Prólogo

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1984

Colocó de la forma más artística posible, para ella, el título de "Segundo Año", por tanto, solo lo subrayó con dos rayas.

-¿Qué debería poner? -se preguntó en voz baja la pequeña niña rubia en medio de la oscuridad.

Con el lápiz que traía en su mano se dio leves golpecitos en su mejilla mirando con atención la hoja en blanco del cuaderno frente a ella. Mordió el extremo superior del lápiz, revolvió su cabello y empezó a dar vueltas en el suelo en el que yacía acostada hace unos momentos.

Se quedó quieta, de nuevo frente al cuaderno, y resopló.

-Tranquilízate Idylla -se regañó. Acercó la punta a la hoja-. Veamos, ¿qué cosas son las más importantes de la segunda película?

Empezó con pequeñas rayas, que fueron formando letras, y a su vez palabras. Lo hizo mientras recordaba las primeras escenas de la cena y de Harry conociendo al elfo doméstico.

-¡Es cierto, Dobby! -encerró su nombre en un círculo- Eso es algo importante.

La película corría en su cabeza y ella escribía lo que aparecía. Una mueca se pintó en su rostro cuando recordó algo en particular.

-¡Aj! ¡Lockhart! -salió de ella con asco, haciendo que la niña de tres años en la cama de al lado se removiera.

Puso debajo de ella el cuaderno y lápiz, esperando para ver si se despertaría o solo tendría algún episodio de sonambulismo. Tuvo suerte, no se levantó.

Sacó las cosas y se quedó viendo las palabras que llevaba escritas.

-Espero poder entender esta horrible letra dentro de unos años -se encogió de hombros-. Ni modo.

Siguió escribiendo cosas como: "Las haditas odiosas de Lockhart", "las plantas chillonas o mandrágoras", "el diario", "la pelirroja tímida frente al chico que le gusta (Ginny)"; le salió una pequeña risita luego de escribir eso.

-Ahora, lo importante: "¿Qué hacer con la amenaza del basilisco?" -dijo al mismo tiempo en que lo escribía en el cuaderno.

Escribió la palabra "gallina", sabiendo que esa era su debilidad, la cual sería inutilizada luego de que Ginny matará a los animales. ¿La dejarían llevar una como mascota?

La pregunta exacta que recorría su cabeza era: «¿Cómo puedo evitar que esa cosa me mate?». La niña sabía que no podía cargar un espejo en su mano todo el tiempo. Tal vez... usando lentes, así, en teoría, no moriría si llegara a encontrarlo por accidente. La escribió en la hoja sin mucha convicción.

Luego de haber puesto esa palabra en grande en una sola hoja, pensó con cuidado y arrancó la hoja.

-¿En que estoy pensando? -se regañó, golpeando su frente- Sigo siendo capaz de ver a la criatura directamente, además, Harry es miope, siempre usa lentes, es claro que no se habría tenido que preocupar demasiado en la batalla si no fuera mortal aún con eso.

Rayó y rayó la hoja, con absurdas ideas sobre lo que haría con una criatura que solo puede ser controlada por un hablante de parsel. Una lengua que ni siquiera Albus Dumbledore podía usar, solo podía entender.

Recordó otro detalle de los ataques, todos eran nacidos de muggles. Dio un chasquido con la lengua, llena de disgusto.

-Tendré que parecer purista y alejarme de ellos ese año. Tengo que convencer a Luna de que haga lo mismo... -miró a la niña detrás de ella, se había sentado en la cama, sin despertarse por completo- pero, me preocupa más no tener que alejarla de nadie.

Luna se quitó el edredón que la cubría y se puso de pie, con unos pequeños zapatos ya colocados en sus pies. Idylla sonrió y se acercó a ella, tomó su mano, dirigiéndola con cuidado de regreso a su cama.

Se quedó viéndola con ternura. Aún con todo lo que tendrían que pasar ese año, le emocionaba.

Sería el primer año de Luna y se encargaría de que fuera memorable, porque esta vez tendría a alguien con ella. Si todo salía como lo había planeado, ellas dos estarían disfrutando en la casa Ravenclaw, unidas como siempre.

Quería acariciar el cabello rubio platinado, terriblemente revuelto, de la niña, siendo detenida por el ruido de zapatos en el pasillo.

Corrió para esconder su diario en la caja antirrobo, asegurándose que cerrara, para luego dejarla en el lugar secreto que había encontrado el día anterior. Se metió dentro de la colcha en su cama y fingió estar dormida. En ese preciso momento la puerta hizo un leve tintineo por el pomo siendo tomado y se abrió la puerta con el crujido de la madera.

La figura se acercó con pasos calmados, llegando a la cama de la niña despierta. Ella sintió la cama hundirse un poco y apretó con fuerza los ojos; relajándose al sentir una suave caricia en su cabello.

-Idylla... -dijo Pandora en un susurro que sonaba perspicaz- ¿crees que no puedo darme cuenta cuando intentas engañarme?

Tomó a la pequeña de 4 años en sus brazos y la colocó en su regazo. La pequeña seguía con los ojos cerrados, así que la mayor empezó a darle pequeños besos a lo largo de su rostro, provocando sus risitas.

-¡Tía! -terminó gritando entre las risas.

La mujer se detuvo con una sonrisa.

-¿Tienes algo que contarme?

Ella negó y eso solo provocó que la cargará, empezando a dar vueltas con ella. La mayor era quién reía ahora mientras la otra se aferraba a su cuerpo y daba pequeños gritos.

-Mamá... -resonó la voz calmada de Lunita, calmando la escena- ¿puedes hacerme volar a mí también?

La mujer alternó su vista en las dos niñas parpadeando por unos segundos, al final, dejó salir una sonrisa deslumbrante y asintió, tomándola en brazos también.

Unos minutos después, Xenophilius fue despertado por dos cuerpos pequeños, que saltaban a su lado pidiendo que las hiciera volar, junto a su esposa con rostro agotado.

-Es tu turno -dijo al entrar a la cama, le dio un pequeño beso y se durmió al instante a su lado.

Las niñas miraron a su padre expectantes y él las tomó a ambas con el rostro sereno.

-Creo que tendremos que volar.



Bienvenidos al Segundo Libro.

Reencarné en La Cámara de Los SecretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora