Capítulo 6

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Fue una larga tarde en la enfermería. Los casos de catarro se habían reducido, pero existían otros malestares con los que tenía que ayudar.

Estaba entrando a la sala común, buscando llegar lo más rápido posible a mi habitación. La situación en ese lugar era bastante particular, los estudiantes menores estaban sentados en el piso, formando un círculo alrededor de los mayores que ocupaban los sillones negros, a lo que reconocí a Terence Higgs, Adrian Pucey y también a Marcus Flint; miembros del equipo de quidditch. En un extremo, para mi asombro, estaban también Draco y Theo, en sillones alejados, interesados en lo que dijeran, sin llegar al punto de obviedad de los otros.

-¿Saben la historia? -preguntó uno de los de primer año.

-Por supuesto -respondió Flint-. Es una de las favoritas, todo Slytherin debe conocerla.

-¿Pueden contarla? -habló una pequeña rubia.

-Sí, por favor.

-¡Queremos escucharlos!

-¡Nosotros también somos Slytherin!

Flint y los otros compartieron una mirada divertida.

-Te lo dejo a tí, Higgs.

El rubio se acomodó en el medio del lugar, frotando sus manos, haciendo crecer la expectativa de los niños. Me dio curiosidad, olvidé mi habitación y me senté en un sillón junto a Theo.

-Bien... La Cámara de Los Secretos... -empezó con un tono tenebroso- Sabemos, obviamente, que Hogwarts fue fundado por cuatro brujos, hace unos... mil años -entrecerró los ojos, sin estar muy seguro de ese dato-. Y si no lo recuerdan, las cuatro casas llevan su nombre: Godric Gryffindor -los mayores comenzaron un abucheo que le siguieron los menores-, Helga Hufflepuff -una pequeña risita-, Rowena Ravenclaw -muchos pusieron los ojos en blanco- y Salazar Slytherin.

Al decir su apellido, hubo un vitoreo, aplausos y gritos, esos también de mi parte; lo dejaron un rato y luego los calmó con un movimiento de manos para seguir con la historia.

-Trabajaron en armonía, por un tiempo, buscando jóvenes que tuvieran habilidad para la magia y trayéndolos al castillo para... educarlos -los niños estaban inmersos en sus palabras- lejos de las miradas indiscretas y de las terribles amenazas que sufrían en esa época. Pero luego surgieron problemas entre ellos y se produjo una disputa entre Slytherin y los demás -ojos vivaces con sonrisas fugaces-. Slytherin deseaba ser más... cuidadoso con los estudiantes que se admitían en Hogwarts. Pensaba, sabiamente, que el aprender magia debería ser sólo para las familias de magos. A él le desagradaba tener alumnos de familia muggle -escupió con desprecio-, o sangre sucia, porque no los creía dignos de confianza.

La mayoría asintió, estando de acuerdo con cada palabra, y eran pocos, pero habían los que se mostraron preocupados o, muy levemente, asustados.

-Como era de esperarse, Gryffindor -habló con aire aburrido- se molestó y tuvo una gran discusión con Slytherin que acabó en el abandono del colegio por parte de Slytherin.

-Pff, aburrido.

-Oh, sí, niño. Aquí es donde comienza lo realmente interesante -dio una sonrisa de medio lado, antes de volver a una actitud tenebrosa-. En la leyenda, dice que Slytherin había construido en el castillo una cámara oculta, de la que no sabían nada los otros fundadores.

Un súbito «Wow» salió de los labios de los niños. Terence Higgs estaba por volver a hablar, hasta que fue empujado por Flint, con los ojos brillantes de emoción.

-Slytherin selló la Cámara de los Secretos, antes de su partida -sonreí macabramente-, para que nadie la pudiera abrir hasta que llegara al colegio su auténtico heredero. Sólo él, su heredero podría abrir la Cámara de los Secretos, desencadenar el horror que contiene y usarlo para librar al colegio de todos los que no tienen derecho a aprender magia.

Reencarné en La Cámara de Los SecretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora