Capítulo 01: El pasado oscuro.

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Las aves surcaban los cielos, entonando sus hermosos cantos, mientras un anciano de semblante sereno atravesaba un pueblo sumido en una calma profunda. Con una canasta repleta de leña cargada en su espalda, caminaba con la cabeza inclinada, sosteniendo las tiras de la canasta sobre sus hombros. Sus ojos, de un profundo café claro, se mantenían fijos en el suelo, protegidos del sol por un sombrero de paja con una tira roja alrededor. Al alzar la mirada, revelaba un rostro marcado por los años, con cabello y barba totalmente blancos, esta última extendiéndose ligeramente por debajo de su cuello. A pesar del cansancio que lo embargaba, continuaba su camino, emitiendo suaves gemidos de fatiga.

Tras cruzar un bullicioso mercado, finalmente llegaba a su hogar, ubicado en las afueras del pueblo, frente a un río y en lo alto de una pequeña colina. Su casa, construida de madera, ofrecía un refugio acogedor en las noches frías, con una cocina al aire libre cuyas paredes estaban hechas de bambú y el techo cubierto completamente de lámina. Alrededor de la casa, se extendían diversos cultivos: calabazas, frijoles, zanahorias, papas y, un poco más lejos, se divisaba un árbol de mandarinas.

Al adentrarse en su hogar, colocaba la leña junto a la puerta y se permitía un breve descanso. La casa estaba amueblada con sencillez, con una cama, una pequeña mesa y cuatro sillas. Desde la ventana, podía contemplar la torre del castillo que se alzaba en la distancia.

Con delicadeza, el anciano empujó la ventana hacia arriba, extendiendo sus manos hacia el exterior en busca de la fresca brisa nocturna. Su mirada se posó una vez más en la imponente silueta de la torre del castillo que se alzaba en la lejanía. Con un suspiro de satisfacción, se recostó en la cama, situada estratégicamente cerca de la ventana, y contempló la escena.

En lo alto de la torre, una figura femenina emergió de entre las sombras, vestida con un impecable vestido blanco que ondeaba suavemente al compás del viento nocturno. En sus brazos, sostenía con ternura a un bebé envuelto en una suave manta blanca. El cabello oscuro de la mujer se mecía con gracia al ritmo de la brisa, mientras observaba con atención el paisaje nocturno que se extendía bajo sus pies.

De repente, un movimiento repentino llamó su atención y, con un gesto elegante, apartó un mechón de cabello de su rostro y se contempló en el espejo que adornaba la estancia. La luz de la luna reflejaba el tono cálido de sus ojos, acentuando su belleza enigmática y su aura de misterio.

Con un suspiro resignado, la mujer depositó al bebé en la cuna que ocupaba un rincón de la habitación y se acercó al balcón, su corazón latiendo con una mezcla de esperanza y temor. La noche había traído consigo algo inesperado, y ahora era el momento de enfrentarlo.

El pueblo ardiendo en llamas creaba un paisaje infernal que llenaba de horror el corazón del anciano. Se aproximó al balcón con paso vacilante, observando la escena caótica que se desarrollaba debajo. Gritos de angustia y desesperación llenaban el aire, mientras los caballeros con armaduras rojas y amarillas, emblema de un león rugiente en sus pechos, desataban el caos entre la multitud. Empujaban a las personas con brutalidad, haciendo que cayeran al suelo con las manos en la nuca, mientras las madres cargaban a sus hijos en brazos, clamando por ayuda.

Los niños, presa del pánico, se aferraban a sus madres mientras las llamas devoraban todo a su paso. Algunos habitantes, atrapados entre los escombros de sus propias casas, luchaban por liberarse en un intento desesperado por salvar sus vidas.

En lo alto de la torre, el sonido ensordecedor de una puerta azotando contra la pared resonó en la habitación. Una voz joven, cargada de urgencia y miedo, rompió el silencio:

—¡Mamá! ¡Es hora de irnos!

La mujer, desconcertada por la repentina interrupción, se giró hacia la voz, encontrándose con la mirada azul clara de un joven de cabello rubio.

Stray Kids I: RoyaltyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora