Príncipe desde la nueva cama, acostado como si fuera la suya propia—, no me molestaría compartir mi cama pieza contigo —guiñó.

Lee sólo negó, poniendo los ojos en blanco mientras se resistía el sonreír.

—Ya tengo todos los ojos encima mío por hacer una "remodelación de la nada", no quiero que ahora me tilden de loco por cambiar totalmente de habitación —se le ocurría al menos una persona que lo apuntaría sin fallar.

—Si no quieres heredar la corona, ¿Eso es realmente tan importante?

Minho por primera vez escuchaba algo elocuente de la boca de Jeongin, al punto de que se giró a verlo, un poco desconcertado.

Cierto, no quería realmente mejorar su reputación y ser Rey, entonces, ¿Por qué se esforzaba tanto? ¿Era su naturaleza? ¿La incertidumbre, quizás?

—Supongo que sólo no me gusta dar problemas —murmuró, estirando un poco sus labios al final, casi pensativo.

Jeongin no se pudo resistir a esa imagen, levantándose al momento y avanzando hacia donde estaba el mayor. Sin que la mano le temblara, agarró el rostro ajeno entre su pulgar y anular.

—Y pensar que este era el cuerpo del tirano más despiadado en la historia de Greyfell —tonteó el mago, sin separar la vista de esos carnosos labios, ahora más abultados por culpa de él.

—Fuélfame —pidió Minho, un poco molesto por la posición.

—Aw, ¿El Princesito quiere que lo suelte? —se acercó un poco más, poniendo al otro nervioso.

— ¡Yah, Jeongin!

Cuando sintió que el rostro del albino estaba demasiado cerca, Minho instintivamente cerró los ojos.
No forcejeó ni se echó para atrás, no atinó a hacer nada más que a dejarle las cosas a la suerte.

Y la puerta sonó.

La fuerza antes ejercida sobre sus mejillas ya no estaba, pero el dolor que dejó atrás le recordó que sí estuvo. Masajeando un poco su rostro, Minho fue a apoyarse contra el escritorio que tenía en la alcoba.

Sobreviviendo como el villano › 𝐋𝐞𝐞 𝐊𝐧𝐨𝐰 𝐡𝐚𝐫𝐞𝐦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora