8. El silbato prodigioso

1 0 0
                                    

- ¡Un dos, un dos, un dos...!

Así iba marcando el paso, muy contento, el soldado Blas, que acababa de ser lcenciado y regresaba a su pueblo, cuando en una revuelta del camino le salió al paso una anciana, vieja y desdentada, que le dijo:

- ¡Que bien marcas el paso y qué hermoso sable llevas! Se ve que eres un soldado valiente. Oye: ¿Querrías hacerme un favor?

- Depende -dijo Blas-. ¿De qué se trata?

- Es muy facil. ¿Ves ese árbol de ahí? Pues tienes que trepar hasta la copa; allí veras un agujero y por él descenderás hasta llegar abajo; empujarás una puerta y entrarás en un largo corredor en el que hay tres puertas.

- Muy dificil me parece eso. ¿No será peligroso?

- No, pero tienes que hacer lo que yo te diga y te sonreirá la suerte. Ahora esucha lo más importante. Detrás de la primera puerta verás ua habitación llena de monedas de cobre; puedes coger todas las que quieras y te harás rico.

- ¿Y soló es eso lo que tengo que hacer?

- No seas impaciente. Detrás de la segunda puerta hay una habitación llena de monedas de plata, puedes coger las que tu quieras y te harás mucho más rico. Por último, detrás de la tercera puerta hay una habitación llena de monedas de oro. Entonces tu riqueza será infinita. ¿Qué te parece?

- Muy bien -dijo Blas-, pero..., ¿A cambio de qué he de hacer eso?

- A camcio de que, en la tercera habitación, busques un silbato de oro que dejó olvidado mi abuela hace muchos, muchos años; cuando lo tengas en tu poder me lo entregarás.

- Pues si no es más que esp, podrías bajar tú a por él.

- Yo no puedo; soy muy vieja y no tengo fuerzas; tiene que hacerlo un joven fuerte y valiente como tú.

- Pues no veo que haga falta mucha valentía para coger un silvato.

- Es que tienes que saber otra cosa: la primera habitación la guarda un perro feroz que tiene ojos como platos. Te atacará, pero si eres listo como creo, bastará con que le pongas encima este mantón y se convertirá en piedra.

- ¿Y quién guarsa la segunda habitación?

- Otro perro mucho más grande; es muy fiero y sus ojos son tan grandes como ruedas de carro. Cuanto te ataque le cubres con el mantón y se convertíra en piedra. Por fin en la tercera habitación que es la que nos interesa, hay un perro salvaje cuyos ojos son como plazas de toros. Conviértele en piedra con el mantón y habrás triunfado. ¿No tendrás miedo verdad¡

- ¡El soldado Blas no tiene miedo a nada! ¡Venga el mantón!

Blas bajo por el huerco del árbol, llegó al corredor y empujó la primera puerta. Un perro enorme comenzó a gruñir, pero antes de que pudiera atacar a Blas éste le echó el mantón por encima y el perro se convirtió en piedra.

- ¡Qué maravilla de tesoro! -dijo el soldado al ver aquella riqueza en monedas de cobre-. ¡Lenaré un saco con ellas!

Así lo hizo y cargado con el saco llegó a la segunda habitación. El perro guardián era mucho más terrible que el anterior. Al ver a Blas se lanzó sobre él, pero Blas, que no tenía un pelo de tonto, le arrojó el mantón y el perro se convirtio en piedra.

- ¡Éste sí que es un buen tesoro! ¡Dejaré las monedas de cobre y cargaré el saco con plata!

Así lo hizo y con el saco a cuestas llegó a la tercera habitación. ¡Aquel guardián sí que era temible! Le brillaban los ojos como carbones encendidos y echaba chispas por la boca. Al ver a Blas se fue a él, pero Blas que ya lo esperaba le tiró el mantón y el perro, se convirtió en piedra.

Cuentos de un libro antiguoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora