Parte 1 El comienzo de ti

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El calor de un hogar, las manos tibias de mamá, la forma en que los ruidos inundan una casa, como huele el desayuno haciendo que las frazadas descubran tu cuerpo y despiertes aletargado buscando el origen del aroma.

El transcurso normal de los días en familia que los niños deberían disfrutar, todo aquello lo viví.

Mis padres tuvieron dos hijos, un niño y una niña. Criados con amor por parte de ambos pero claro, no había amor entre ellos, sin embargo se encargaron como un par de buenos amigos de criarnos con todo el calor de un hogar. Difícilmente se puede explicar como en este mundo por amistad y afinidad hay familias que se mantienen unidas siendo así, amigos con muchas cosas en común, por supuesto es difícil de explicar cómo ambas partes saben el momento exacto en que hay que dejar la relación.

Hace dos años mi padre conoció a su destino y aunque no está con él fue lo suficientemente maduro y con tacto se lo explicó a mamá quien sólo 8 meses después conoció a su pareja.

Luego de ver la forma en que llevaron su amistad independiente de sus dos hijos comencé a pensar en la banalidad de aquellos sentimientos. Digo; amo a mi familia y siento que sería difícil mantenerla unida si no sienten amor como tal en la relación.

Realmente es tan fuerte el vínculo entre alfa/omega como para deshacer una familia, lo detesto, detesto la forma en que las personas pueden dejar todo por amor, como si fuera el mero hecho de la existencia de alguien más lo que te mantiene con vida y sin buscarlo nunca te sintieras capaz de continuar.

No puedo decir que mi vida no cambio con su separación aunque el afecto nunca se perdió. .

No guardo rencor o algo parecido, me siento feliz de que ambos tengan a alguien especial pero definitivamente odio el tema de las castas, si la madre luna siente que hay que destruir familias solo por capricho y un destino desconocido que puede llegar hoy, en diez años o nunca, difícilmente quiera seguir su luz.

Recientemente se me vino a la mente una pregunta que se ha repetido día a día, hora tras hora. Es lo primero que cruza mis pensamientos, quizás lo formule mal; es una idea.

Será posible restringir durante años una emoción, si podemos restringirla y fijar esto en nuestras mentes, podemos vivir con ello fingiendo algo más.

Las personas tenemos la inmensa capacidad de hacer, de algo gigante algo pequeño o algo pequeño hacerlo enorme, esto crece y crece pero vamos con más fuerza suprimiendo en algún lugar de nuestras mentes esa sensación o como quiera que se llame. Sobre todo los sentimientos.

Amor. Cuando amamos tanto y es imposible, tendemos a guardar en nuestro interior, incluso nos preparamos mentalmente para enfrentar situaciones donde podemos ser descubiertos, lo repasamos en nuestra imaginación "si me descubren puedo hacer esto o decir aquello" a todos nos sucede alguna vez en la vida. Esta charla ficticia que sucede sin precedente cuando estamos esperando el peor escenario.

En muchas ocasiones logramos sin mayor esfuerzo ignorar una de las dos partes en nuestra mente y corazón, pero siempre, y reafirmó; siempre. Nos vemos sometidos a la tentación de huir. Ese instinto tan básico de cuando sientes el peligro de achinar tu piel.

Es cansado, agotador. Te asfixia y te genera ansiedad casi incontrolable, vives con miedo... temes cada instante ser descubierto y pasar de un estado a otro.

Por eso huimos, nuestra tendencia natural a protegernos; instinto versus razón. La razón es lo que esperamos que gane pero de todas las formas posibles buscamos más que nada dejarnos llevar por el instinto. Estos sentimientos ambiguos juegan con nuestras emociones y así lo hacemos, huimos.

El estado de ser amigo, familiar, conocido a ser simplemente alguien que no es nada para el otro. Porque ni siquiera tienes la seguridad de sí al ser descubierto podrás mantener al menos la relación anterior. Casi nadie es capaz de volver a la normalidad luego de descubrir que alguien cercano a ti te ve con otros ojos.

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