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—Tanjiro, hay algo que quiero darte.

—Pero, padre, ya me han dado muchos regalos de cumpleaños.

—Lo sé, pero no está de más darte algo muy especial.—le sonrió el mayor.

—¿De qué se trata?

—En nuestra familia es tradición pasar estos aretes de hanafuda al hijo mayor, ha sido así por muchísimo tiempo. Mi padre me los dio antes de morir, y yo quiero dártelos a ti cómo regalo por tu décimo cumpleaños, hijo.

El pequeño tomó los aretes en sus pequeñas manos y los observó detalladamente. Concluyó que eran muy llamativos y especiales a simple vista, quería protegerlos con su vida ya que eran un regalo de su padre.

—Tanjiro, cuando tengas hijos deberás dárselos al mayor, justo como yo acabo de hacer contigo, pero falta mucho tiempo aún para eso. Por ahora, cuídalos mucho, y cuando tu don despierte, podrás usarlos con orgullo, hijo mío.

Tanjiro despertó sobresaltado. Otra vez estaba soñando con su padre. Ya había perdido la cuenta de las veces en las que había sucedido. Eran recuerdos dolorosos para él, puesto que 3 años atrás, sus padres fueron asesinados en su propia casa cuando él y Nezuko, su hermana menor, habían ido al campo de vuelo con sus amigos. Aún recuerda el grito lleno de pavor que su hermana soltó esa noche cuando regresaron a casa y encontraron a sus padres sin vida.

Pese a los años, nunca se descubrió quien había sido el responsable de eso. Tanto Muzan, el líder del clan, como sus generales concluyeron que el asesino era el mismo que hizo volar la casa del anterior líder hace 5 años. Esa respuesta no era suficiente para el joven Kamado, quien exigía justicia para sus padres, pero aún se desconocía la identidad el responsable, ni siquiera había pistas, así que no había nada que pudiera hacerse.

Kamado Tanjiro, de 20 años, era un joven de cabello y ojos burdeos, con una extraña marca en su frente, que según su padre le dijo hacía muchos años, era un rasgo característico en los varones de la familia Kamado. Además, poseía un olfato bien desarrollado, pudiendo identificar los olores de todos los dragones que habitaban en la comunidad. Experimentó su manifestación como dragón a los 16 años. Era un dragón de fuego, justo como su padre y su hermana. Dicho don era muy especial, ya que era verdaderamente escaso entre los clanes, y como tal, no había otro dragón de fuego dentro de la comunidad a la que pertenecía para que le ayudara a controlar su don, salvo Nezuko.

Se levantó con pesadez de la cama. La luz del sol se filtraba entre las persianas, iluminando la pequeña habitación de Tanjiro. Tocó suavemente los aretes que reposaban sobre la mesita de noche y salió a darse una ducha. Luego se vistió de manera cómoda; con una fina camiseta verde, pantalones grises y zapatillas negras.

Le habían asignado la tarea de cuidar la biblioteca, era una actividad que disfrutaba mucho, ya que leer era uno de sus pasatiempos favoritos y podía darse el gusto de leer varios libros cuando la biblioteca se encontraba casi vacía, que sucedía muy seguido. Su turno acababa al mediodía, luego iba a encontrarse con Nezuko y sus mejores amigos, Zenitsu Agatsuma e Inosuke Hashibira, para compartir sus anécdotas del día mientras comían juntos.

Luego de eso, tenía entrenamiento personal con Rengoku Kyojuro, el gran dragón de las llamas. Era muy admirado y respetado en la comunidad, ya que demostró ser muy fuerte y talentoso desde que era muy joven. Se manifestó como dragón lanzallamas a la edad de 10 años. Desde entonces, había estado practicando para perfeccionar su don con la ayuda de su padre Shinjuro.

Tanjiro y Kyojuro se conocieron desde que eran unos pequeños y congeniaron al instante. Kyojuro desarrolló una actitud protectora para con el menor, los padres de ambos estaban felices por la amistad que habían desarrollado, sin importar la diferencia de edad.

Up in Flames -KyoTan-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora