14. El compañero de viaje

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Juan vivía sólo con su padre, que era ya muy anciano. Cuando el padre de Juan falleció el hijo plantó un rosal sobre su tumba y decidió que como no tenía dinero ni familia, iría a correr mundo en busca de fortuna.

Una mañana, después de rezar ante la tumba de su padre, se puso en camino sin saber a dónde. Durante el día caminaba y por la noche dormía donde podía. Así pasó varios días.

Una tarde, mientras caminaba alegre por entre los árboles de un espeso bosque, se encontró con otro caminante que le preguntó, sin dejar de caminar:

- ¿Quién eres y hacia dónde vás, amigo?

- Pues soy Juan y con ese nombre tengo bastante; hacia dónde voy, no lo sé; allá donde pueda estar mi suerte.

- Yo yambién voy a correr mundo- dijo el hombre- si no te parece mal podríamos ir juntos; nos haríamos compañía.

- De acuerdo- dijo Juan que ya echaba de menos algún amigo con el que poder charlar.

Como el hombre era una buena persona, no tardaron en hacer amistad y juntos caminaron varios días.

Una mañana se encontraron a una anciana, sentada añ borde del camino, llorando amargamente. Juan le preguntó:

- ¿Qué le ocurre buena mujer? ¿Podemos ayudarla?

- Creo que me he roto una pierna- dijo ella-. Salí a cortar unas varas de sauce y resbalé y caí. Creo que me he roto una pierna.

- Ye llevaremos a tu casa. Con la pierna rota no debes quedarte aquí.

- No- dijo entonces el compañero de Juan-, haremos algo mejor. Escucha, anciana, con mi ungüento mágico puedo curarte la pierna en el acto. Pero a cambio habrás de entregarme algo.

- ¿Y qué puedo darte yo, si soy más pobre que una rata?

- Me entregarás esas tres varas de sauce que llevas en tu delantal. ¿Te parece mucho?

- ¡Me pides demasiado!- dijo la anciana-. Pero si no hay más remedio, toma las tres varas y cúrame.

El compañero sacó su frasco de ungüento, frotó la pierna de la mujer y quedó curada en un santiamén, yéndose muy contenta.

Juan y su compañero iban hablando de lo bueno que era el ungüento mágico cuando vieron acercarse a un soldado; llevaba un uniforme lleno de condecoraciones, pero la manga derecha de su guerrera estaba vacía. Le faltaba un brazo.

- ¿Qué ha pasado con tu brazo, amigo?- le preguntaron.

- Lo perdí en la guerra, pero a cambio me han dado estas condecoraciones por mi valentía. Pero ¿qué podré hacer ahora, sin el brazo derecho? ¡Es una desgracia!

- Eso podríamos arreglarlo- dijo el compañero de Juan-. Yo tengo un ungüénto que puede dolverte el brazo; bastará con frotarte bien y tu brazo crecerá de nuevo.

- ¡No sabes cuánto te agradecería ese favor!- dijo el soldado.

- No tienes que agradecerme nada; bastará con que me entregues tu sable. No pido otra cosa.

- ¿Mi sable? Sería un gran sacrificio. ¡Con él he ganado cien batallas! Pídeme otra cosa.

- Me entregarás tu sable. A cambio volverás a tener tu brazo.

El soldado entregó de mala gana el sable y el compañero de Juan le frotó el hombro con su ungüénto. Enseuida comenzó a crecerle un brazo nuevo.

Se despidieron. El soldado siguó su camino y Juan no sabía qué pensar de su compañero de viaje. ¿Sería un mago?

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⏰ Última actualización: Aug 02, 2022 ⏰

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