6. La reina de las abejas

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En un lejano país hubo un rey que tenía tre hijos, de los cules, los dos mayores hacía bastante tiempo que se habían ido en busca de eventuras, dejando a su padre en compañia del más pequeño al que todos llamaban Boborrón. Un día, el rey llamó a Boborrón y le dijo:

- Hijo mío, estoy preocupado por lo que les haya podido pasar a tus hermanos. Ya hace tiempo que debieran estar de vuelta.

- No os preocupéis, padre -dijo Boborrón, que a pesar de su mote no era nada tonto, sino muy noble y cándido-. Yo saldré en su búsqueda y si están en dificultades les ayudaré-

Y ese mismo día, Boborrón salió del castillo,  despuesto a buscar a sus hermanis. Después de algunos días de viaje, los encontró al fin. Estaban sanos y salvos, pero sumamente decepcionados, pues no les había ocurrido ninguna aventura.

- No regresaremos al castillo hasta que tengamos alguna aventura que contar -dijero cuando Boborrón les pidió que volvieran junto a su padre.

- Entonces yo os acompañaré -dijo con firmeza el pequeño

Los otros se echeron a reír y le tomaron el pelo (no literal) diciendo que cómo pensaba tener aventuras él, con lo bobo que era, cuando ellos, que eran tan listos, no habían tenido aún ninguna. Pero ante la insistencia de Boborrón no tuvieron más remedio que permitir que les acompañase.

Después de caminar durante muchas horas, llegaron a un lugar donde decidieron descansar. Al sentarse sobre la tierra, vieron que allí había un hormiguero. Entonces le hermano mayor cogió un palo y dijo:

- Vamos a escarbarlo para ver cómo correr las hormigas muertas de miedo.

- Deja a las ormigas en paz -dijo Boborrón-, no quiero que las molestes.

El hermano mayor sabía que Boborrón, además de ser muy fuerte, era capaz de ponerse muy furioso cuando se enfadaba, así que dicidio tirar el palo y dejar tranquilas a las hormigas.

Al día siguiente, llegaron a un pequeño lago donde nadaban unos cuantos patos. Al verlos, los hermanos proposieron cazar algunos y asarlos, pero Boborrón tampoco lo permitió.

- Tengo dinero y podemos comer en una posada. ¿Por qué tenemos que matar a estos animales?

También esta vez le hicieron caso. Y ya por la tarde vieron sobre un árbol una colmena en la que había tanta miel que chorreaba por el tronco. El hermano mediano propuso entonces encender un fuego bajo el árbol para asfixiar a las abejas. De ese modo pódrían comerse la miel.

- Dejad a las abejas en paz -repitió de nuevo Boborrón-. Nada os han hecho y no tenéis por qué matarlas.

Finalmente llegaron a un palacio, pero para su sorpresa no había en él ningún ser viviente: ni hombres ni animales. Sólo los establos estaban llenos de caballos, pero éstos eran de piedra. Los tres hermanos recorrieron todos los salones del palacio hasta llegar a una puerta en la que había tres cerraduras. En medio de la puerta había una mirilla por la que podía verse el interior. Y cuando ellos se asomaron pudieron ver a un hombrecillo gris que se hallaba sentado ante una mesa.

Le llamaron varias veces, pero el hombrecillo parecía no oírles. Por fin, después de mucho insistir, lograron que el extraño personaje se levantara y, sacando una llave de su pecho, abriera las tres cerraduras.

- Sed bienvenidos -dijo con voz misteriosa-. Parecéis cansados y hambrientos; será mejor que me acompañéis.

El hombrecillo les llevó hasta una mesa que estaba repleta de manjares y los tres hermanos comieron y bebieran hasta saciarse. Cuando terminaron, el único habitante del palacio se ofreció a conducir a cada uno a su aposento para que pasaran la noche.

Cuentos de un libro antiguoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora