II. PRÓLOGO.

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Keira miró a su madre, la madre le devolvió la vista, estaba preocupada y no sabía que iba a suceder, no sabía porque esos hombres con chalecos estaban en su casa en la madrugada

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Keira miró a su madre, la madre le devolvió la vista, estaba preocupada y no sabía que iba a suceder, no sabía porque esos hombres con chalecos estaban en su casa en la madrugada.

Keira, de tan solo ocho años, le agarró el brazo a su madre y cerró los ojos, intentando no escuchar lo que decía el hombre.

—Lamentó contradecirte, pero mi hija es normal, señor —Dijo el padre de Keira. Uno de los hombres, el más alto, se levantó, y la familia pudo ver que era más alto de lo normal. Un simple humano no podía tener esa altura. Era imposible.—. ¿Por qué...?—Dijo confundido.

—Esa no es vuestra hija.

La mujer soltó la mano de su hija y se levantó del sofá, enfadada.

—¿Como te atreves a decir que no es mi hija? Estuve embarazada de ella nueve meses. Usted está equivocado.

Pero ninguno de los hombres se inmutó, parecía que solo podían decir una frase "esa no es vuestra hija." Solo sabían decir eso.

Los hombres se acercaron a Keira, la pelirroja no sabía que hacer, solo tenia los ojos cerrados para que el tiempo pasara mas rápido.

—Ella vendrá conmigo.

El señor le agarró con fuerzas en la mano y la paró del sofá para llevarla a la puerta, Keira empezó a gritar, no podía alejarla de sus padres.

Se supone que hoy iba a ser el mejor cumpleaños de su vida.

El padre de la niña se acercó con un vaso de cristal, y se lo lanzó a la cabeza. El alto soltó a la niña y miró a su compañero, tenían planeado algo, la familia lo sabía, y se aterrorizaron más.

Keira corrió a su madre, y la mujer le cogió en brazos mientras iban escalera arriba, entraron al cuarto del fondo, que era la habitación de la niña.

—Keira, hija —Dijo la madre dr la niña poniéndola en el suelo, tenía lágrimas por las mejillas y Keira podía notar como los ojos de su madre estaban rojos de tanto llorar.—. Debes irte.

—Mamá...

—¿Recuerdas la casa del vecino? A la que siempre íbamos a cenar. Debes ir y no decirle los motivos.

Keira solo miraba a su madre, metros alejados de ella mientras su madre empezaba a guardar las cosas de su hija.

—¿Qué... Qué está pasando mamá?—La madre no respondía, está concentrada en guardar la máxima ropa en la mochila. Keira empezó a llorar y a llorar.

—Toma, cariño. Te ayudo a salir —La cogió en brazos y empezaron a salir por la puerta trasera. Las dos podía escuchar la voz del padre de la niña, estaba sufriendo.

Cuando llegaron a la puerta trasera, la madre se despidió con un beso en la frente. Keira no entendía nada, solo sentía un nudo en el estómago.

𝐋𝐀𝐒 𝐂𝐈𝐍𝐂𝐎 𝐏𝐎𝐄𝐒Í𝐀𝐒.||. Las Crónicas de Narnia. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora