Capítulo 13

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Recorrí todo el primer piso, sin encontrar señales de Percy. Subí las escaleras y me detuve en el segundo piso.

Caminé en medio de él. Por primera vez en muchos meses, aquel pasillo largo y amplio se veía despejado, con pocas antorchas alumbrando el camino. Sentía pequeños escalofríos en mis brazos al pasar.

Tenía esa sensación expectante. Como si algo estuviera a punto de pasar.

Si quería encontrar a Percy, debía apresurarme.

Mis pies se aceleraron, no sabía a dónde iba, pero sentía que debía llegar. De repente, me di cuenta del lugar al que me acercaba.

Estaba frente a la pared con el mensaje; tenía un nuevo mensaje debajo del primero:

«Sus huesos reposarán en la cámara por siempre.»

Eso no era un mensaje muy alentador, debió ser horrible para todos los Weasley haber leído eso.

Un sentimiento abrumador de empatía se instaló en mi pecho, debió ser por eso que no pude escuchar las pisadas de las personas que se aproximaban, y solo pude notarlas al sentir dos extraños punzones en la parte posterior de mi cuello.

-¿Quién eres? -dijo una voz que me sonó familiar- ¿Qué estás haciendo aquí?

Con cautela, y un sudor frío cayendo de mi espalda, me di la vuelta.

-¡Oh! Son ustedes -casi pegué un brinco al ver a Harry, Ron y el profesor Lockhart frente a mí-. Esperaba ver a algún prefecto.

Los dos niños tenían la varita extendida hacía mí, y el mayor estaba detrás de ellos, se veía despeinado y asustado. Era obvio que había sido obligado a ir con ellos, y su cerebro no funcionaba lo suficientemente rápido como para huir en lo que los otros se encontraban distraídos.

Regresé mi atención a los niños.

-¿Ethelwold? -dijo Ron, frunciendo el entrecejo. Un segundo después, sus cejas se alzaron como si hubiera descubierto algo- ¡Ethelwold!

-¡Sabía que eras tú! -exclamó Harry, apretando su agarre en su varita.

-Sí, soy Idylla Ethelwold -incline la cabeza-. ¿Cómo sabías que era yo? El pasillo estaba muy oscuro.

Los niños se quedaron viéndome con rostros que decían que no podían dar crédito a lo que pasaba. Deje de lado la actitud juguetona, me empezó a incomodar que no dejarán de apuntarme.

-¿No van a quitar las varitas? -Trate de quitarlas con las manos, pero las regresaron con más fuerza- Ok, siento que algo está pasando aquí.

-¡Sí! -gritó Ron, lleno de furia- ¡Esto es lo que está pasando! Tú nos vas a llevar a la Cámara de Los Secretos y... -sus ojos se apagaron un poco- ¡me devolverás a mi hermana!

Mis ojos se abrieron junto a mi boca. ¿Ellos creían que yo...? ¡No!

-¿Qué? Yo... yo nunca... ¡Yo no le hice nada a tu hermana!

-¡Tú abriste la Cámara de Los Secretos! -rugió Harry- ¡Provocaste que muchos nacidos de muggle fueran petrificados! ¡Fuiste tú!

-¡NO! -grité con horror. ¿Cómo podían creer eso?- Yo no he hecho nada. Es más, yo ayudaba en la enfermería, en todo caso, ¡solo ayude a cuidarlos!

Las varitas que estaban un poco alejadas de mí, se movieron para clavarse en mi cuello. Por instinto, subí las manos, luego les di una mirada realmente ofendida.

-¡Vas a llevarnos a la Cámara!

-¡No puedo, no sé cómo!

-¡Deja de mentir, lo descubrimos todo! -Harry tenía la mirada brillante con la voz vibrante de seguridad. Puedo admitir que sí estaba mintiendo, pero no por las razones que él creía.

Reencarné en La Cámara de Los SecretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora